Arva, la ciudad olvidada

Sabemos mucho de Itálica, pero no tanto de Arva, otra ciudad romana que se levantó en la provincia de Sevilla. Para más señas, en una colina situada entre los antiguos municipios de Axati (Lora del Río) y Canama (Alcolea del Río), o lo que es lo mismo, entre el arroyo de Los Premios y el Guadalquivir. Justo allí, el emperador Vespasiano ordenó construir un asentamiento que tenía como objetivo controlar la economía de la provincia bética. Y no sólo en términos recaudatorios, sino también a nivel productivo, tal y como quedó más que demostrado en 1981 con la excavación de cinco hornos en los terrenos de El Tejarillo.

 

Ya había indicios de que Arva había sido uno de los mayores productores de ánforas del imperio, pero este hallazgo se encargó de certificarlo y arrojar más luz sobre el sistema de fabricación que se empleaba. Para el que ande un poco despistado, las ánforas eran los cántaros que utilizaban los romanos para transportar el vino y el aceite. Ambos productos se elaboraban en la bética con materia prima de primera calidad, por lo que también era muy necesario producir los recipientes para poder llevarlos de un lado a otro.

Lamentablemente, el estado de conservación de Arva no es el que los arqueólogos desearían. La carretera que se construyó a finales del siglo XIX entre Lora y Alcolea hizo estragos, al igual que la ampliación de la misma que se realizó décadas después. Por fortuna, el expolio se frenó (en parte) en 1931, cuando el conjunto fue declarado Bien de Interés Cultural. Más recientemente, la Junta de Andalucía decidió adquirir los terrenos para preservar su mantenimiento, de ahí que ahora el perímetro esté vallado y cuente con vigilancia, aunque su aspecto sigue estando demasiado lejos de lo que un día fue. 

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