Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, de Viernes Santo.

Hoy, no me atrevo a decir nada del sol y mucho menos de las nubes.
¡Vaya jugarreta! ¡Vaya tarde de Jueves Santo!

No se me ocurre más que mirarlo de forma positiva.
Se despacharon, como se dice aquí, más cafelitos y los barriles de cerveza se vaciaban con alegría.
Confío que esto haya remediado algo el sector cafeterías y bares. La gente se había echado a la calle, se había engalanado, trajeado y enmantillado y no era plan de volver a casa.

Me cuentan que las iglesias se llenaron, los Oficios estuvieron concurridos y en los bares no cabía un alfiler.
Y yo me pregunto si se llenaron para rezar, o para refugiarse.
Y si se entraba en los bares a consumir o a guarecerse de la lluvia.
Lo primero queda en el alma de los fieles. Lo segundo se notará en las cajas de los establecimientos.

Lo que no se puede negar es que Sevilla estaba en la calle. Había ansías de ver algo y se hizo lo que se pudo.

La madrugá ha sido el consuelo y la alegría de los cofrades.
Sevilla estaba en la calle, engañando el sueño y el cansancio. Con esperanza. Sintiendo el frío tan hondo como la devoción. Con las lágrimas empañando la vista, con la plegaria en los labios, con la fe en su Virgen y en su Cristo.
Aguantando la bulla. Meciéndose al ritmo de las marchas. Hablando con desconocidos. Subiendo al hombro a los pequeños para que no se pierdan ningún detalle, para que la tradición y el amor a la Semana Santa se prolongue en ellos.
Por fin, este año, ha salido la madrugá. Y los sevillanos se han quitado esa espinita.

Como nos dice Antonio Machado:
“En el corazón tenía
la espina de una pasión.
Logré arrancármela un día.
Ya no siento el corazón.
¡Ay, dulce espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada!”

Pues, sí.
Los sevillanos nos hemos sacado esa espinita, pero a diferencia del poeta, nuestro corazón sigue vivo y sintiendo la Semana Santa.

Cada uno a su manera.
Algunos por devoción y otros por el valor estético de la belleza.
Y las dos posturas son buenas.
La fe mueve montañas, y la belleza alimenta el espíritu.
¡Ojalá! (Dios lo quiera, en árabe), que la tarde no se estropee.
Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos y de Viernes Santo.

 

Manuela Sosa Martin.

Deja una respuesta