La bicicleta es probablemente el medio de transporte más eficiente que existe en el mundo. Posee grandes ventajas, y teniendo en cuenta los tiempos que corren, podemos decir que la primera de ellas es la de su bajo precio en comparación con el resto de alternativas, pudiéndose amortizar fácilmente tanto si se alquila como si se adquiere en propiedad. Asimismo, su uso nos permite realizar deporte al tiempo que nos desplazamos de una manera relativamente distendida, algo que nuestro cuerpo siempre agradecerá. Todo ello, sin olvidar que es cien por cien ecológica y no contamina en absoluto el medio ambiente. Como contrapartida, más de uno podría pensar que le falta velocidad para competir con coches y motos, pero, ¿quién no ha sentido envidia alguna vez al ver a un ciclista pedalear con comodidad por su carril mientras se está atrapado en un gran atasco en la ciudad?
A mediados de los noventa, en Copenhage llegaron a la conclusión de que el único problema que tenían las bicicletas era el de la seguridad y se pusieron manos a la obra para conciliar el tráfico con los trasportes motorizados. Así surgieron los carriles bicis y el sistema público para
compartir bicicletas. Si bien ya habían existido iniciativas de este tipo anteriormente en otros países europeos, no obtuvo un éxito rotundo hasta que lo pusieron en marcha los daneses, quienes no consideraron un inconveniente las bajas temperaturas de sus inviernos. Desde entonces a esta parte, la idea ha ido extendiéndose a pasos agigantados y quedan pocas ciudades que no la hayan adaptado a sus calles. En Ámsterdam, sin ir más lejos, más del 40% de los movimientos se realizan a través de dos ruedas, y otras como Portland, Berlín, Trondheim, Basilea o la propia Copenhage no le van a la zaga.
En Sevilla llevamos cinco años pedaleando. Hace justamente un lustro, ‘Sevici’ echó a andar y actualmente da servicio a más de 50.000 sevillanos. La implantación del carril bici en la capital hispalense fue mucho más rápida de lo normal, de ahí que durante los primeros meses generara algún que otro caos. En cualquier caso, se puede decir que Sevilla se subió a un tren que ya estaba en marcha y ha logrado mantener el equilibrio con suficiencia. Buena prueba de ello es que a día de hoy cuenta con 260 estaciones, 4.857 bornetas o puntos de anclaje, 2.600 bicicletas y una red de carril bici compuesta por más de 130 kilómetros. Sin duda, unos números que hablan muy bien del avance de nuestra ciudad en términos de desarrollo sostenible.