La leyenda de la calle Sierpes

calle sierpesA finales del siglo XV, cuando aún no había terminado la Reconquista, Sevilla era el lugar de paso para las tropas que se dirigían al reino de  Granada. Se trataba de una frontera insegura, la cuál permitía infiltrarse fácilmente a individuos armados y merodeadores. En muchas ciudades, y por supuesto en Sevilla, había barrios de personas descontentas que siempre estaban dispuestos a fomentar la revuelta. Para agravar más la situación, los nobles españoles estaban divididos en bandos, todos hostiles al poder real que intentaba disminuir sus privilegios para fortalecer la autoridad de la Corona.

Por aquel entonces comenzaron a ocurrir en Sevilla siniestros sucesos… Con frecuencia faltaban niños. Unas veces desaparecían en la noche de sus casas, robados de sus propias cunas; otras veces desaparecían al atardecer, sin regresar de sus juegos a sus casas, sin que jamás se volviera a saber de ellos.

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Carmen la Cigarrera

carmenUna de las óperas más conocidas, alguno de cuyos números, como la Marcha del Toreador, a servido para simbolizar a España en el extranjero. Carmen era una muchacha que vivía por la calle Betis y que trabajaba como cigarrera en la Fábrica de Tabacos. Carmen estaba enamorada de un sargento llamado José. Con ocasión de una riña de vecindad, el sargento José es encargado de conducir a las personas detenidas en aquel tumulto, entre estas se encontraba Carmen. Pero gracias a sus juegos de coquetería femenina, Carmen consigue que el sargento la deje escapar por lo que éste es castigado a la degradación.Carmen, al ver que por su culpa el sargento había perdido los galones, lo consuela entregándole su amor y le incita a que se rebele. La casualidad hace que un teniente piropee a Carmen, ante esta situación José se interpone sacando una espada contra su superior. Para evitar la prisión José tiene que huir al monte uniéndose a una partida de contrabandistas. Carmen, que había abandonado su trabajo como cigarrera, se marcha junto con José a la sierra.Pero José fue suplantado por un torero en el corazón de la sevillana. A los pocos días, Carmen es llamada a Sevilla dónde su madre estaba agonizando.

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La Esperanza Macarena y el Hospital de las Cinco Llagas

virgen macarenaUno de los temas de investigación histórico-artístico más sugestivos es la autoría de la imagen de María Santísima de la Esperanza Macarena, sobre la que poco o casi nada hasta ahora hay en claro.

Muchas teorías se han realizado sobre la autoría de la imagen. La ausencia de documentación en la Hermandad dificulta el conocimiento del origen de la imagen. Hasta ahora sólo se han tenido en cuenta dos posibilidades: que la Hermandad encargara la imagen o que se crease con posterioridad a su existencia, cuando la Orden Basilia ya se había establecido en la actual calle Relator trayendo consigo la efigie.

Hay que considerar la posibilidad no tenida en cuenta hasta ahora: la imagen de la Virgen de la

Esperanza, aún pudiendo ser una talla del siglo XVII fue adquirida por la Hermandad con posterioridad.

Para conocer la procedencia de la efigie hay una hipótesis que no ha sido tenida en cuenta, hasta ahora, por nadie: la del trueque por un reloj con el Hospital de las Cinco Llagas. Esta historia, aunque conocida por tradición oral, ha sido ignorada hasta ahora por cuantos han investigado la cuestión. Desde Bermejo, el primero en referirla, no se ha considerado como factible. El admirado investigador decimonónico, que en la faceta histórica aportó una información fehaciente y documentada, pero que en la artística se dejó llevar por atribuciones y no proporcionó muchos datos contrastados, rechazó la hipótesis del trueque por no hallar el documento en que constase. Esto es lo que en 1882 escribía al respecto:

 

 

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Un gitano apodado «Cachorro»

cristo cachorroVivió en Triana un gitano, de los llamados castellanos nuevos, apodado «Cachorro», quien atravesando cada día el puente de barcas, junto al castillo de San Jorge, llegaba a Sevilla. Un payo residente en la ciudad vino a sospechar de este hombre, pensando que su visita no era por otro motivo que el de cometer adulterio con su propia esposa. Los celos llegaron a tales extremos que, cierto día, sabedor de la visita cierta del gitano a la venta Vela, lo esperó oculto. No hizo mas que llegar, ajeno a la suerte que iba a correr, mientras sacaba agua del pozo que junto a la referida venta existía, le fueron asestadas siete puñaladas que le ocasionaron la muerte.Se asegura que el escultor de la imagen del Cristo de la Expiración estuvo presente en el suceso y que tuvo oportunidad de presenciar la agonía del gitano Cachorro. Captó con la mirada el rostro de aquel moribundo en el instante de su muerte e hizo suya la expresión terrible que plasmó con toda naturalidad en la obra que en esos días estaba realizando.La leyenda vino a completarse con la investigación llevada a cabo por la justicia en la que al fin se conoció la verdad.

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Juan Araujo y el Gran Poder

Gran PoderCuenta la historia, que Don Juan Araujo, todo un mito en la historia del Sevilla FC. y más conocido como el «el pato», tenía una vida próspera y feliz. Pero tuvo que colgar sus botas al un inesperado percance que cambiaría su vida. Y esque la vida de Juan Araujo cambió radicalmente al enfermar su hijo de una grave enfermedad que hacía dificil encontrar un remedio por parte de los mejores médicos. Con un hilo de esperanza dentro de su desesperación, acudía muchas tardes a San Lorenzo para pedirle al Señor del Gran Poder por la mejoría de su hijo. Pero la vida le golpeó mucho más fuerte de lo que él golpeó al balón en sus tiempos de jugador ya que su hijo no superó la enfermedad y el pobre muchacho murió. En un ataque de rabia se dirigió, de luto, a San Lorenzo y se encaró con el Señor del Gran Poder, diciéndole: «que sepas que no vendré  más a verte porque no has querido salvar a mi hijo. Así que si quieres verme, vas a tener que ir tú a mi casa. »   Pasaron los años y se celebró en Sevilla una Santa Misión (en el año 1965) en la que las imágenes de Semana Santa fueron llevadas a los barrios para  promover la devoción.

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El abanico que firmó Costillares

CostillaresPor los años de 1770, el gran Costillares era la primera figura indiscutible del toreo, ídolo de las multitudes, a quien admiraban los hombres y  de quien se enamoraban las mujeres. Costilleres vino a torear a la Real Maestranza de Sevilla, y en uno de los momentos en que se acercó a la barrera durante la lidia, una dama que estaba en primera fila de barrera le echó su abanico, pidiéndole que al terminar la lidia se lo firmara. Costillares, en vez de dejar el abanico en manos de su mozo de espadas mientras el terminaba la faena´, sonrió a la dama, requirió la espada, y sin muleta, se dirigió al toro. Un grito de sorpresa recorrió los tendidos. Costillares, con la espada en la mano izquierda, abrió en abanico que empuñaba en la diestra, y citó al toro que acudió al engaño. Con el banico de la dama a modo de muleta realizó toda la faena y remató citando a matar, enterrando la espada hasta la bola.

 

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La calle del Duende

Pagés del CorroAl terminar la guerra  entre Inglaterra y Francia, que se libró en España y a la cuál llamamos » Guerra de la Independencia», al avanzar los ingleses y tropas españolas por Triana, expulsando a los franceses y a las tropas españolas afrancesadas hacia Alcalá de Guadaira, se produjo un encuentro en un terreno comprendido entre el hospital de la Cruz Roja de Triana y la Cava, hoy llamada Pagés del Corro, en unas huertas que en aquel entonces se llamaban » El Matillo alto». En uno de auquellos callejones de las huertas quedó muerto un oficial francés. Pasado un tiempo, ya terminada la guerra, se comenzó a edificar aquella zona fomándose una calle. Los primeros vecinos observaban que a determinadas horas salía un hombre, recorría la calle y volvía a entrar en la casa de dónde saliera. Pronto los vecinos empezaron a manifestar su temor deduciendo que por las noches salía el espíritu de aquel oficial francés que murió en el último combate. Los vecinos acudieron al convento de San Jacinto para pedir a los frailes que hicieran algo para que aquella ánima en pena abandonase el lugar. Pero los exorcismos, procesiones, etc, no sirvieron de nada pués los vecinos seguían encontrándo al «fantasma» muchas noches. Por este motivo aquella calle nueva recibió el nombre de Calle del Duende.

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La cruz de la Hermandad de La O

Señor de La OLa Hermandad de La O tiene como titular a Nuestro Padre Jesús Nazareno, representado durante su camino hacia el Calvario, cargado con la Cruz al hombro. La Cruz llama la atención por estar revestida de carey, concha de tortuga que se traía de las Indias y que era de gran precio. En cierta ocasión la hermandad quiso mejorar la cruz que llevaba en un principio, para lo que labraron una en madera de cedro. Sin embargo, esta no gustó del todo, ya que se veía pobre al lado de la maravillosa escultura del Señor. Un día, en que se estaba celebrando la Misa de la Hermandad, llegaron a la puerta de la iglesia varios hombres, que por su indumentaría parecían marineros, y depositaron en el pórtico un gran envoltorio diciendo: » Éste es el pago de una promesa que habíamos hecho al salvarnos el Señor de un neufragio en los mares del Sur». El envoltorio contenía riquísimas piezas de concha de carey e inmediatamente la hermandad acordó que sirvieran para revestir la Cruz del Señor Nazareno. Dicha tarea fué realizada por el artista Manuel José Domínguez, quien realizó la labor con gran maestría, poniendo en las aristas unas cantoneras de plata de gran mérito.

 

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Tradición del reo que llevaban a ahorcar

Imagen del rey don PedroHabían prendido por la justicia a cierto bandido que tenía cometidos en Sevilla numerosos delitos, y tras juzgarle en la Casa Cuadra o Audiencia de la Plaza de San Francisco, le condenaron a morir ahorcado, así que le sacaron de la cárcel, que estaba en la calle Sierpes, esquina a la calle Bruna (donde hoy está el edificio del “Banco Hispano Americano”), y le conducían hacia Tablada donde estaba la horca pública. Al llegar el reo a la Puerta de Jerez, comenzó a dar grandísimos gritos diciendo:- No podéis ahorcarme, porque el rey me había perdonado. No podéis ahorcarme porque el rey me había perdonado.Ante semejante novedad, se detuvo la comitiva, y el juez acudió al Alcázar a dar parte a don Pedro I de lo que sucedía. El rey dijo que él ni conocía a aquel reo, ni le había jamás dado el perdón, y mandó que siguiese adelante el cumplimiento de la sentencia.Pero no bien había salido el juez de las habitaciones del rey, cuando este reflexionó, y mandó que le llamasen nuevamente antes de que saliera del Alcázar. Regresó el juez a su presencia, y el rey don Pedro dijo:- Aunque yo no había concedido el indulto, ni siquiera me lo habian pedido, es mejor que no se cumpla la sentencia, porque habiéndolo gritado en público, no quiero que pueda quedar en ánimo del pueblo de Sevilla, que yo le había indultado y que después he faltado a mi palabra Real.

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