El 63% del subsuelo de esta zona está «inalterado» y en él se encuentran las claves para comprender algunos de los enigmas de la historia de la ciudad.Una auténtica reserva arqueológica por explorar y en la que se pueden encontrar muchas claves del pasado de la ciudad. Se trata del subsuelo de las collaciones y cercanías de San Andrés y San Martín, cuyo plan especial de protección ya ha sido entregado por el Ayuntamiento a la Comisión Provincial de Patrimonio como fase previa para su aprobación por la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta. La riqueza en restos y yacimientos de este subsector del Plan Especial del Conjunto Histórico de Sevilla es tal que el plan municipal establece el «grado máximo de protección». «El estudio histórico-arqueológico del sector revela sustratos con un elevado potencial informativo» sobre cuestiones tan variopintas como el trazado de las murallas de la ciudad romana y la localización de las puertas de Hispalis o la urbanización almorávide-almohade. En general, en las entrañas de las collaciones de San Martín y San Andrés se encuentran claves que pueden aclarar desde cuestiones antropológicas sobre las poblaciones romanas, islámicas y cristianas hasta la determinación de límites y caracterización de industrias, almacenes conventos y cuarteles ya desaparecidos para siempre.
El plan especial de protección de San Andrés-San Martín cree que los estudios ya realizados han desvelado «por un lado, una riqueza de hechos históricos contrastada por las intervenciones arqueológicas y, por otro, una serie de hipótesis y de lagunas de conocimiento cuyo análisis es fundamental para la historia de la ciudad de Sevilla». La razón de la riqueza arqueológica de esta zona se debe, sobre todo, a que, en gran parte, su suelo ha permanecido virginal. «La pérdida de suelo arqueológico es menor que en muchos otros sectores y se mantienen un gran número de edificaciones de siglos pasados donde el sustrato arqueológico tiene un alto nivel de conservación», dice el informe. En resumen, son pocas las excavaciones y muchas las hipótesis. Ha llegado la hora de darle la vuelta a la tortilla. El subsuelo de San Andrés-San Martín ha escapado de los tres grandes enemigos del arqueólogo contemporáneo: los modernos sistemas de cimentación, los sótanos y garajes subterráneos y las grandes infraestructuras viarias. El hecho de que la mayoría de las edificaciones sean anteriores a los años 50 y sólo hayan sido restauradas superficialmente o se encuentren arruinadas provoca que el 62,81% del subsuelo de la zona se encuentre «inalterado». Es decir, que se conserva el sustrato con su secuencia estatigráfica hasta la cronología del edificio o poco antes, lo que significa que se pueden leer, como en un libro abierto, los distintos acontecimientos que pasaron en ese suelo durante la historia de la ciudad. Por contra, la pérdida absoluta del sustrato «se presenta en un índice muy bajo», sólo el 10,85%. Esto sucede sobre todo en las parcelas donde se encuentran edificaciones con grandes aparcamientos subterráneos. Finalmente, el 26,34% del subsuelo está «parcialmente alterado» y sólo han desaparecidos los sustratos más modernos. Para reforzar la idea de que San Andrés-San Martín es una auténtica reserva arqueológica de Sevilla, el plan de protección establece que 280 parcelas de la zona (o sea, el 49,82% de las mismas) tienen una «accesibilidad alta»; es decir, es un espacio disponible a corto plazo debido a la ruina de la edificación que lo ocupa o son parcelas con edificaciones catalogadas con los niveles D y E o sin catalogación, lo que permite el consiguiente acceso al patrimonio soterrado. Asimismo, el plan concluye que 93 parcelas (16,55%) tienen «accesibilidad media», que es como se consideran a los espacios ocupados por edificaciones con medio grado de protección (C) -en el que los niveles de obra permiten liberar suelo de construcciones-, así como edificaciones no recientes sin catalogación o sin interés. Finalmente, se establece que 189 parcelas (33,3%) tienen un «acceso bajo» o, lo que es lo mismo, que son espacios «remotamente disponibles» por encontrarse en edificios de edificación reciente, lo que significa que no acogerán obras en los próximos tiempos o que, al albergar un aparcamiento subterráneo, se han destruido los sustratos arqueológicos. Esta disponibilidad baja se da también, en contradicción con lo antes expresado, en aquellas construcciones con catalogación A o B que sólo permiten obras menores tendentes a la conservación de la edificación, con las consiguientes limitaciones de acceso al subsuelo.