El flamenco, además de una expresión artística, ha sido siempre el reflejo de un momento en la historia. A través de los cantes de siega, de trilla o de siembra se inmortalizaba un instante. Una estampa al puro estilo costumbrista. Los tiempos han cambiado. El éxodo rural provocó que esta manifestación popular quedase relegada a círculos muy cerrados.La ciudad tomaba el testigo. Los nuevos cronistas no alzan al viento la voz al son de bulerías o de soleares, los nuevos pregoneros no nueven las manos para tocar palmas, agitan sus pinturas para hacer de un muro una denuncia. El flamenco, ahora arte para eruditos, se abraza a las nuevas tendencias. Como muestra, el nuevo cartel de la XVI Bienal de Flamenco que unos ‘graffiteros’ reproducen en el tranvía que recorre el centro de la cuidad.»El flamenco ha estado siempre muy relacionado con las vanguardias», confiesa el director de la Bienal, Domingo González. De hecho, este arte «surge en gran medida a finales del siglo XIX y principios del XX como un arte urbano y, curiosamente, el arte urbano, un siglo más tarde, ha seguido el mismo patrón», explica.Los viandantes que transitan por el entorno de la Plaza Nueva quedan asombrados al advertir el trabajo de los ‘graffiteros’. Esta vez, nadie los persigue.
Poco a poco van creando, pintada a pintada, una imagen inédita del tranvía. Se adivinan gitanas bailando. Los turistas, cámara en mano, inmortalizan una heterodoxa imagen de una ciudad, poco dada a innovaciones. Los lugareños, pasan, ven y comentan. Se escuchan pocas voces discordantes.Los puristas pensarán que el cartel de esta Bienal tiene poca jondura flamenca. Sin embargo, el director asegura no haber percibido una «especial agritud por parte de nadie». «La mayoría de la gente ha entendido bien el concepto con el que estábamos trabajando», afirma González.El trabajo de los artistas pintando es todo un espectáculo. El número de espectadores va en aumento. Los hay que piden que suene Camarón. De momento, el único sonido es el de los ‘sprays’. Los colores siguen fluyendo.Puntos en comúnUno de los artistas se detiene y plantea la relación del ‘graffiti’ con el flamenco. «El punto en común nace en interior del ser humano, es la necesidad de expresar y de buscar nuevas formas de contar lo que está pasando», asegura el granadino Sex ‘El niño de las pinturas’ -apodo muy flamenco-.Pero existen más paralelismos. «Ambos han vencido el purismo para crear nuevas formas que son producto del mestizaje», afirma Suso33. «Es algo muy real, muy de la calle», mantiene este artista, uno de los más demandados en el panorama internacional. Suso ha hecho una breve pausa en su quehacer diario para atender esta iniciativa. Viene de Brooklyn en Nueva York y ya tiene prevista una exposición en Londres.Los cuatro artistas coinciden. Esta iniciativa «ayudará a eliminar prejuicios» y romper las barreras que han relegado esta nueva expresión artística del ostracismo de la calle. «El cartel es un pasito, un grano de arena más para ir cambiando mentalidades y dignificar la imagen del graffiti», reclama Seleka.La tarde va cayendo y los sprays vaciándose. El producto de tantas horas de trabajo nacerá para morir al finalizar la Bienal. Es una muestra más de esa arquitectura efímera que recorre las cuidades. Un reflejo del vivir deprisa, de una sociedad enferma por avanzar aunque eso signifique renunciar al pasado. Como los cantes del campo. El mismo destino que una voz flamenca que huye entre trigales perdida en la memoria.
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/09/andalucia_sevilla/1284053392.html