El mosquito de 1800

El virus del Zika está abriendo todos los telediarios últimamente y hay quien se sorprende de que su método de propagación sea la picadura de un mosquito. Sin ánimo de querer comparar una cosa con la otra, porque en absoluto son equiparables, cabe recordar que algunas de las grandes epidemias de la historia también se extendieron por mordeduras de insectos. Sin ir más lejos, la fiebre amarilla que hizo que enfermara casi toda la población de Sevilla en 1800 fue transmitida… por un mosquito.

Por aquel entonces, la capital hispalense contaba con unos 80.000 habitantes, cifra muy inferior a la que había tenido en siglos anteriores, y ésta se redujo aún más cuando la fiebre amarilla hizo acto de presencia. Llegó previa escala en Cádiz, donde había atracado un buque llamado ‘Delfin’ que procedía de La Habana (Cuba) y traía pasajeros enfermos. Triana fue el primer barrio donde aparecieron masivamente los síntomas (cefalea, calentura, ictericia, vómitos, hemorragias, diarrea…), hasta el punto de que la iglesia de Santa Ana tuvo que ser cerrada por el elevado número de defunciones, al tiempo que se trasladaba el Santísimo al convento de San Jacinto.  

Rápidamente la plaga fue expandiéndose por toda la ciudad, creando un ambiente desolador y una sensación de pánico generalizado. Las autoridades municipales ordenaron que todos los cadáveres fueran enterrados en el mismo sitio (el cementerio de San Lázaro) para evitar más contagios, y ni siquiera se hicieron excepciones con los clérigos o los hombres más acaudalados. Además, se recomendó firmemente que se restringiera el contacto con los enfermos (aunque fuesen familiares directos) y se estableció un cordón de seguridad en la frontera con Cádiz para que nadie pudiese entrar ni salir de la ciudad. Sin más medicamente que la fe, prácticamente todos los sevillanos terminaron contrayendo el virus, aunque ‘sólo’ 15.000 murieron como consecuencia de él. 

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