El pescaíto: una nueva tradición

Si hay alguien que piensa que la noche del pescaíto tiene siglos de historia y que nuestros abuelos ya disfrutaban de ella en su juventud, se equivoca. Se trata de una tradición relativamente nueva, con no más de 30 años de antigüedad, que ha arraigado con fuerza y rapidez entre los sevillanos. Originalmente, la noche del lunes al martes de Feria era especial porque se realizaban las pruebas del alumbrado y los propietarios de las casetas se reunían para dar los últimos retoques a sus dependencias, no porque ese día abundaran los chocos, el cazón en adobo y las puntillitas. De hecho, no era un día de afluencia masiva al Real, sino más bien de carácter íntimo y reservado.

Evidentemente, por la hora en la que se llevaba a cabo el encendido eléctrico (00:00), los presentes aprovechaban la ocasión para tapear en buena compañía, pero no había una especial preferencia por el pescaíto frito. Esa moda fue imponiéndose en el último tercio del siglo XX por motivos no demasiado claros, al tiempo que el ambiente ‘privado’ de ese día se hacía cada vez más público. Ahora, aunque oficialmente la Feria comienza a las 12 de la madrugada, podría decirse que oficiosamente arranca unas horas antes, cuando las freidoras echan humo y miles de personas acuden al Real elegantemente vestidos para degustar el pescaíto frito.

Para no crear confusión en las personas que nos leen desde fuera de Sevilla, conviene aclarar que el pescaíto frito se puede comer en las casetas cualquier otro día, y que la noche del lunes al martes también se comen otros productos típicos de esta fiesta, como son las gambas, el jamón, el queso, los montaditos, etcétera. Todo ello, acompañado de manzanilla, cerveza, vino, refresco o del famoso ‘rebujito’, otro producto que ha calado hondo en la capital hispalense.  De él hablaremos con detenimiento en el siguiente artículo. 

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