Aunque parezca mentira, el rebujito tiene su origen más remoto en… Inglaterra. Tal como lo oyen. Los británicos lo llamaban ‘sherry cobbler’ y estaba elaborado con vino de Jerez, agua carbonatada, una rodaja de naranja y hielo, ingredientes casi idénticos a los que hoy se utilizan para hacer el cóctel más famoso de la Feria de Abril. Este cóctel gozó de una gran popularidad durante la época victoriana (1837-1901) y estaba considerado como una bebida para enamorados. De hecho, solía tomarse con pajita para darle un toque más romántico y muchos personajes célebres, como el novelista Charles Dickens, cayeron en sus redes.
Trasladado a nuestra tierra, el rebujito que conocemos (manzanilla más Seven Up o Sprite) empezó a implantarse a mediados de los noventa. Mucho tuvo que ver en ello la ingeniosa campaña de marketing llevaba a cabo por una marca de manzanilla, la cual se propuso llegar hasta el público más joven a través de una de las fiestas más importantes de Andalucía. No es de extrañar, por tanto, que tras el éxito cosechado en el Real, el rebujito se expandiera rápidamente a todas las romerías y ferias de la región. Cabe reseñar, no obstante, que en determinados lugares se han permitido algunas licencias a la hora de modificar la receta.
Por ejemplo, hay quien le añade hierbabuena o menta para darle un toque más extravagante. En Jerez y el Puerto de Santa María se utiliza vino fino en lugar de jerez, mientras que en Córdoba y Rota prefieren el vino blanco autóctono como condimento principal. Por su parte, en Trebujena son más originales aún, puesto que emplean el mosto local y lo llaman ‘Trebujito’. En lo que sí hay consenso es en las proporciones (1/3 de vino por 2/3 de refresco) y en la necesidad de servirse bien frío y en pequeñas copas de cristal. Además, su bajo contenido en azúcares y alcohol (comparado con otros cócteles) lo convierten en una bebida muy recurrente si se ingiere con moderación y acompañado de buenas tapas.