Si la invención del avión fue un paso de gigante para la humanidad, la invención del avión a reacción no le fue a la zaga. No en vano, la versión mejorada permitía volar más alto, más rápido y con mayor autonomía, de ahí que abriera la puerta a las rutas intercontinentales sin necesidad de escalas. Y si nos adentramos en el terreno militar, las ventajas eran ilimitadas. No es de extrañar, por tanto, que fuesen los alemanes los primeros en utilizarlo durante la II Guerra Mundial, un periodo marcado principalmente por las masacres, pero también por los importantes avances tecnológicos que se desarrollaron.
En España hubo que esperar al 12 de agosto de 1955 (hace justamente 60 años) para ver un avión a reacción cien por cien nacional. Se trataba del HA-200, conocido popularmente por el nombre de ‘Saeta’ y construido por Hispano Aviación, que tenía una de sus factorías en el barrio de Triana. Esta empresa tenía fuertes vínculos con Willy Messerschmitt, uno de los principales ingenieros aeronáuticos del régimen nazi, a quien consiguió ‘fichar’ durante un par de años para materializar un avión de entrenamiento y ataque a tierra.
El prototipo despegó desde el aeródromo de San Pablo con el piloto Fernando de Juan Valiente a los mandos. No llevaba matrícula ni ningún tipo de armamento, pero sí mantas de amianto para cubrir sus reactores, ya que alcanzaban la temperatura de 200 grados. Posteriormente se corrigió este problema con la inclusión de dos toberas concéntricas, una para el motor y otra para la salida de gases, y se incorporaron las metralladoras y las bombas que habían estado presentes en su diseño original. Con todos estos ingredientes, incluida una velocidad máxima de 700 kilómetros por hora, el ‘Saeta’ se convirtió en un referente de la industria aeronáutica española y llamó la atención de otros países, entre ellos Egipto, que decidió comprar diez unidades.