Por proximidad en el tiempo, la Exposición Universal de 1992 suele ser uno de los temas más recurrentes de los sevillanos, pero en nuestra ciudad hubo otra muestra internacional de gran envergadura. Hablamos, naturalmente, de la Exposición Iberoamericana que arrancó el 9 de mayo de 1929 y duró hasta el 21 de junio de 1930. La idea fue concebida por el comandante de artillería Luis Rodríguez Caso y desde el primer momento tuvo muy buena acogida tanto en la Administración local como en la nacional, pero, como es habitual en proyectos de gran magnitud, precisó de un periodo amplio de maduración (dos décadas) para que se transformara en realidad.
La Exposición Iberoamericana le dio un lavado de cara a Sevilla, que hasta entonces no estaba preparada para ser un foco turístico de primer nivel. Por esta razón se llevó a cabo una profunda remodelación de las infraestructuras relacionadas con la luz, el agua, la pavimentación y el hospedaje, y con ella, la ciudad rejuveneció y se adaptó a los nuevos tiempos. Además, la implicación del rey Alfonso XII y la participación de las mentes hispalenses más brillantes del momento, como las de Aníbal González (arquitecto) y Torcuato Luca de Tena (periodista), garantizaron el éxito de una feria que movió más de ochenta millones de las antiguas pesetas, una ingente cantidad de dinero teniendo en cuenta que la entrada costaba dos pesetas.
La muestra abarcaba el Parque de María Luisa, el Prado de San Sebastián, los jardines del Palacio de San Telmo, el Paseo de las Delicias y una parte de lo que hoy es el barrio de Heliópolis. Argentina,Chile, Guatemala, Perú,Colombia,Uruguay, México,Cuba y República Dominicana tuvieron un pabellón permanente, mientras que Venezuela, El Salvador, Panamá,Costa Rica,Bolivia y Ecuador expusieron sus ‘tesoros’ de manera intermitente. Como datos curiosos, cabe destacar también que se construyó un estadio deportivo (el ‘Stadium’) y un parque de atracciones junto a la Avenida de la Raza. Y para recorrer todas las instalaciones de la Exposición Iberoamericana de 1929 de una manera cómoda y amena, se puso en marcha un carismático tren urbano llamado Liliput.