La Soledad

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Parroquia de San Lorenzo 1

Parroquia de San Lorenzo 2

Parroquia de San Lorenzo 3

Plaza de San Lorenzo

Cinco antiguas y señeras Hermandades hispalenses confluyen hoy día en esta corporación penitencial que cierra la Semana Santa sevillana desde mediados del siglo XVI: la Primitiva Hermandad de Nazarenos de Nuestra Señora de la Soledad, la Hermandad Sacramental de San Lorenzo (fundada por doña Teresa Enríquez «La Loca del Sacramento» en los albores del quinientos), la Hermandad Sacramental de la extinguida demarcación parroquial de San Juan de Acre, la Hermandad de las Ánimas Benditas de San Lorenzo y la Hermandad letífica del Rosario de Nuestra Señora de Rocamador (fundada en 1691).

 

El primer dato documentado (1549) sitúa a la Hermandad de la Soledad en el Monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos (hoy parroquia de San Benito), extramuros de la Puerta de Carmona, desde donde hacía estación al templete de la Cruz del Campo. Allí continuaba en 1557, año de la aprobación de las primeras Reglas, que marcarían la antigüedad en el riguroso orden que debían guardar las Cofradías en las procesiones generales de aquel tiempo (Corpus, Bula de la Santa Cruzada, del Cristo de San Agustín, etc.) y que las hermandades defendieron con tanto celo. Tras pasar breves estancias en las iglesias del convento de Santiago de la Espada o de los Caballeros, donde se encuentra en 1561, y del Hospital del Amor de Dios (hacia 1568), se estableció definitivamente en 1575 en el monasterio casa-grande del Carmen Calzado de Sevilla, siendo este hecho refrendado por Gregorio XIII en 1584 mediante Bula Pontificia. Años antes, en 1570, durante su única visita a Sevilla, el rey Felipe II había acudido a orar ante la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, advocación de la cual fue siempre gran devota su tercera mujer, Isabel de Valois. En 1594 la Capilla de la Soledad fue agregada en gracias espirituales a la Basílica romana de San Juan de Letrán bajo el pontificado de Clemente VIII.

La imagen de la Virgen de la Soledad que hoy conocemos era la misma que recibía culto en esta época, lo que casi con toda seguridad la sitúa como la más antigua dolorosa de las que procesionan en la Semana Santa sevillana. Por diversa documentación procedente tanto del Archivo de la Hermandad, especialmente en el inventario de 1597, como de otros externos, así como por datos iconográficos de la propia escultura, sobre todo los deducidos después de la última restauración, sabemos que la imagen en su origen era de talla completa y en una época cercana a 1570, fue mutilada y adaptada a candelero para poder ser vestida.

La hermandad salía en un principio en la noche del Jueves Santo y luego en la Madrugada del Viernes Santo, pero pasó a la tarde de este día en 1567 cerrando desde entonces la Semana Santa sevillana. En la procesión de dicho día llevaba unas parihuelas con una cruz desnuda sobre su calvario, unas andas con un Cristo Yacente en su sepulcro y por último el paso con la Virgen de la Soledad sin palio ni cubierta alguna. En el regreso de la estación de penitencia, se dejaba el paso del Entierro de Cristo en el cercano convento del Dulce Nombre de Jesús en la calle Baños y la Virgen regresaba a su capilla. El Domingo de Pascua efectuaba una representación con otras dos imágenes hoy desaparecidas: un Cristo Resucitado y una Virgen de gloria que se encontraban, efectuando un simulacro que tuvo gran influencia en otras cofradías. Así se fundan a partir de ahora, en la Andalucía Baja, muchas hermandades con la advocación de Nuestra Señora de la Soledad emulando a la sevillana, la mayoría de la cuales han conservado hasta hoy el culto al Cristo Yacente. Nuestra hermandad sin embargo, a principios del siglo XVII, dejaría como única titular a la imagen de la Virgen por dos motivos principalmente: por la fundación en la ciudad de la Cofradía del Santo Entierro y por la prohibición en 1604 del Cardenal Niño de Guevara a que se efectuara la relatada representación de la Resurrección.

Así en el cambio de siglo se efectuaría la estación de penitencia ya sólo con el paso de la Cruz y de la Virgen, estrenando el Viernes Santo de 1606 un paso de palio, hecho histórico por ser la primera dolorosa sevillana en salir de esta manera. Este paso se enriquecería posteriormente con varales y otros objetos de plata. El paso de la Cruz sufrió una importante transformación en 1631 al efectuar nuevas andas Alonso Cano, quizás la única obra que se conozca del genial y polifacético artista granadino para una cofradía sevillana.

No obstante el principal esfuerzo de la Hermandad de la Soledad no fue en el orden procesional, sino en el cultual, ya que se realizaron importantes obras y reformas en la capilla durante toda la decimoséptima centuria para engrandecer la devoción a Nuestra Señora de la Soledad. De esta iglesia ya dieron noticia detallada los diversos cronistas de la ciudad, que la colocaron entre las más ricas de Sevilla. Desde luego en envergadura, entre las pertenecientes a las cofradías, era la mayor con cuarenta y dos metros de nave sin contar con el presbiterio. Destacan las obras de 1603 cuando se coloca una campana de 137 libras de peso y la que se inicia en 1631 y termina en 1639 cuando Manuel Díaz pinta los frescos. En 1682 se pretende dar más realce a la veneración de la Virgen de la Soledad, encargando la construcción del altar mayor al arquitecto de retablos Bernardo Simón de Pineda, con el que colaboraría Pedro Roldán en la faceta escultórica. Años después el referido artista culminaría su obra con el revestimiento con maderas nobles y marfil de las gradas del presbiterio, que eran conocidas por subirlas los devotos de rodillas para alcanzar diversas gracias e indulgencias. Según González de León en el apartado de plata no se quedaba atrás en magnificencia, y entre frontales de altar, lámparas, candeleros, otros objetos litúrgicos y adornos para los pasos, sumaba más de noventa arrobas (unos 1.000 kilos) de metal argénteo.

A lo largo del siglo XVIII se fue consolidando el carácter nobiliario de la corporación. Así en una lista de donativos de mediados de siglo aparecen reseñados como hermanos 22 marqueses (Carrión de los Céspedes y Villafranca del Pítamo, Dos Hermanas, Gelo, la Motilla, Paterna del Campo, Tablantes, Torre Blanca del Aljarafe, Las Torres, Vallehermoso, etc.), ocho Condes (del Águila, Casa Galindo, Gerena, de la Jimena, Lebrija, Mejorada, Peñaflor y Santa Gadea) y numerosos apellidos de ilustres linajes (Céspedes, Lasso de la Vega, Pérez de Guzmán, Ponce de León o Vargas Machuca). Se renuevan las reglas en 1707, procesionando de manera regular durante toda la centuria, siempre en último lugar el Viernes Santo, privilegio secular que le exoneraba de acudir al anual Cabildo de Toma de Hora en el cual el resto de las Hermandades, junto con la autoridad municipal, establecían los horarios, itinerarios y orden de salida de las restantes cofradías sevillanas. Tampoco se descuidó, antes al contrario, se mejoró grandemente el exorno de la capilla propia que tenía en el Convento del Carmen (1724) y también el de los pasos y enseres que sacaba en la procesión (1789).

La invasión francesa de Sevilla en 1810, y la conversión de la capilla de la Soledad en establo del cuartel instalado en el antiguo convento del Carmen pocos días después, puso punto y final a un estado de progresiva decadencia corporativa. La imagen de la Virgen pasó por varios oratorios particulares hasta ser depositada en la parroquia de San Miguel. En estos oscuros años desaparecieron todas las alhajas y los más de mil kilos de plata que la piedad de los sevillanos fue entregando a la venerada imagen durante siglos de devoción. En 1860 el tesón de varias personas, entre ellas el abogado e historiador de las Cofradías José Bermejo, consiguió volver a sacar la Cofradía el Viernes Santo. En San Miguel residió hasta 1868, cuando la revolución de «La Gloriosa» cerró el templo y decretó su derribo. Las gestiones del hermano soleano don Eugenio Fernández de Zendrera, presbítero en San Lorenzo, fructificaron y a la parroquial laurentina llegó la Hermandad en octubre de 1868 casi con lo puesto: la imagen de la Virgen, una corona de plata varias veces embargada, las lozas de Génova y dos rejas de hierro que se colocaron en la antigua capilla de la Pastora. Hasta 1875 la Cofradía alternó en sus salidas el palio y el paso de talla para la Soledad, además de procesionar en ocasiones el paso alegórico de la Santa Cruz.

Entre los principales hitos del siglo XX podemos destacar los siguientes: la inclusión en 1911 de la bandera asuncionista al cortejo penitencial (fue la primera Cofradía sevillana en hacerlo); primer besamanos de la Virgen (1929); cambio al Sábado Santo e incorporación de numerosos niños a la Cofradía (1956); celebración del IV Centenario de la Corporación (1957); reforma de la capilla (1957); traslado de la Virgen al barrio de San Jerónimo para presidir un centro misional y visita de la Virgen al cementerio (1965); fusión con la Sacramental de San Lorenzo (1970-1977); creación de la cuadrilla de hermanos costaleros (1976), el estreno de una diadema de oro (1978), salida de la Virgen en el Vía Crucis de las Hermandades sevillanas (1988), la inauguración de una nueva y más amplia Casa Hermandad (1994), incorporación como titular del Beato Marcelo Spínola (1997) y la incorporación de la mujer al cortejo nazareno (2000).

De las muchas personas que han hecho grande esta Hermandad con su tesón, esfuerzo y voluntad, merecen destacarse a don Antonio de Cabreros (1606), impulsor del primer palio; don Gaspar de Manrique, Hermano Mayor perpetuo en 1620; don Alonso Núñez de Villena y Guzmán, mayordomo durante las obras de embellecimiento de la capilla del Carmen; el marqués de Rivas del Jarama, don Rafael Manso de Santa Cruz y Domonte, impulsor de la reorganización en 1860; don José Bermejo y Carballo, secretario y mayordomo en los difíciles años finales de San Miguel (1860-1868); el poeta don José Lamarque de Novoa, Hermano Mayor y autor de la letra para unas coplas; don Juan Barquero, párroco de San Lorenzo y Hermano Mayor en el dilatado período 1912-1946; don Antonio Petit García, eterno mayordomo y Hermano Mayor en los decisivos años 1954-1961; el poeta y escritor don Joaquín Romero Murube, primera medalla de oro de la Hermandad en 1961, a la que cedió los derechos de autor de varias de sus obras; don José de Rueda Carrión, inventor del «Sobre de la Caridad», Hermano Mayor activísimo entre 1961 y 1978, y medalla de oro de la corporación en 1975.

A lo largo de su ya dilatada Historia, la Hermandad de la Soledad se ha regido por ocho Reglas distintas: 1557, las fundacionales; 1617, las primeras que exigían la nobleza para poder ingresar en la corporación; 1707, recientemente descubiertas; 1862, redactadas por José Bermejo, aprobadas por Isabel II y que eximieron ya de la nobleza para el ingreso en la corporación; 1946; 1961; 1977, las de la fusión con la Sacramental, y las de 1988, actualmente en vigor.

Desde mediados del siglo XVI la Hermandad de la Soledad ha venido cerrando la Semana Santa sevillana. Hasta 1956 procesionaba en último lugar el Viernes Santo. Con la reforma litúrgica pasó a cerrar las Cofradías de la nómina del Sábado Santo. El hábito actual de los nazarenos se compone de túnica de sarga o lienzo blanco de cola, ceñida por cíngulo de algodón negro, y escapulario, manguitos y antifaz también negro, atuendo muy similar al que ya usaban los hermanos de esta Cofradía a finales del siglo XVI. En la estación de penitencia participan unos 850 hermanos entre nazarenos, penitentes, costaleros, acólitos y auxiliares. La nómina actual de hermanos roza los 2.100. El recorrido procesional tiene una longitud aproximada de 3.325 metros que es cubierto en cinco horas.

La Junta de Gobierno está compuesta en la actualidad por 19 miembros elegidos cada cuatro años. La Hermandad celebra anualmente diversos cultos internos entre los que podemos citar el Triduo en honor de Ntra. Sra. de Roca-Amador (febrero), los Besamanos de la Virgen (del viernes al domingo de Carnestolendas y el viernes de Dolores), el Quinario y la Función Principal de Instituto (el primer domingo de Cuaresma), la Función de los Dolores de Nuestra Señora (septiembre) y el Triduo a las Ánimas Benditas (noviembre). También todos los viernes del año se oficia una misa en la capilla de la Soledad. Esta Hermandad, pionera en tantas cosas, fue la primera que en 1962, durante la celebración del Concilio Vaticano II, unificó la matinal Misa de Comunión General y la vespertina Función Principal de Instituto, que hasta entonces se venían celebrando por separado. Los cultos externos son dos: la salida penitencial del Viernes Santo (aunque desde 1956 se celebra el Sábado según el acuerdo capitular que anualmente tienen que renovar los hermanos convocados en Cabildo General de Salidas) y la procesión de enfermos e impedidos con Su Divina Majestad que se celebra el domingo de la Ascensión.

La Caridad ha sido, y sigue siendo, un pilar básico en la vida de la Hermandad. Ya en el siglo XIX se instituyó un seguro mutuo para socorrer a hermanos y devotos necesitados. El recordado Hermano Mayor José de Rueda Carrión fue el inventor del «Sobre de la Caridad». En él aparece impreso un texto que ha sido copiado por otras hermandades de sitios tan lejanos como León o Valladolid. Las aportaciones que nazarenos, costaleros, acólitos y devotos hacen en este sobre durante la Semana Santa se depositan en una bolsa de terciopelo negro a los pies de la Virgen de la Soledad durante la estación de penitencia.

Desde marzo de 1972 se edita ininterrumpidamente el boletín. La Hermandad también organiza anualmente un ciclo de conferencias sobre un determinado tema que varia, una cruz de mayo en el patio principal de la casa-palacio de los Bucarelli (hoy de los condes de Santa Coloma), unas jornadas de convivencia juvenil y un prestigioso concurso de diapositivas que ya va por la XXI edición. Además la corporación participa activamente en los encuentros y convivencias que periódicamente organiza la Coordinadora de Hermandades y Cofradías de la Soledad.

La Hermandad de la Soledad ocupa en San Lorenzo la capilla antaño dedicada a la Divina Pastora, imagen que hoy se venera en el cercano convento de San Antonio de Padua. El recinto es uno de los espacios más antiguos del templo, y en su origen (siglo XIV) debió ser, al igual que la capilla frontera del Cristo de las Fatigas o de la Milagrosa, una capilla qubba mudéjar para enterramiento de alguna familia noble de la época. Preside la capilla un retablo dieciochesco (h.1732) que ocupa en su totalidad la pared del fondo.

 

                                                      Fuente: www.hermandaddelasoledad.org

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