Posiblemente, alguna vez se habrán preguntado por qué la Catedral de Sevilla está rodeada de cadenas. No se trata de ninguna medida de seguridad para proteger el edificio, sino de un legado del siglo XVI. Por aquel entonces, existían diferentes órganos de justicia y distintos criterios entre los mismos, de ahí que a cada acusado le interesara ser juzgado en uno u otro. La justicia ordinaria tenía fama de ser la más dura, y por lo tanto, todo el mundo quería esquivarla. Los soldados lo tenían fácil porque podían declarar ante un tribunal militar, y los curas, ante la autoridad eclesiástica, pero el resto de los mortales tenía que buscarse otras artimañas.
La más recurrente era el ‘derecho de asilo’, un principio legal que impedía a los alguaciles entrar en los lugares sagrados para detener a los presuntos delincuentes. La escena de un fugitivo recluyéndose en una iglesia la hemos visto en muchísimas películas y era bastante frecuente en estos tiempos. Sin embargo, a veces surgía la duda de dónde estaba exactamente la frontera que separaba la jurisdicción eclesiástica de la civil. Por ello, y para acabar con las interpretaciones subjetivas, en 1565 se colocaron las cadenas que rodean a la Catedral de Sevilla. Una vez instaladas, también fueron muy útiles para evitar que los mercaderes entraran en el templo con sus caballos y carros en los días de mal tiempo.
Alrededor de la Catedral hay exactamente 157 columnas encadenadas. Se sabe que las más antiguas fueron traídas de Itálica, pero de las demás se desconoce su procedencia. Cabe destacar que 100 de ellas son pareadas, mientras que las restantes son individuales, o también llamadas ‘solitarias’. En cuanto a los materiales, las hay de granito, de mármol y de piedra, dependiendo de la época en la que fueron apostadas. Las cadenas también son heterogéneas, puesto que algunas poseen eslabones redondeados, y otras, cuadrados.