Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, a la carta.

A petición de una amiga, hoy vamos a hablar de Doña María Coronel.
Hablar de ella es hablar de Pedro I, el cruel, de Doña María de Padilla, de Juan de la Serna, su esposo, de su hija Leonor, de Doña Blanca de Castilla, antes de Borbón, de Doña Aldonza, su hermana, de la Torre del Oro, y por supuesto de Sevilla.

Se conoce su nacimiento, su ascendencia, su familia, su esposo, su hija, su hermana y varios acontecimientos de su vida social.
No todos los historiadores se ponen de acuerdo.
Eran tiempos difíciles. Había guerras casi continuas por la posesión de los distintos reinos. Había amores cruzados y sobre todo hay mucha leyenda en torno a esta mujer sevillana.

Para situarnos, sin demasiadas fechas, su vida transcurre en el siglo XIV.

Como siempre, dejo a los estudiosos el análisis de la vida social y política de este siglo.
Confiando en que con tantas rencillas, tantas guerras, tantos señoríos, tanta mezcla de familias, y con tantas insidias, que a veces llegaron al asesinato, no se pierdan demasiado.
Yo recuerdo haberlo estudiado, supongo que pasaría un examen, y a lo mejor, hasta lo aprobé.
Hoy, no me apetece meterme en estos berenjenales.

Fue la primogénita de un poderoso noble castellano, Don Alfonso Fernández Coronel, y de su favorita Doña Leonor, se supone que de la familia de Guzmán el Bueno, con la que tuvo cinco hijos.
Se casa con el infante Juan Alfonso de la Serna, descendiente del rey Sabio y del rey francés Luis IX.
Parece que entre ellos había un parentesco de sangre, en segundo o tercer grado.
Tuvieron una única hija, Leonor, que falleció doncella, o mocita, o soltera, según el término empleado en cada siglo.
Se dice que, Leonor, está enterrada en Sevilla, en el convento de Santa Inés.

Yo, ya, casi me estoy perdiendo. Y eso que sólo digo lo esencial para poder conocer la existencia, no muy feliz, de esta mujer.
Para no perderme más, termino con su familia. Su esposo fue asesinado o mandado asesinar por Pedro el Cruel.

¡Y vamos con Pedrito!
Nos os cuento sus orígenes, sólo parte de su vida.
Murió asesinado por su hermanastro Enrique II de Trastámara.

Entre su nacimiento y su muerte, dejando de lado los hechos bélicos y políticos, este hombre fue un perseguidor de mujeres.
Se casó con la princesa francesa Doña Blanca de Borbón, y a los tres días de casado la abandona – no se saben las causas- la encierra en el castillo de Arevalo, y se va con su amante Doña María de Padilla.
Las consecuencias de estos hechos desencadenarán actos bélicos, asesinatos, insidias, ambición de poder, etc.
Sus amores con María de Padilla eran alternados con otros amoríos. Y tanto era el escándalo, que hasta el Papa tuvo que intervenir.

¡Si un programa de cotilleo cogiera esta historia, tendrían material para varias temporadas!

Se encapricha de Doña Aldonza, hermana de María Coronel.
La hace suya, como se decía en el lenguaje de la época, y la instala en la Torre del Oro.
Dice la leyenda que esta Torre le sirvió como escondite de sus amantes.
Mientras, a María de Padilla la tenía instalada en el Alcázar.
Y, por si esto no fuera suficiente, los partidarios de Doña Blanca de Borbón, pretendían que mantuviera relaciones conyugales con ella, y así hacerse con el reino de Castilla.

Viuda ya, Doña María Coronel, Pedro I, se encapricha de ella.
La dama no accede a su cortejo y esto emberrenchina más a Don Pedro, que usa toda su influencia como rey, y todas sus artes de seducción como hombre.

Y aquí empieza la leyenda.

Doña María Coronel, a la muerte de su esposo, se aparta de la vida mundana. Y se retira a llorar su desgracia. Sin hija, sin marido y sin dinero. Porque, siempre según la leyenda, Don Pedro la desposeyó de todas sus pertenencias, que eran muchas, y de todos sus bienes.

Era una estrategia para que ella se rindiera a sus plantas.
No contó con la tenacidad y honestidad, de una mujer infeliz, pero fuerte en sus convicciones.
Fue tal el acoso del rey, que Doña María decide ingresar en el convento de Santa Clara. Pensando, quizás, que esto desanimaría a Don Pedro.
Los dos se equivocaban.

El rey continuó asediándola, ciego de ardor y despecho, e incluso aprovechó a sus seguidores para que le ayudaran a conseguirla.
María Coronel, siempre según la leyenda, deformó su cuerpo y hasta llegó a echarse aceite hirviendo para desfigurar su cara.
Horrorizado, el rey, cesó en su empeño.

No queda claro si finalmente funda el convento de Santa Inés, al recuperar parte de lo que le fue arrebatado.
Tampoco se ponen de acuerdo los historiadores sobre la fecha de su muerte.

Y cito textualmente:

“Su apartamiento de los asuntos mundanos era ya algo antiguo y había surgido tras el fallecimiento de su marido, encarcelado y muerto por orden del rey Pedro I de Castilla. Las innumerables penalidades sufridas, junto con la entereza de su carácter y las sólidas virtudes que demostró ante ellas, hicieron que su fama se propagase y que su historia fuese adornada y enriquecida por anécdotas y situaciones que procuraban enaltecer aún más sus cualidades. Años antes de fundar este convento la ilustre dama había buscado refugio en la ermita de San Blas, existente en las inmediaciones de la parroquia de Omnium Sanctorum.”
“María Coronel, ya viuda, se retira al convento de Santa Clara donde se hace monja, pero el rey Pedro I, se ha encaprichado de su hermosura y la sigue hasta Sevilla. María, para evitar su acoso, desfiguró su rostro con aceite hirviendo. Funda el convento de Santa Inés en 1376 siendo su primera abadesa, hasta su muerte. Fundación que tiene lugar una vez recuperadas sus posesiones por gracia de Enrique II, en la misma casa de sus padres junto a la parroquia de San Pedro, para su mantenimiento ella donó sus posesiones en Sevilla, Carmona y el Aljarafe, y los castillos de su padre los donó al infante Fernando de Antequera en 1409 a cambio de que él terminara la construcción del monasterio y entregara una renta anual a sus monjas.
Enterrada en el coro de la iglesia del convento que funda, su cuerpo incorrupto fue encontrado a mediados del siglo XVI cuando se hacían unas obras, desde entonces se venera en Sevilla y puede verse cada 2 de diciembre tras una urna de cristal.”

No me hago responsable de ninguno de los dos textos, ni de su redacción. Me limito a copiarlos.

Todas las historias de Sevilla son interesantes y, cumpliendo el deseo de una amiga, aquí os dejo esto.

Parece una clase de Historia, ¿verdad?
¡Pues no os podéis imaginar lo que he omitido!

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos, y a la carta.

 

Manuela Sosa Martin.

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