Los estertores de la Inquisición

La Inquisición Española fue una institución creada por los Reyes Católicos en 1481 para perseguir, juzgar y castigar a los herejes. Estuvo operativa hasta 1834, es decir, durante tres siglos y medio, y en Sevilla hay una cruz que conmemora el último acto de fe que se realizó en el Monasterio de San Francisco. Se encuentra en la plaza que lleva su nombre, concretamente, en el rincón que une el Arquillo del Ayuntamiento con la puerta de entrada a la Sala Capitular. Allí, al aire libre, en una posición esquinada pero igualmente visible, pasa desapercibida para casi todos los viandantes.

Por su ubicación, se la conoce como la cruz del Arquillo, aunque su nombre real es el de ‘Las siete cabezas’, en referencia al número de querubines que presenta este madero. Fue realizado en piedra hace 112 años para sustituir al original, que era mucho más sencillo y tenía un estilo que no casaba con el entorno, de ahí que fuese suprimido.  Cabe reseñar que, en 2007, la cruz sufrió los estragos del vandalismo y perdió uno de sus brazos, si bien ya apareció restaurado durante la Semana Santa de 2008.

Como decimos, esta cruz recuerda la última ejecución que se llevó a cabo en el Monasterio de San Francisco, pero hubo otras posteriores en la ciudad, atribuibles a los últimos coletazos de esta temible institución. A tenor de la documentación existente, la última sentencia se dictó en 1781, cuando una monja fue condenada a morir en la hoguera por seguir la doctrina del molisonismo, que perseguía la supresión de la voluntad. La beata Dolores, que se encontraba ciega y en una avanzada edad, fue conducida al quemadero del Prado de San Sebastián. Contaron algunos testigos que, presa del miedo, confesó a última hora y recibió como ‘compensación’ la horca, aunque, una vez fallecida, su cuerpo sucumbió a las llamas. 

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