Los Galindos: ¿crimen perfecto o investigación imperfecta?

Ocurrió hace 40 años y prescribió hace 20, pero el crimen de Los Galindos sigue estando en la memoria de muchos sevillanos. Y muy especialmente, en la de los paradeños, pues se cometió en su localidad (Paradas).

Todo sucedió en la calurosa tarde del 22 de julio de 1975. Unos braceros habían finalizado su trabajo y volvían a la finca de Los Galindos cuando vieron una columna de humo saliendo del cobertizo. Corrieron y se apresuraron a apagar las llamas, pero la sorpresa fue aún mayor cuando descubrieron un reguero de sangre en el patio. Inmediatamente llamaron a la Guardia Civil, que fue descubriendo cadáveres paulatinamente hasta llegar a la cifra de cinco. El primero, el de Juana Martín, esposa del encargado del cortijo, que había sido golpeada brutalmente en la cara. Los siguientes fueron los de José González, tractorista del cortijo, y su mujer Asunción Peralta (embarazada de seis meses), que aparecieron calcinados. La tragedia aumentó con el hallazgo de Ramón Parrilla, otro tractorista que perdió la vida como consecuencia de varios disparos de escopeta por la espalda.

 

Cuando estas cuatro personas recibieron sepultura, todas las sospechas de culpabilidad apuntaban a Manuel Zapata, capataz de la hacienda, pero por aquel entonces su cuerpo ya estaba descomponiéndose debajo de un montón de paja. Era la quinta y última víctima.

Precisamente en el lugar en el que fue hallado había orinado un agente en los primeros días de investigación, un hecho que deja a las claras lo mal que estuvo orquestada en las horas decisivas. No debe sorprender, por tanto, que el crimen nunca se resolviera a pesar de los esfuerzos realizados en los meses y años posteriores. De hecho, el caso fue reabierto hasta en cuatro ocasiones e incluso llegaron a exhumarse los cadáveres para intentar encontrar nuevas pruebas.

¿Qué desencadenó semejante matanza? Se barajaron varios móviles: motivos pasionales, políticos, drogas, plantaciones ilegales… Una de la hipótesis tenía a José González, uno de los fallecidos, como principal sospechoso, pues previamente había estado relacionado sentimentalmente con la hija del capataz y ésta había regresado al pueblo en esas fechas… encinta. Con todo, esta vía de investigación, que concluía con el suicidio de José, finalmente se descartó y las pesquisas fueron encaminadas a una reunión militar de algo rango que se había celebrado en la finca unos días antes, justo cuando Franco agonizaba. Pero de aquello nunca más se supo, el crimen quedó impune, y los asesinos, en libertad. Eso sí, los familiares y allegados de las víctimas ni perdonaron ni olvidaron. “Aquí mataron a cinco”, rezaba un grafiti que se leyó durante años en una de las paredes de la finca. 

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