La leyenda del Cid Campeador narra las andanzas de un caballero castellano que llegó a dominar casi todo el Levante español en el siglo XI. Se llamaba Rodrigo Díaz de Vivar y su nombre evoca tenacidad, valentía, constancia y vigorosidad. Todos esas cualidades ya quedaron de manifiesto en el célebre cantar que popularizó la frase de “Sangre, sudor y lágrimas, el Cid cabalga” y trataron de materializarse en distintas estatuas repartidas por todo el mundo (Nueva York, San Diego, Buenos Aires, Valencia, Burgos, Sevilla…).

Lamentablemente, el respeto que le profesaban al Cid hasta sus propios enemigos no ha servido como ejemplo para algunos de nuestros coetáneos. Tanto es así que la estatua de Sevilla ha acaparado páginas de periódicos en los últimos días debido a la restauración a la que será sometida, la cual incluirá un tratamiento ‘antigraffitis’. Así las cosas, se espera que cuando concluyan las tareas de reparación, que tendrán un presupuesto de 40.000 euros, el Cid Campeador estará bien protegido y los ‘artistas’ que ensucian las obras de los demás con botes de spray y otro tipo de sustancias indecorosas lo tendrán más difícil para entretenerse.