
Fue entonces cuando ocurrió que uno de los muchachos, se desasió del yugo de la campana y se precipitó al vacío de forma acelerada entre sus ropas de acólito. El párroco y todos los que lo contemplaron , lo sintieron rebotar en el suelo, como si fuera una pelota, y fue tal el estrépito que sonó cuando llegó al suelo, que todos quedaron asustados y temiendo lo peor… Pero el niño se levantó apresurado del suelo arreglándose sus vestiduras blancas y rojas de monaguillo. Entonces los curas se acercaron de prisas y lo llevaron al templo para examinarlo en la sacristía. Pero el niño no se quejaba de nada, no había sufrido ni un solo arañazo tras la espeluznante caída. Los curas no daban crédito a lo que estabas presenciando. Regresaron a la iglesia de Santa Ana y pudieron contemplar que la imagen s de la Señora Santa Ana esbozaba un amago de sonrisa….El niño que había salido ileso de aquel accidente siguió ejercitando de monaguillo y cada día encendía las velas del altar de Santa Ana.