La Buena Muerte de Los Estudiantes

En marzo de 1620, una cofradía de sacerdotes que tenía como sede la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, la actual Iglesia de la Anunciación, realizó un encargo a Juan Los estudiantesde Mesa, quien se comprometió a “dar hechas y acabadas dos imágenes de escultura, la una con Cristo Crucificado y la otra una Magdalena abrazada al pie de la Cruz, de madera de cedro, ambas a dos, de la estatura ordinaria humana… por 150 ducados”, rezaba el contrato. Seis meses después, las dos tallas fueron ya instaladas en un nuevo retablo para su veneración. De la imagen mariana poco se sabe, ya que desapareció sin dejar rastro, pero el crucificado sí ha llegado a nuestros días y no es ni más ni menos que el Cristo de la Buena Muerte de Los Estudiantes.

La expulsión de los jesuitas en el siglo XVIII propició que pasara a manos de la Universidad de Sevilla y que, posteriormente, se convirtiera en uno de los titulares de la Hermandad de Los Estudiantes. El Martes Santo de 1926, es decir, dos años después de la fundación de esta corporación, realizó su primera estación penitencia y gracias a ello se impidió su transferencia al Museo Nacional de Escultura de Valladolid, tal y como pretendía el Gobierno de España. No fue el único contratiempo serio al que tuvieron que hacer frente sus fieles, pues, sin ir más lejos, hace 30 años se vieron obligados a recurrir a los servicios de Francisco Arquillo para recolocar la cabeza de la imagen, que se había desprendido accidentalmente durante un traslado.

Para fortuna de todos los que amamos la Semana Santa de Sevilla, la imagen, que originalmente no fue concebida para salir en procesión, resistió a todos los reveses y hoy día es uno de los referentes de nuestra Semana Santa. Como bien indica su nombre, es un Cristo que acaba de perecer, de ahí que sus músculos estén relajados. Su cuerpo, tallado con una precisión que emboba por su naturalismo, pende de los tres clavos que atraviesan sus manos y pies, y su cabeza, ya vencida, ha caído sobre su lado derecho. Su rostro, exhausto y hermoso a partes iguales, nos hace ver que no hay por qué temer a la muerte.

El imponente caminar del Gran Poder

En el año 1620, Juan de Mesa esculpió a Jesús del Gran Poder, una de las imágenes más imponentes de la Semana Santa de Sevilla. Desde el punto de vista técnico, hablamos de una talla completísima, con extremidades articuladas y elaborada con madera de cedro sobre una peana de pino. Su envergadura (más de un metro de ochenta de altura) es lo primero que llama la atención, aunque una contemplación más pausada nos hace comprender la excelencia de la obra. La documentación hallada por Heliodoro Sancho Corballo revela que la Hermandad abonó al autor 2.000 reales El Gran Poderde a treinta y cuatro maravedíes cada uno por la ejecución del Cristo y del San Juan Evangelista, una cantidad que a día de hoy nos dice poco, pero que en su contexto deja a las claras que fue un encargo de peso.

¿Es perfecta la imagen? No. De hecho, si lo fuera, no conseguiría transmitirnos el sufrimiento que padeció Jesucristo de esa manera tan intensa. Lejos de ser un lastre, el deterioro que ha ido sufriendo con el paso del tiempo, principalmente en la policromía de su rostro, le ha dado un aspecto más realista si cabe, hasta el punto de que parece haber envejecido año a año, tal y como hacemos todos los seres humanos. No en vano, su convivencia con el humo de las velas ha desgastado y oscurecido su semblante notablemente y para darse cuenta de ello sólo hay que comparar las estampas de siglos atrás con las de ahora.

Otro rasgo marcado de su expresionismo es la posición de sus piernas. Cuando está subido en el paso y los costaleros caminan con paso firme y decidido, da la sensación de estar andando al ritmo de ellos con una zancada natural y prodigiosa. Si a su rostro inconfundible le unimos esta peculiaridad y el silencio sobrecogedor que le acompaña por las calles de Sevilla, obtenemos como resultado una atmósfera solemne y única. Hay quien dice que cuando se piensa en Jesucristo, la primera imagen que se le viene a la mente es la de Jesús del Gran Poder, aun a sabiendas de que sólo es una de las muchas advocaciones que podemos encontrar en la Semana Santa de nuestra ciudad.