Sevilla no sería como la conocemos hoy sin la herencia almohade. Los musulmanes dejaron su huella y construyeron lugares tan primorosos… que los cristianos, una vez reconquistada la ciudad, prefirieron conservarlos y readaptarlos a sus costumbres antes que demolirlos por completo y edificar otros nuevos bajos sus propios parámetros. Un ejemplo de ello es el Patio de los Naranjos, también conocido como el Corral de los Naranjos. Sus orígenes se remontan al siglo XII y fue concebido como un espacio ajardinado para celebrar fiestas y actos culturales a los pies de la antigua mezquita. Allí los fieles realizaban sus abluciones antes de entrar en el templo y, 800 años después, es fácil imaginar aquellas escenas, ya que subsiste la fuente (cuya taza es visigoda) y está acompañada por grabados del Corán en las paredes y el aroma inconfundible del azahar.

Hace mucho tiempo que dejó de tener un uso religioso y ahora hace las veces de espacio de recreo y monumento de visita obligada para los turistas. Para mejorar aún más si cabe su aspecto, el Cabildo de la Catedral ha puesto en marcha la restauración de la fachada norte, es decir, la que corresponde a la Puerta del Perdón (la que desemboca en la calle Alemanes), y se espera que en 2014 las obras hayan concluido y de esta manera, el Patio de los Naranjos presente un semblante más jovial.