Cuando se dice que Sevilla “tiene mucho arte”, la frase no sólo hace referencia a la simpatía de su gente, sino también al hecho de que esta ciudad ha sido cuna de grandes artistas y parada obligatoria para los genios que no nacieron aquí. Así pues, no es de extrañar que en la capital hispalense coexistan tantos teatros de calidad: Central, Quintero, La Cuadra, Lope de Vega, La Fundición, Alameda, Maestranza, etc. Hoy hablaremos de éste último, ya que está considerado uno de los mejores teatros vanguardistas de España. Su construcción partió de un concurso convocado 1986 por la Diputación de Sevilla, que era la propietaria del solar, con la idea de crear un centro cultural polivalente que fuese capaz de albergar eventos de diversa índole.
El proyecto ganador, el de Aurelio del Pozo y Luis Marín, tuvo bastante consideración con el pasado de la zona y permitió conservar la fachada del antiguo edificio del Cuartel de la Real Maestranza de Artillería que se ubicaba allí mismo, y esa es la explicación de por qué el teatro adoptó ese nombre. Las obras, que tuvieron un presupuesto de 1.600 millones de las antiguas pesetas, se prolongaron durante varios años y dieron como resultado un hermoso edificio cilíndrico con capacidad para 1.800
espectadores. El 2 de mayo de 1991 fue inaugurado por la Reina Sofía y sólo unos días después se celebró el primer espectáculo: un espectacular concierto de ópera que reunió nada más y nada menos que a Jaime Aragall, Teresa Berganza, Montserrat Caballé, José Carreras, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen, Pilar Lorengar y Juan Pons. O lo que es lo mismo, la
crème de la crème.
Gracia a su acústica regulable, el recinto puede acoger representaciones teatrales, de flamenco, ballet, zarzuelas, ópera, música clásica… En resumen, todo lo que nuestros sentidos más refinados pueden imaginar y soñar. Y todo ello, sin olvidar que es sede de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Hay que decir también que el Teatro de la Maestranza le debe mucho a su privilegiada ubicación. Y es que, habiendo sido levantado en un barrio tan carismático como El Arenal y teniendo ‘vecinos’ tan prestigiosos como la Plaza de Toros, la Catedral, el Real Alcázar, la Torre del Oro y el río Guadalquivir, el éxito estaba prácticamente garantizado.
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