Detrás del inusual nombre de Guiomar Manuel se encierra la historia de una mujer adelantada a su época. Le tocó vivir entre finales del siglo XIV y principios del XV en el seno de una familia acomodada, si bien su nobleza residía en su espíritu y no en su condición social. De hecho, tras morir su marido, se dedicó en cuerpo y alma a ayudar a los demás. Y no sólo a sus allegados, sino a cualquier persona que necesitara ayuda, independientemente de la moralidad de cada una de ellas.
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El puente de piedra que nunca existió
Tan cierto es que Sevilla no sería lo que es sin el Guadalquivir, como que el río ocasionó grandes quebraderos de cabeza a los antiguos regidores, ya que durante siglos fue imposible construir un paso firme entre las dos orillas. Y en este sentido, hay un dato que lo dice todo: desde la inauguración del puente de barcas en 1171 hasta que se levantó el puente de Triana en 1852, no se produjo ningún avance significativo en este terreno. Es decir, durante casi siete siglos, todo el tránsito dependió de una infraestructura de madera que se averiaba constantemente y era incapaz de soportar las crecidas del Guadalquivir.
Un mapping de fuego y agua
El mapping sólo lleva cuatro años entre los sevillanos, pero ya se ha convertido en una tradición navideña casi indispensable. Se estrenó en 2011 coincidiendo con la elección de Juan Ignacio Zoido como alcalde de la ciudad, y desde entonces no ha parado de ganar adeptos, recibir elogios y generar expectación, sobre todo cuando se acerca el mes de diciembre. En su estreno, abordó la historia de la capital hispalense, desde la fundación por parte de Hércules, pasando por las épocas romana, musulmana y cristiana, hasta llegar al presente. En 2012, el título elegido fue ‘La aventura de la innovación’, y ahondó en los avances tecnológicos, poniendo el acento en las figuras más talentosas que ha dado Sevilla. Ya el año pasado, ‘El Espíritu de la Navidad’ consiguió que los Reyes Magos de Oriente interactuaran con el público asistente e hicieran un repaso a la evolución de los juguetes.
El acuario ya está en marcha
El acuario de Sevilla ya no es un proyecto, sino una realidad. Buena prueba de ello es que el pasado 30 de septiembre abrió sus puertas al público y en su primer fin de semana recibió más de 8.000 visitas, al tiempo que su página web se sobrecargaba por el enorme interés que ha despertado su inauguración. No es para menos, pues hablamos de unas instalaciones de primer nivel que no dejarán a nadie indiferente. En términos numéricos, cuenta con 7.000 animales de 400 especies diferentes y 3.000 metros cúbicos de agua repartidos en 35 tanques.
Melonares, en la recta final
De Melonares se lleva hablando tanto tiempo… que ya nos parece un pantano antiguo. Y nada más lejos de la realidad, pues oficialmente aún no se ha estrenado. Pero vayamos por partes. A principios de los setenta se llegó a la conclusión de que era ineludible construir un nuevo embalse para aumentar el abastecimiento de agua en el área metropolitana de Sevilla y acabar con el temor a las prolongadas sequías. La ubicación elegida fue la Sierra Norte, y más concretamente, un parque natural situado entre las localidades de El Pedroso y Castilblanco de los Arroyos que recibe el nombre de Los Melonares.
Como suele ocurrir con todos los proyectos de gran envergadura, los plazos iniciales no se cumplieron y hubo que esperar más de lo debido para ver los planos transformados en realidad. Tanto es así que las obras, financiadas con fondos europeos, comenzaron durante el mandato de Soledad Becerril (1995-1999) y no concluyeron hasta diciembre de 2007. Pero claro, una cosa era rematar el pantano y otra, conectarlo a la red de Emasesa. Dichos trabajos están a punto de finalizar, por lo que, si no hay imprevistos de última hora, los sevillanos podrán beber agua procedente de este embalse a finales de este mismo año.
Cuando hablamos de Melonares nos estamos refiriendo al pantano más grande de los que abastecen a Sevilla (186 hectómetros cúbicos), muy por encima del de Zufre (175). Se nutre del río Viar, que nace en Monesterio (Badajoz) y desemboca en el Guadalquivir, regando entre medias (su canal) las cosechas de los pueblos de Cantillana, Villaverde del Río, Alcalá del Río, Burguillos, Guillena y La Algaba. Una vez que las conexiones estén operativas, el agua ‘viajará’ desde Melonares a El Carambolo (Camas), donde Emasesa tiene su estación de bombeo. En total, hará un recorrido de 60 kilómetros antes de introducirse en las tuberías de la capital hispalense.
El acuario resucita
Allá por el año 2000 surgió la idea de construir un gran acuario en Sevilla e incluso se iniciaron las obras, pero por una razón o por otra, casi siempre relacionadas con la financiación, no llegó a plasmarse en realidad. Sin embargo, cuando el proyecto parecía definitivamente enterrado, ha emergido a la superficie gracias a un préstamo de la Junta de Andalucía y a la apuesta decidida de una empresa vasca (Aquagestión), por lo que podemos decir que los sevillanos y los turistas que nos visitarán en el futuro estamos de enhorabuena.
Y es que no habrá que esperar demasiado para disfrutar de sus instalaciones, ya que si todo sigue su curso abrirá sus puertas, de manera parcial, en abril de 2014. Será entonces cuando se podrá contemplar el mayor tanque de tiburones de España, con nueve metros de profundidad y tres millones de litros de agua, y sus 54 acuarios colindantes, en los que habitarán más de 10.000 peces de 400 especies diferentes. Esta riqueza de ejemplares permitirá a los visitantes hacer un recorrido marino por el río Guadalquivir, las Marismas, el océano Atlántico y o las islas del Caribe sin necesidad de tomar un barco.
¿Y dónde estará ubicado? Pues en la margen izquierda del Canal de Alfonso XIII, es decir, en el Muelle de las Delicias, sobre unos terrenos pertenecientes al dominio público portuario estatal. Conforme pase el tiempo se irán incorporando más infraestructuras al acuario, tales como un auditorio, un centro de documentación y una zona de restauración, que podrían ver la luz entre 2015 y 2016. Otra buena noticia, sobre todo en los tiempos que corren, es que la construcción ha creado 150 puestos de trabajos directos y una vez que entre en funcionamiento se añadirán otros 30 para responder a la demanda de visitantes, estimada en 600.000 personas de cara al primer año.
Valme: la primera plegaria
En el año 1248 Fernando III conquistó Sevilla tras un asedio prolongado que hizo mella dentro y fuera de las murallas. Tanto es así que, cuando las fuerzas, la moral y los suministros de sus tropas escaseaban, el monarca fue al Cerro de Cuarto (también llamado Buenavista, hoy Cortijo del Cuarto) para implorar la ayuda de la Virgen que llevaba consigo. “¡Váleme, Señora, que si te dignas hacerlo, en este lugar te labraré una capilla, en la que a tus pies depositaré como ofrenda, el pendón que a los enemigos de España y de nuestra Santa Fe conquiste!”, pronunció. A renglón seguido, y siempre según la leyenda, ordenó al maestre Pelay Pérez Correa que clavara su espada en el suelo, un hecho que provocó instantáneamente el nacimiento de un manantial (Fuente del Rey).
El agua sació la sed de los soldados y recobró el ánimo por tomar la capital hispalense, algo que terminaría sucediendo. Y para agradecer el milagro, Fernando III cumplió su palabra, construyó una ermita en el lugar de las plegarias y dejó allí su querida imagen, la Virgen de Valme, que presentaba a María sentada con su hijo en brazos. A partir de entonces, los lugareños de lo que hoy es Dos Hermanas empezaron a venerar la imagen, mientras que los campesinos de las zonas colindantes tomaron aquel emplazamiento como un lugar de peregrinación.
No obstante, y a tenor de la documentación que existe en la actualidad, la hermandad no fue creada hasta el siglo XVII, cuando la Virgen era llevada el segundo día de Pascua de Pentecostés a la iglesia del casco antiguo para rogar auxilio divino si ocurría alguna catástrofe (muy frecuentes en aquellas fechas en forma de inundaciones, sequías, guerras, enfermedades contagiosas, etcétera.). Ya en el año 1800, y como consecuencia de una epidemia de fiebre amarilla, la imagen fue trasladada a la parroquia del pueblo, donde quedó expuesta de manera indefinida. La primera romería de Valme se celebró casi un siglo después, pero de ella hablaremos detenidamente en el siguiente artículo.
Los antiguos kioskos del agua
A finales del siglo XIX se produjeron grandes movimientos migratorios del campo a las ciudades y éstas empezaron a tener un serio problema con el abastecimiento de agua. Sevilla no fue una excepción y necesitó un tiempo para equilibrar la oferta y la demanda del bien más preciado del mundo. Así las cosas, la primera solución planteada por el Ayuntamiento fue multiplicar las fuentes públicas (llegaron a coexistir 42), que habían tenido una gran aceptación en zonas muy transitadas como por ejemplo la Plaza del Pacífico (actual Magdalena). Sin embargo, esta medida no fue suficiente para contrarrestar el aumento de la población, sin obviar que la calidad del agua también dejaba mucho que desear.
De este modo, el Ayuntamiento promovió la instalación de kioskos de agua a lo largo y ancho de la ciudad con un diseño más o menos estandarizado, aunque algunos tenían un cerramiento de cristales y otros no. Mientras llegaban a las zonas de la periferia, la tradicional figura del aguador de Sevilla recuperó su vigencia y allí donde no había infraestructuras siempre se escuchaba su voz y se veían sus búcaros. No obstante, con el paso del tiempo sus clientes se volvieron más exigentes tanto en cantidad como en variedad (pedían vinos, licores, refrescos…), de ahí que le resultara materialmente imposible transportar tanto líquido y mantenerlos a buena temperatura.
Fue ésta la razón por la que los aguadores se volvieron sedentarios y optaron por regentar los puestos de agua, que se hicieron muy populares en Sevilla durante varias décadas. Dichos establecimientos son ahora motivo de actualidad porque la próxima portada de la Feria se inspirará en ellos. El autor del proyecto, el arquitecto Gregorio Esteban Pérez, ha apostado por las tonalidades primaverales (predomina el azul) y ha tomado como modelo el puesto que en su día estaba situado frente al Palacio de San Telmo. La estructura medirá cincuenta metros del altura por cuarenta de ancho e incluirá una alusión al 50 aniversario de la coronación de la Virgen de la Macarena.
El heredero del puente de barcas
A mediados del siglo XIX, los arquitectos franceses Gustavo Steinacher y Ferdinand Bennetot recibieron el encargo de sustituir el puente de barcas por uno más sólido y moderno. El antiguo sufría de lo lindo con las crecidas del río Guadalquivir y la ciudad necesitaba una conexión estable entre el barrio Triana y el centro de Sevilla. La empresa no era nada sencilla. De hecho, los romanos nunca consiguieron unir las dos orillas de forma permanente debido a los eternos problemas de cimentación, mientras que los musulmanes tuvieron que inventarse una peculiar pasarela mediante una sucesión de pequeñas embarcaciones que estaban unidas por cadenas (el puente de barcas). Más o menos cumplía su objetivo, pero precisaba de reparaciones periódicas y con frecuencia algunas personas caían al agua y morían ahogadas.
Por todo ello, se construyó el Puente de Triana, cuyo nombre oficial es Puente de Isabel II porque se inauguró durante su reinado con un vistoso desfile militar. Se tomó como espejo el extinto Puente Carrousel de París que atravesaba el Sena y se utilizaron como materiales la piedra y el hierro, prescindiendo por fin de la traicionera madera. Además, las autoridades exigieron a los contratistas que las piezas fueran elaboradas en Sevilla, razón por la cual los talleres de los hermanos Bonaplata trabajaron a destajo durante el periodo comprendido entre 1845 y 1852. El resultado fue una obra excelente tanto a nivel estético como desde el punto de vista funcional, de ahí que hoy es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
El 13 de abril de 1976 el puente fue declarado Monumento Histórico Nacional y un año más tarde fue reformado por el ingeniero onubense Juan Batanero. En dicha reestructuración se instaló un nuevo tablero y los arcos dejaron de ser pilares estructurales para convertirse en meros elementos decorativos. Por último, cabe reseñar que en el extremo del puente más cercano a Triana se encuentra la Capilla del Carmen, conocida coloquialmente como ‘El mechero’ por su forma y sus reducidas dimensiones. La edificación de este pequeño templo fue supervisada por el mismísimo Aníbal González y es sede de la Hermandad de Gloria de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros.