El Castillo de Alcalá de Guadaíra está en el candelero últimamente por dos razones. La primera es que fue elegido como icono turístico por la Diputación de Sevilla en la pasada edición de Fitur, despertando las críticas de los delegados granadinos, quienes entienden que guarda un gran parecido con su gran reclamo, La Alhambra. Y la segunda es que su estado de conservación dista mucho de ser el ideal, tal y como quedó demostrado con el reciente desprendimiento de una parte de su torre. Afortunadamente, no afectó a su estructura, si bien precisa de reformas urgentes y un mejor mantenimiento.El castillo fue construido por los musulmanes entre mediados del siglo XII y principios del XIII sobre un cerro, posición geográfica que le otorga un aspecto más imponente si cabe. Y es que sus grandes dimensiones llaman poderosamente la atención, al igual que sus numerosas atalayas (once), que hacían del recinto un valioso fortín defensivo. Inicialmente, al servicio de las tropas árabes, pero más tarde pasó a manos de Rodrigo Ponce de León, uno de los principales capitanes de los Reyes Católicos durante la Reconquista.
El conjunto se divide en tres zonas que están bien diferenciadas: el Patio de los Silos, el Patio de la Sima y el Alcázar Real. A algunos puntos se puede acceder incluso en coche, un dato que deja entrever el excesivo aperturismo del que goza. Buena prueba de ello es que muchos materiales han sido robados en los últimos años y los grafiteros también han campado a sus anchas durante todo este tiempo. Con todo, la repercusión mediática que ha tenido recientemente ayudará a que las autoridades competentes tomen medidas para preservar este inestimable patrimonio y también, por qué no decirlo, para que todos valoremos lo que tenemos.
Un vecino de la localidad sevillana de Alcalá de Guadaíra será indemnizado con 300 euros por el «daño moral» sufrido al encontrarse un ratón muerto en una lata de frutos secos, que comenzó a ingerir «sin percatarse de la presencia del cadáver de dicho animal», según reza una sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Sevilla. En la sentencia, a la que ha tenido acceso Europa Press, la Sección Octava de la Audiencia Provincial recuerda que el afectado presentó una demanda en la que solicitaba 7.876,50 euros de indemnización porque, según argumentaba, padecía una ‘gastroduodenitis con helicobacter pylori’ causada por la ingesta de estos frutos secos. De manera alternativa, pidió que se le indemnizara con 2.500 euros por los daños morales derivados «de haber soportado la sensación de haber comido algunos frutos secos de una lata en la que se encontraba un ratón muerto». En este sentido, el Juzgado de Primera Instancia número 1 de Alcalá de Guadaíra desestimó la pretensión principal «por no existir relación causal» entre la ingesta de los frutos secos de la lata en cuestión y la enfermedad, aunque condenó a la empresa a indemnizarlo con 1.000 euros por los daños morales causados.
La instalación, de unos 6.000 m2, incluye una sala de lectura al aire libre y cuenta con 25.000 libros cedidos en su mayoría del Grupo Planeta y la Fundación José Manuel Lara.La nueva biblioteca pública del municipio de Alcalá de Guadaíra ‘Editor José Manuel Lara’, construida en la ladera sur del Castillo, ha abierto este viernes sus puertas como la mayor de la provincia y una de las más importantes de Andalucía. Como novedad, esta biblioteca incluye una sala de lectura al aire libre.Según ha informado el Consistorio alcalareño en un comunicado, este centro cultural, «que pretende ser un lugar vivo, de encuentro social, va a marcar un antes y un después en los hábitos culturales de los alcalareños», ya que asegura que «por sus dimensiones, tecnología y potencialidades está llamada a convertirse en un referente cultural andaluz».
Maestro A punto de jubilarse, Joaquín Cárdenas mira hacia atrás con la naturalidad de un paleontólogo. Ha tenido en casa durante 40 años los restos de una ballena de 6 millones de años de edad, tiempo más que suficiente para cobijar lo que ahora puede verse en el Museo de Alcalá.Hay que ponerse en la piel de un joven aficionado a la paleontología que se topa con las vértebras de un cetáceo del Mioceno mientras busca conchas marinas. Aquel veinteañero, que todavía en 1970 no era maestro de Ciencias Naturales, se desplazaba en cuanto podía a los yacimientos de albero de los alrededores del molino de la Aceña, en Alcalá. Allí, acompañado de un pico y una brocha, estudiaba en el terreno, strictu senso, la historia que difícilmente se estudia al pie de la letra. De repente el joven Joaquín Cárdenas (Dos Hermanas, 1950) se topa con un tesoro que hubiera superado todos los cofres de conchas salinas imaginados. «Según una datación de la Universidad de Salamanca a terrenos de la misma época que la ballena, ésta tiene unos 6,4 millones de años, más antiguos de los 5,5 que se dijo en la última datación». De la Edad Messiniense, de cuando los Pirineos aún se elevaban, cuando parte de la provincia que había sido mar empezó a dejar de serlo. Y ahí, en Alcalá, la tierra de los panes, debió quedar atrapado el mayor de los peces durante millones de años.
El grupo conservacionista Alwadi-ira-Ecologistas en Acción ha advertido del hallazgo de nuevos «sillares» y restos arquitectónicos que podrían corresponder a vestigios arqueológicos en el entorno de Gandul, a unos 500 metros del emplazamiento en el que las escorrentías de los últimos temporales de fuertes precipitaciones dejaron al descubierto unas ruinas que los colectivos conservacionistas asocian a los activos patrimoniales que pueblan esta zona de Alcalá de Guadaíra.