Dos siglos haciendo el camino

Doscientos años. Esa es la antigüedad de la Hermandad del Rocío de Triana, la sexta filial de la Matriz de Almonte y una de las que arrastra más devotos a la aldea. Todo comenzó el 6 de junio de 1813, cuando dos vecinos de la calle Castilla, Francisco Antonio Hernández y María del Carmen Tamayo, fundaron la corporación. Una vez que se creó un equipo directivo, el primero de ellos fue nombrado Hermano Mayor y aportó mil reales de vellón para costear la compra de insignias. En Sevilla no había ninguna hermandad de estas características y en cuanto el fervor se extendió por el barrio, cruzó también el río Guadalquivir y contagió a la capital, donde comenzaron a instituirse otras hermandades.

El 27 de mayo de 1814 tuvo lugar la primera romería de la Hermandad del Rocío de Triana y estuvo formada por 34 carretas y 28 caballos. Como muestra de su crecimiento, cabe destacar que en la actualidad desplaza a 5.000 peregrinos, 1.000 caballistas, 700 vehículos de motor y 37 carretas tiradas por  bueyes. Siguiendo la línea temporal, el 1 de mayo de 1817 fue otra fecha importante para la corporación, ya que aquel día quedó erigida canónicamente en la iglesia conventual de San Jacinto, sede temporal hasta que se construyó la capilla de la calle Evangelista. Asimismo, a lo largo de su historia ha tenido tres simpecados: el primitivo y originario, el de terciopelo verde y bordado en oro que se estrenó en 1855, y el actual, confeccionado a las puertas de la Guerra Civil (1936) en los talleres de Esperanza Caro.

Con motivo del bicentenario de su existencia, el pasado sábado 26 de enero se celebró por todo lo alto una peregrinación extraordinaria desde la aldea de El Rocío hasta el pueblo de Almonte para honrar a la Blanca Paloma. Como no podía ser de otra forma, el evento fue un éxito rotundo y congregó a una multitud de personas procedentes de muchos rincones de Andalucía, y especialmente, del barrio con más solera de Sevilla. Doscientos años después de su nacimiento, la Hermandad del Rocío de Triana goza de un inmejorable estado de salud y su esencia se mantiene impoluta.