En Sevilla, las primaveras son efímeras y los veranos, eternos. Las altas temperaturas nos dan la bienvenida en mayo (a veces incluso antes) y no deciden marcharse hasta bien adentrado el mes de octubre, razón más que suficiente para considerar el calor como algo inherente a la ciudad. Para combatirlo, alternamos la tradición de los abanicos con la sofisticación del aire acondicionado, y para las zonas comunes hemos ideado toldos estratosféricos como los que se instalan en las calles del centro y aspersores como los que refrescan el ambiente de comercios y bares durante el periodo estival. Sin embargo, hubo un proyecto de mayor envergadura que nunca pudo llevarse a cabo: la playa artificial.
Corría el año 1999 cuando Alejandro Rojas Marcos, entonces líder del Partido Andalucista, sorprendió a propios y extraños incluyendo en su programa electoral la construcción de una playa en San Jerónimo. No fue un globo sonda. De hecho, le encargó al ingeniero José Luis Manzanares Japón que transformara el viejo anhelo de los sevillanos en algo que pudiese convertirse en realidad. De esta manera, vio la luz un boceto que destacaba las bondades de un paraje que tendría 60.000 metros cúbicos de arenas, oleaje artificial, capacidad para 2.000 personas y sobre todo, chiringuitos, ya que según el ex alcalde, éstos iban a rentabilizar la inversión presupuestada: 566 millones de las antiguas pesetas.
Como todo el mundo sabe, aquella maqueta no fue a ninguna parte y quedó en saco roto por su inviabilidad geológica. No obstante, en los últimos años Juan Ignacio Zoido ha dejado caer en más de una ocasión que le gustaría hacer algo parecido, aunque ni mucho menos igual: edificar dos piscinas públicas en el río Guadalquivir, una a la altura de Plaza de Armas y otra junto al Alamillo, siguiendo los pasos de las que se pueden encontrar hoy día en París, Berlín y Copenhague. Hay quien dice que a Sevilla sólo le falta una playa para ser perfecta y otros piensan que ya lo es sin ella. Sea como fuere, mientras esos proyectos toman visos de realidad, siempre quedará la alternativa de acudir a la provincia, concretamente a San Nicolás del Puerto, para disfrutar de una playa artificial, o adentrarnos en las cercanas costas de Huelva y Cádiz, que siempre han acogido gustosamente a los sevillanos.