La santa del pueblo

conventoDevotos de toda España abarrotaron ayer la Casa Madre de Santa Ángela. Ya lo certifica el dicho: la fe mueve montañas. Y debe ser cierto, al menos, para las miles de personas procedentes de diferentes puntos de la geografía española que acudieron ayer para visitar el habitáculo donde Santa Ángela de la Cruz falleció hace ya 79 años.Cada 2 de marzo, los tranquilos muros del convento de clausura de las Hermanas de la Cruz, en la calle Santa Ángela, se ven alterados por el constante trasiego de fieles que aguardan su turno para visitar la habitación donde falleció la fundadora. «Venimos 55 personas de Cádiz y Chiclana. Desde que la beatificaron no hemos faltado ningún año», comentaba Inmaculada López a las puertas del convento, donde la cola y la bulla parecían más propia de la Semana Santa.

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Santa Ángela de la Cruz

Santa Ángela de la CruzÁngela Guerrero González, Sor Ángela de la Cruz, Madre de los pobres, nació el 30 de enero de 1846 en Sevilla en el seno de una familia sencilla. Sus padres, Francisco Guerrero y Josefa González, tuvieron catorce hijos, pero sólo seis llegaron a mayores de edad a causa de la terrible mortalidad infantil de la época.Sus padres eran los cocineros del Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Su padre murió pronto. Sin embargo la madre llegara a ver la obra de su hija, y las Hermanitas de la Cruz la llamaran con el dulce nombre de «la abuelita».Se dice que un día, siendo aun muy pequeña, desapareció y todos la buscaron. Todos menos su madre que enseguida adivinó donde estaba: en la iglesia. Allí la encontraron rezando y recorriendo los altares.Por carecer de recursos, apenas puede aprender a leer y escribir. Ángela, que crecía en un piadoso ambiente familiar, pronto daría cumplidas pruebas de bondad natural. Ya de joven, nadie osaba hablar mal o pronunciar blasfemias en su presencia. Si hablaban algo menos puro, al verla llegar, decían, cambiando de conversación: «Callad, que viene Angelita».Ángela necesita trabajar desde los doce años para ayudar a su familia, cuando apenas ha tenido ocasión de asistir a la escuela: en el taller de calzado de doña Antonia Maldonado, en la calle del Huevo, trabajó durante algún tiempo como zapatera. Dña. Antonia estaba encantada de ella y exhortaba a las demás a que la imitaran. Hacia rezar el rosario y rendían mas que antes.El Padre Torres Padilla era muy amigo de la familia donde trabajaba como zapatera. Le habían hablado de la maravilla de aquella joven.De 1862 a 1865, Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen, reparte su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares pobres que visita.

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