Sevilla no sólo tiene la cualidad de dar a luz a grandes y numerosos artistas, sino también la de atraer a otros que han nacido en distintas ciudades, por más lejanas que sean. Un buen ejemplo es el de Antonio Machín, natural de Sagua la Grande (Cuba), donde creció en una familia numerosa de quince hermanos. Desde niño mostró interés por el canto y nada más alcanzar la mayoría de de edad hizo las maletas para labrarse un nombre. Primero se dio a conocer en la capital de su país, La Habana, y posteriormente probó fortuna en Nueva York. Con cierta fama adquirida, decidió dar el salto a Europa en 1936, haciendo escalas con su orquesta en Inglaterra, Francia y Suecia antes de desembarcar en 1939 en España, el país de su padre.