Las hazañas de Daoíz (I)

Detrás de la expresión ‘se armó el 2 de mayo’ se esconde la participación de un sevillano en un acontecimiento muy importante en la historia de nuestro país. Hablamos de Luis Daoíz, nacido en 1767 en el seno de una familia aristocrática de nuestra ciudad. Se crió en lo que hoy es la Plaza de la Gavidia, en una propiedad de sus abuelos maternos, los condes de Miraflores de los Ángeles. Estudió en el colegio jesuita de San Hermenegildo y, a instancias de su padre, ingresó en el ejército con tan solo 15 años, un hecho que no sorprende tanto si se analiza la tradición militar de su familia. No en vano, sus antepasados, oriundos de Navarra, participaron en las milicias de la Reconquista y en la célebre batalla de Las Navas de Tolosa.

Una vez expulsados los musulmanes, fueron premiados con privilegios y tierras en el sur de España, concretamente en Gibraltar, El Puerto de Santa María, Medina Sidonia, Sanlúcar de Barrameda, etc. Y si terminaron llegando a la capital hispalense fue gracias al amor que sintió su padre por la sevillana Francisca Torres Ponce de León. El matrimonio tuvo cuatro descendientes, siendo Luis el más ambicioso de todos. Buena prueba de ello es que con 25 años ya había alcanzado el grado de teniente de artillería, después de haber destacado tanto en el arte de la esgrima en la defensa de Ceuta como en la compañía de minadores en Orán (Argelia). Pero sus méritos no habían hecho sino comenzar. En 1794 participó en la Guerra del Rosellón y terminó siendo capturado por los franceses, quienes, a sabiendas de que era valioso por su poliglotía y sus conocimientos matemáticos, le ofrecieron cambiarse de bando, pero Daoíz lo rechazó de plano. Por suerte, tras la rúbrica de la Paz de Basilea, fue liberado y volvió a Andalucía.

Lejos de apartarse de la guerra, fue reclutado de nuevo para combatir a los ingleses, que habían sitiado Cádiz con una flota descomunal en 1797. Sin embargo, su astucia con una lanchera permitió hundir a varios buques del almirante Nélson y decantar la balanza del lado de la Armada española. Su éxito en las aguas le valió para conseguir condecoraciones de la Marina, ascender a capitán de artillería y embarcar en el prestigioso navío San Ildefonso rumbo a América, donde tenía la misión de defender las colonias. En 1802 regresó a la península y fue destinado a Sevilla para llevar a cabo una función científica en la Real Fundición de Bronces. Pero en cuanto las balas volvieron a silbar, se puso en marcha de nuevo con su regimiento de artillería y luchó en la Segunda Guerra de Portugal. Poco después, solicitó un traslado definitivo a Madrid y aquella decisión le permitió estar en el lugar y en el momento oportuno para pasar a los anales de la historia, pero de ese episodio ya hablaremos en el siguiente artículo.

Un teatro onírico

Cuando se dice que Sevilla “tiene mucho arte”, la frase no sólo hace referencia a la simpatía de su gente, sino también al hecho de que esta ciudad ha sido cuna de grandes artistas y parada obligatoria para los genios que no nacieron aquí. Así pues, no es de extrañar que en la capital hispalense coexistan tantos teatros de calidad: Central, Quintero, La Cuadra, Lope de Vega, La Fundición, Alameda, Maestranza, etc. Hoy hablaremos de éste último, ya que está considerado uno de los mejores teatros vanguardistas de España. Su construcción partió de un concurso convocado 1986 por la Diputación de Sevilla, que era la propietaria del solar, con la idea de crear un centro cultural polivalente que fuese capaz de albergar eventos de diversa índole.

El proyecto ganador, el de Aurelio del Pozo y Luis Marín, tuvo bastante consideración con el pasado de la zona y permitió conservar la fachada del antiguo edificio del Cuartel de la Real Maestranza de Artillería que se ubicaba allí mismo, y esa es la explicación de por qué el teatro adoptó ese nombre. Las obras, que tuvieron un presupuesto de 1.600 millones de las antiguas pesetas, se prolongaron durante varios años y dieron como resultado un hermoso edificio cilíndrico con capacidad para 1.800 espectadores. El 2 de mayo de 1991 fue inaugurado por la Reina Sofía y sólo unos días después se celebró el primer espectáculo: un espectacular concierto de ópera que reunió nada más y nada menos que a Jaime Aragall, Teresa Berganza, Montserrat Caballé, José Carreras, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen, Pilar Lorengar y Juan Pons. O lo que es lo mismo, la crème de la crème.

Gracia a su acústica regulable, el recinto puede acoger representaciones teatrales, de flamenco, ballet, zarzuelas, ópera, música clásica… En resumen, todo lo que nuestros sentidos más refinados pueden imaginar y soñar. Y todo ello, sin olvidar que es sede de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Hay que decir también que el Teatro de la Maestranza le debe mucho a su privilegiada ubicación. Y es que, habiendo sido levantado en un barrio tan carismático como El Arenal y teniendo ‘vecinos’ tan prestigiosos como la Plaza de Toros, la Catedral, el Real Alcázar, la Torre del Oro y el río Guadalquivir, el éxito estaba prácticamente garantizado.

Visitar Virtualmente los teatros:

Los cañones olvidados

A día de hoy, Sevilla no es un referente nacional a nivel industrial, aunque eso no quiere decir que no haya tenido peso específico en dicha materia en determinados periodos de la historia. De hecho, la ciudad siempre mantuvo una estrecha relación con la metalurgia, prácticamente desde que esta tecnología se extendió por Europa, especializándose sobre todo en el arte de fundir metales con fines militares. Eso explica el incuestionable auge que tuvo durante siglos la Real Fábrica de Artillería, ubicada en el barrio de San Bernardo. Su historia, como la de todos los edificios emblemáticos de Sevilla, no tiene desperdicio.

Para situar su origen hay que hablar inexorablemente de la Fábrica de Bronces de Sevilla, que fue su antecesora. Vio la luz en 1565 gracias a la inversión privada de la familia Morel, quienes, con un taller y un par de hornos, consiguieron un notable éxito empresarial vendiendo campanas y cañones y recibiendo otros encargos de gran magnitud como la fundición de El Giraldillo. Tan productivo era el negocio que Felipe III ordenó nacionalizarlo en 1634 para ponerlo al servicio del interés público y le sacó mucho partido gracias al inagotable comercio con las indias, logrando que muchas personas se instruyeran en el oficio y la ciudad se extendiera hacia su lado.

En 1757, Carlos III, quien siempre mostró cierta predilección por la industria, ordenó la construcción del edificio que hoy que conocemos como Real Fábrica de Artillería porque el anterior se había quedado pequeño para el ingente volumen de trabajo. La excelente organización de la nueva planta permitió fundir un sinfín de piezas de artillería que fueron destinadas principalmente a América, donde muchos colonos, entre ellos los estadounidenses, libraban batallas para conseguir la independencia. “Las piezas de artillería que salen de tan famoso establecimiento tienen una reconocida superioridad sobre casi todas las de Europa”, escribió Álvarez Miranda en el siglo XIX. Una centuria más tarde, se realizaron importantes remodelaciones para adaptarse a los últimos avances y se cimentaron nuevas factorías que funcionaron como anexos.

Una vez finalizadas la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, las tareas de la Fábrica de Artillería fueron reduciéndose progresivamente hasta tal punto que en 1992 cesó su actividad. Por suerte, sus dependencias fueron utilizadas por la Delegación de Defensa, pero ésta las abandonó en 2010 y desde entonces el edificio está completamente en desuso e incluso ha sufrido algún que otro robo. El Ayuntamiento está estudiando distintos proyectos para rehabilitarlas y es posible que en los próximos meses se ponga en marcha alguno de ellos. Sería una buena noticia, ya que, aunque todo lo que huela a beligerancia no despierte demasiada simpatía, la historia no se puede cambiar. Es más, se debe hacer todo lo posible por conservarla materialmente y no olvidarla.

El ejército puso fin a casi cinco siglos en la Real Fábrica de Artillería

Real  Fábrica de ArtilleríaLa inauguración de las jornadas «Luces sobre la memoria» sirvió para celebrar el último acto oficial de la Delegación de Defensa en Andalucía.

Casi cinco siglos de historia del Ejército español en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla. Ése ha sido el tiempo que ha durado esta relación. Porque ayer, con el arriado de la Bandera de España, se puso fin a esta presencia en este emblemático edificio. Así lo anunció el coronel auditor Antonio Esquivias López-Cuervo, delegado de Defensa en Andalucía.La inauguración de las Jornadas «Luces sobre la memoria: la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, patrimonio histórico, militar e industrial», fue el acto elegido para esta despedida oficia de un edificio unido indefectiblemente al Ejército español desde los tiempos del Rey Carlos I.

Continuar leyendo «El ejército puso fin a casi cinco siglos en la Real Fábrica de Artillería»

Artillería a vista de todos

Artillería a vista de todosEl Ministerio de Defensa mostrará el patrimonio militar e industrial de la Real Fábrica de Artillería con motivo del traslado a finales de junio a su nueva sede.La Real Fábrica de Artillería estará abierta a los sevillanos durante dos semanas. Será la primera vez que se pueda conocer profundamente el patrimonio que alberga este recinto durante tanto tiempo, ya que hasta ahora las visitas guiadas que se han organizado han sido en fechas concretas y para determinados grupos.

 

Continuar leyendo «Artillería a vista de todos»