No todo lo bueno que pudimos ver en la inolvidable Exposición Universal de 1992 ha perdurado en el tiempo, pero hay honrosas excepciones. En su día ya hablamos de las bondades del Parque del Alamillo y hoy es una buena ocasión para detenernos en el Auditorio, uno de los escenarios al aire libre más grandes del mundo (casi 3.000 metros cuadrados). Fue inaugurado en septiembre de 1991 por Rocío Jurado, la artista que más veces pisó su platea, razón por la cual el recinto acuñó su nombre tras su fallecimiento en 2006, y requirió una inversión de 30 millones de euros, o lo que es lo mismo, 5.000 millones de las antiguas pesetas.
El diseño corrió a cargo del arquitecto Eleuterio Población, quien aprovechó la colina natural que había en este emplazamiento para levantar un graderío con capacidad para 4.000 personas. Así las cosas, el Auditorio fue concebido para albergar los espectáculos más importantes de la Expo, pero también con vistas al futuro, de ahí que una vez finalizada la muestra se erigiera en el recinto ideal para los conciertos, que anteriormente venían celebrándose en el Prado de San Sebastián, la antigua Maestranza y los dos grandes estadios de la ciudad: el Benito Villamarín y el Ramón Sánchez Pizjuán.
Cabe destacar que el Auditorio no pasó a manos del Ayuntamiento de Sevilla hasta 2006, año en el que se inició la construcción de la cubierta y la supresión del foso de orquesta para ganar más capacidad. Si bien durante la Exposición Universal de 1992 fue sede del espectáculo Azabache, que reunió a las mejores tonadilleras del momento (Juanita Reina, Imperio Argentina, Nati Mistral, María Vidal y la propia Rocío Jurado), su oferta se diversificó con el paso de los años, atrayendo a óperas, grupos y solistas de todos los estilos musicales. Melendi (27 de septiembre) y Pablo Alborán (5 de octubre) han sido los últimos en pisar su escenario.