El 17 de julio de 1936 comenzó un alzamiento militar en España para poner fin a la II República. Entre los golpistas se encontraba Francisco Franco, aunque en aquel momento quien llevaba la voz cantante era el general Mola. Su objetivo era apoderarse de las grandes ciudades con celeridad y a partir de ahí extenderse hacia el resto del país, pero se encontraron con más problemas de los esperados. De hecho, en un primer momento fracasaron en Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga y Murcia… pero triunfaron en Sevilla. De no haber caído la capital hispalense tan rápidamente, quizás y sólo quizás el curso de los acontecimientos habría sido diferente, ya que nuestra tierra hizo las veces de centro de operaciones para el sur de España gracias a su posición estratégica.Fue el general Queipo de Llano quien, con la ayuda de un reducido número de hombres, se hizo con el control de la Capitanía General de Sevilla, que por aquel entonces estaba en la Plaza de Gavidia. Curiosamente, en el mismo edificio que hoy es sede de la Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. En Sevilla no hubo una batalla como tal ni enfrentamientos directos entre ambos bandos a gran escala, pero sí revanchismo y violencia en la retaguardia. Buena prueba de ello es que en el primer año de la contienda más de 3.000 personas murieron ejecutadas.
El derramamiento de sangre no fue el único método empleado por los sublevados para controlar Sevilla. También se puso en marcha la maquinaria propagandística, tanto a nivel escrito (casi todos los periódicos se plegaron a las directrices del poder) como radiofónico. No en vano, se convirtió en una costumbre que Queipo de Llano se sentara delante de los micrófonos de Unión Radio Sevilla para pronunciar discursos políticos en los que apelaba al buen comportamiento de la ciudadanía, poniendo en práctica así la denominada ‘guerra psicológica’. Desde el punto de vista estrictamente militar, su labor fue exitosa, ya que dominó Sevilla sin sobresaltos y gozó de una independencia casi total a la hora de gobernar, de ahí que le apodaran el ‘Virrey de Andalucía’.
terminaron llegando a la capital hispalense fue gracias al amor que sintió su padre por la sevillana Francisca Torres Ponce de León. El matrimonio tuvo cuatro descendientes, siendo Luis el más ambicioso de todos. Buena prueba de ello es que con 25 años ya había alcanzado el grado de teniente de artillería, después de haber destacado tanto en el arte de la esgrima en la defensa de Ceuta como en la compañía de minadores en Orán (Argelia). Pero sus méritos no habían hecho sino comenzar. En 1794 participó en la Guerra del Rosellón y terminó siendo capturado por los franceses, quienes, a sabiendas de que era valioso por su poliglotía y sus conocimientos matemáticos, le ofrecieron cambiarse de bando, pero Daoíz lo rechazó de plano. Por suerte, tras la rúbrica de la Paz de Basilea, fue liberado y volvió a Andalucía.