La sangre derramada en El Alcázar

Hoy vamos a relatar una leyenda que tiene como escenario Los Reales Alcázares de Sevilla. La protagoniza, una vez más, el rey Pedro I, apodado el ‘el Cruel’ por la fama de despiadado que adquirió durante su estancia en el trono, si bien sus partidarios lo calificaban como ‘el Justiciero’ para intentar equilibrar la balanza. No es la primera vez que hacemos referencia a sus presuntas fechorías (algunas de ellas no están documentadas), y probablemente tampoco será la última, pues su trayectoria como monarca dio mucho que hablar en toda Castilla, incluida la capital hispalense.

La historia que nos ocupa es, en esencia, un crimen pasional que tuvo lugar a mediados del siglo XIV. El rey estaba casado con Blanca de Borbón, pero, según las malas lenguas, el matrimonio sólo se consumó dos veces por motivos no demasiados claros. Había quien pensaba que Pedro I no tenía interés en ella porque realmente estaba enamorado de otra mujer (María de Padilla). También se rumoreaba que el hecho de que la familia de Blanca de Borbón no abonara la dote estipulada enfureció al monarca. Y también coexistía una tercera teoría que fue la que dio pie a la leyenda.

Según esta versión, Blanca de Borbón mantenía relaciones sexuales con Don Fadrique, hermanastro de su marido. El idilio llegó a oídos del rey, quien hizo llamar a Don Fadrique inmediatamente. Ambos se vieron las caras en El Alcázar, entablando una fuerte discusión que acabó en tragedia, pues Pedro I acuchilló a Don Fadrique con una daga hasta causarle la muerte. Dado que el suelo, de mármol, aún estaba en bruto y sin pulimentar, absorbió por completo la enorme mancha de sangre, que aún puede contemplarse en la sala de los azulejos.

El Rey y Sevilla

rey buenaJuan Carlos I de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, Rey de España hasta que el Príncipe le suceda formalmente el próximo 18 de junio, no nació en Sevilla sino en Roma (5 de enero de 1938), pero siempre mantuvo un estrecho vínculo con la capital hispalense. Le venía por vía materna, pues María de las Mercedes de Borbón se crió en nuestra ciudad y una parte de su corazón nunca se fue de aquí. De hecho, cuando la Familia Real se exilió en Estoril (Portugal), bautizó su residencia con el nombre de ‘Villa Giralda’. Además, era bética confesa y socia de honor del club heliopolitano. Casualidades de la vida, quiso el destino que la primera Copa del Rey que entregó su hijo como monarca fuera a parar a las vitrinas del Benito Villamarín (1977).

Volviendo al eje central, Juan Carlos I tuvo mucho que ver con la Exposición Universal de 1992. Es más, fue quien propuso su celebración el 31 de mayo de 1976, haciendo un guiño a la feria iberoamericana que había auspiciado su abuelo, el Rey Alfonso XIII, en 1929. “Reanudando una noble tradición familiar y monárquica, desearía que se celebrase en España, si todos me ayudáis,la IIIª Exposición Internacional Iberoamericana. Para mí, personalmente,nada será más alentador que iniciar mi reinado con esta empresay convertirme en patrocinador de vuestro esfuerzo y en portavoz de vuestro espíritu”, afirmó.

Don Juan Carlos también está presente en Sevilla a través de nomenclátor. No en vano, un paseo situado en el margen derecho del Guadalquivir lleva su nombre, al igual que uno de los puentes que une la capital hispalense con el Aljarafe a la altura de San Juan de Aznalfarache. También la Real Maestranza de Caballería tiene un nexo con el todavía monarca, pues es el Hermano Mayor de esta institución desde 1993. Y al igual que su madre le ‘contagió’ la simpatía por Sevilla, Don Juan Carlos ha hecho lo propio con sus descendientes, tal y como quedó probado con la boda de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, celebrada en la Catedral de Sevilla el 18 de marzo de 1995. 

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