Los Buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, amigos de Romaiquía.

Romaiquía es el nombre castellanizado de Rumaikiyya.
Poetisa hispano- arábiga esposa del rey Motamid de Sevilla.
Era una joven de condición humilde.
Trabajaba al servicio del moro Jachach, que la empleaba para conducir las bestias de carga.

Un día el futuro rey la encontró en la calle. Se prendó de su belleza y de su talento. La rescató – era esclava del moro- se la llevó a palacio y la hizo su esposa.
Esto no fue del agrado de su padre, el rey.

Pronto Romaiquía conquistó su corazón, especialmente después de darle un nieto.
A pesar de su ascendencia humilde. Romaiquía supo representar muy bien su papel de reina de una corte tan fastuosa como lo era entonces la de Sevilla.

Los dos esposos se amaban con ternura y Motamid, ya rey, complacía todos los caprichos de su esposa. Ya os hablé de la plantación de los almendros.

Su mutua pasión inspiró versos entrañables que se dirigían entre ellos, como demostración de su amor.
Queda constancia escrita de numerosos poemas de Motamid, pero sólo queda uno de Romaiquía.
Esa es la información que yo tengo, aunque continuamente se hacen investigaciones de textos literarios antiguos.

Como reina también se implicó en algunas obras de la ciudad.
En el museo de Sevilla hay una inscripción que acredita que se debe a ella la construcción de la torre de la mezquita, que estaba situada donde hoy está San Juan de la Palma.
Otros historiadores atribuyen a ella la construcción de toda la mezquita.
Su reinado fue largo y no es de extrañar que patrocinara y alentara varias obras.
Ya hemos comentado que en el reinado de Al-Motamid, Sevilla se convirtió en uno de los principales núcleos intelectuales y artísticos de su tiempo.

En un párrafo se puede resumir la biografía de este rey, uno de los personajes más novelescos de la Edad Media Española.
Un hombre que llegó a tenerlo casi todo y que acabó sus días en un doloroso exilio africano. Quizás, recordaba, desde allí, el patio del Alcázar de Sevilla, donde el agua corría a la par del vino, de las palabras, de la belleza y el amor.
Es el propio Al Mutamid quien mejor refleja en sus versos el tránsito del todo a la nada.
En algunos poemas, el poeta se muestra exultante, feliz, se sabe dominador y temido, como en el siguiente poema, escrito a raíz de la conquista de Córdoba.

“Pedí en matrimonio a Córdoba, la bella, cuando había
Rechazado a los que la pretendían con espadas y lanzas.
¡Cuánto tiempo estuvo desnuda!, más me presenté yo
y se cubrió de bellas túnicas y joyas.
¡Boda real! Celebraremos nupcias en su palacio,
mientras los otros reyes estarán en el cortejo del miedo.”

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Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, que por motivos tecnológicos, llegan con retraso.
Pero llegan.

Blas Infante, publicó en 1920,” Motamid, último rey de Sevilla.”
Es un drama donde la vida del Rey de la Taifa de Sevilla, corre paralela a la tragedia del pueblo andaluz.

Motamid, es el símbolo del pacifismo y la tolerancia. Distante del fanatismo, representa el espíritu libre andalusí. Segundo hijo de al-Mutadid, se convirtió en su heredero, por circunstancias que dejo a los historiadores.
Nosotros nos vamos a acercar a su vida, sus sentimientos y su poesía.

Se educó en el Algarve y su maestro fue el poeta Abenámar, que después sería su favorito.
Al- Mu´tamid fue un poeta notable. Durante su reinado, la cultura floreció en Sevilla y en su corte gozaron de favor poetas y literatos.
También visitaron Sevilla intelectuales, geógrafos y astrónomos del mundo árabe y cristiano.

Depuesto, Al- Mu´tamid se exilia en África, donde muere.
El lugar de su tumba se conoce como la tumba del forastero. Probablemente es debido al epitafio que el mismo rey escribió:

“Tumba de forastero, que la llovizna vespertina y la matinal te rieguen, porque has conquistado los restos de Ibn´Abbad”

Y aquí os dejo, leyendas de este rey poeta, amante de una Sevilla que hizo florecer y resplandecer en todo el mundo.

Se guardan numerosas leyendas de su vida.
Como todas las leyendas tienen su parte de verdad y la parte que con el paso de los años ha añadido el vulgo Es curioso que después de tantos años de su muerte estas leyendas sigan vigentes, y con distintas variaciones.

La partida de ajedrez.
Se cuenta que Ibn Ammar, Abenámar para los cristianos y favorito del rey, jugó una partida de ajedrez con Alfonso VI de León, que estaba asediando Sevilla.

La apuesta era elevada. El ganador decidiría el destino de la ciudad.
Ganó Abenámar y le pidió al rey castellano que respetase la ciudad.
Alfonso cumplió su palabra y no atacó Sevilla. Se llevó, sólo, el tablero y las piezas del juego.

La realidad es menos poética. Almutamid tuvo que pagar un cuantioso tributo a Alfonso VI.

Otra versión nos dice que fue el propio rey el que jugó la partida. Continuar leyendo «Los buenos días de Manuela.»