Posiblemente, alguna vez se habrán preguntado por qué la Catedral de Sevilla está rodeada de cadenas. No se trata de ninguna medida de seguridad para proteger el edificio, sino de un legado del siglo XVI. Por aquel entonces, existían diferentes órganos de justicia y distintos criterios entre los mismos, de ahí que a cada acusado le interesara ser juzgado en uno u otro. La justicia ordinaria tenía fama de ser la más dura, y por lo tanto, todo el mundo quería esquivarla. Los soldados lo tenían fácil porque podían declarar ante un tribunal militar, y los curas, ante la autoridad eclesiástica, pero el resto de los mortales tenía que buscarse otras artimañas.