“No dejes que la verdad te estropee una buena noticia”. Quizás los intrépidos reporteros de Callejeros recibieron este consejo por parte de sus superiores antes de coger sus cámaras y trasladarse hacia Torreblanca y por eso decidieron dar una visión tan sesgada del barrio. Esa sería una posible explicación. Lo difícil –por no decir imposible-, es encontrar una justificación.
En este barrio sevillano no se habla de otra cosa desde que se emitió el programa de Cuatro y el sentimiento generalizado es de indignación, pues todos entienden que la realidad ha sido distorsionada de forma evidente, obviando cualquier muestra de civismo y ahondando únicamente en los detalles morbosos y los testimonios de camellos, drogadictos, travestis y desempleados con ganas de folklore, algunos de ellos subtitulados pese a que se entendían perfectamente. Además, aún escuecen las frases de la narradora, que afirmaba que “las drogas han marcado el barrio para siempre y que allí “cualquier cosa es válida para sacar un puñado de euros”, por no hablar de la selección de imágenes variopintas, que mostraban tiendas clandestinas por doquier, niños pequeños con hachas y caballos trotando por las calles, por poner algunos ejemplos.
