Allá por el año 1868 vivía en Sevilla un albañil llamado Esteban Pérez.
Más que por la calidad de sus trabajos, era conocido por realizarlos a cualquier hora del día y en cualquier fecha del año, de ahí que siempre estuviera disponible.
Por esta misma razón, una fría noche de invierno, cuando ya estaba sumido en el más profundo sueño, llamó a su puerta un misterioso hombre ataviado con una chistera y una capa oscura.

Le habló de un encargo tan urgente como sencillo que le reportaría pingües, pero con una condición peculiar: sería llevado al lugar con los ojos vendados y regresaría a su hogar de la misma manera.
Esteban rechazó, pero al ver una pistola apuntando a su pecho cambió de opinión y subió al coche de caballos.
Después de varias horas a ciegas, intentando imaginar por qué calles transitaba, fue ‘liberado’ en el interior de una vivienda y lo primero que vio fue una mujer amordazada.
El cliente le explicó que su misión consistía en levantar un tabique para que la habitación en la que se encontraba su rehén quedara sellada y el albañil no tuvo más remedio que complacerle.
Una vez terminada su tarea, Esteban fue devuelto a su domicilio, situado en la calle Marqués de la Mina, donde recibió nuevas coacciones para que no contara nada de lo sucedido.
Sin embargo, no pudo aparcar la idea de que podría estar colaborando en la muerte de una persona, por lo que hizo de tripas corazón y acudió al juez de guardia, que aquel día era Pedro León de Guevara.
La única pista que pudo ofrecerle era que había escuchado unas campanas que marcaban los cuartos y tras consultar al maestro relojero de la ciudad, llegaron a la conclusión de que no habían salido de la ciudad.
Entonces hicieron sonar una tras otra todas las campanas de Sevilla y para sorpresa de Esteban, identificó las de parroquia de San Lorenzo, es decir, las más cercanas a su casa.
Gracias a ello, los investigadores redujeron el perímetro y pudieron encontrar con vida a la joven emparedada y detener al secuestrador.
Éste, según algunas fuentes, era su propio marido; aunque otros testimonios aseguraron que se trataba de un cubano que había amasado una fortuna con falsas acusaciones y chantajes.
¿De dónde viene la celebración del Corpus Christi? Todo comenzó a mediados del siglo XIII en Bélgica, donde una monja llamada Juliana de Mont Cornillón se preguntaba a diario por qué no había ninguna fiesta dedicada al Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Un día (cuando ya era priora) tuvo una visión y vio a la Iglesia en forma de luna llena con una gran mancha negra sobre su superficie. En cuanto pudo narró su aparición al obispo de Lieja, Roberto de Thorete, quien, tras consultar con un grupo de teólogos, llegó a la conclusión de que Dios quería que se creara una fiesta en honor al Santísimo Sacramento. Los hechos, bien detallados, llegaron a El Vaticano, y el papa Urbano IV decidió publicó una bula en 1264 para oficializar la fiesta del Corpus Cristi, eligiendo como fecha el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad, es decir, 60 días después del Domingo de Resurrección.
su imperio era demasiado grande para ser gobernado con eficacia. Resultaba prácticamente imposible tener a los ejércitos en permanente movimiento y al mismo tiempo, atentos a las rebeliones de los bárbaros.
Sucedió el 18 de diciembre de 1673, cuando se celebraba el día de la Virgen de la Esperanza de Triana, imagen a la que los trianeros tienen una intensa devoción. En lo alto del campanario, los monaguillos tocaban con fuerza los badajos de las campanas para que sonaran grandes repiques anunciando la fiesta. En aquella época era corriente que muchos monaguillos se abrazasen a las campanas volteándose con ellas, de manera que quedaban flotando en el aire, ya que sólo sus pequeñas manos quedaban asidas a las campanas . Era una imprudencia fruto de las travesuras de los chiquillos, que el párroco no podía evitar. D. Lorenzo Rueda, párroco de aquel entonces, salió a la calle con sus muletas, (padecía de artrosis), para intentar suspender aquella imprudente acción.Se acercó a la torre para que le vieran los muchachos desde lo alto del campanario, les gritó, pero los monaguillos giraban tan divertidos y enloquecidos con las campanas que ni siquiera le escucharon.
Durante doce años consecutivos la corporación provincial está premiando el que resulta ser el mejor aceite de oliva virgen extra de la provincia, contribuyendo, además, a su promoción y comercialización del llamado oro verde junto a la aceituna de mesa.El presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos, se ha sumado a la iniciativa puesta en marcha por el gobierno que preside para promocionar entre los ciudadanos las bondades que atesoran los aceites de la provincia de Sevilla. En concreto aquellos que la propia Diputación premia cada año tras la finalización de las sucesivas campañas oleícolas.Alrededor de unas veinte mil botellas muestra de aceite han sido repartidas a los ciudadanos durante los seis días dedicados al reparto de las mismas entre la estación de Santa Justa y en las puertas de la Diputación.Durante doce años consecutivos la corporación provincial está premiando el que resulta ser el mejor aceite de oliva virgen extra de la provincia, contribuyendo, además, a su promoción y comercialización del llamado oro verde junto a la aceituna de mesa.