Mario tiene 6 años y el sobre de su carta a los Reyes Magos arrugadito de manosearla. Es un sobre blanco, de verdad, en el que su abuelo ha puesto la dirección y dibujado el sello. Y no se puede abrir, aunque Mario acepta contar que ha pedido una pelota y un Triquibol, un poquito nervioso porque no está para hablar en un momento tan importante. Serio, con los ojos fijos en la puerta del Ateneo, espera la salida del Heraldo para entregarle la carta. Sólo sonríe al escuchar que cómo la va a dar: «A él no, a los que van debajo».Alrededor, el bullicio aumenta y que el Heraldo, Julián García de la Borbolla, se monta a caballo y echa a andar entre los tambores de los beduinos y los pitidos de silbatos, tímido al principio porque la montura hace aspavientos -lo menos que puede hacer en semejante marabunta-, pero luego se viene arriba.
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