Como casi todos los recintos deportivos, el Stadium quedó articulado en torno a cuatro gradas. La más importante era la de Preferencia, que a su vez se dividía en tres partes: alta (la de mayor capacidad), intermedia (donde estaba ubicado el palco de autoridades) y baja (para la sociedad más elitista). Justo enfrente se situó el uniforme graderío de Fondo, que daba a lo que hoy es la Avenida de la Palmera, y a los lados, dos pequeños Goles con sólo ocho filas de plazas. Oficialmente, el Stadium poseía una capacidad para 20.000 espectadores, aunque la prensa de la época sostenía que era algo inferior (unos 16.000, de los cuales 13.000 podían sentarse y otros 3.000 debían estar de pie).
Fue inaugurado el 17 de marzo de 1929 con un partido amistoso de fútbol entre España y Portugal, cuyo resultado final fue de 5-0 para los locales. Un día más tarde se disputó otro encuentro entre una selección hispalense (formada por jugadores del Betis y del Sevilla) y otra lisboeta, y en fechas sucesivas también recibió la visita de otros equipos europeos y sudamericanos. Una vez finalizada la muestra internacional, el Stadium cambió el balompié por carreras automovilísticas, concursos de hípica y fiestas benéficas, es decir, por espectáculos menores que le dieron excesiva vitalidad.
Tanto es así que llegó un momento en el que quedó abandonado a su suerte, aunque el Ayuntamiento tuvo una última idea para resucitarle: convertirlo en sede del Real Betis Balompié. Por aquel entonces el conjunto verdiblanco jugaba en el Campo del Real Patronato Obrero, de propiedad municipal, y se le propuso un traslado, algo que acogió de buen grado. Así las cosas, el 16 de julio de 1936 se firmó un contrato de cesión por diez años y el Betis se comprometió a correr con los gastos de mantenimiento y reformas. Pero poco pudo hacer, ya que sólo unos días más tarde estalló la guerra civil y el Stadium se convirtió en una especie de campamento para las tropas marroquíes. Una vez que las balas dejaron de silbar, el Betis recuperó el control y el estadio pasó a llamarse Heliópolis, germen del actual Benito Villamarín.