
En Sevilla, los antecedentes más lejanos de la celebración del Corpus Christi datan del año 1426 y hay constancia de que un siglo más tarde se decretó el recorrido de la procesión, el cual ha perdurado hasta nuestros días. Esta festividad, por tanto, es más antigua que la Semana Santa que exaltan las Hermandades Sacramentales. Inicialmente, el foco del cortejo era una urna de madera que hacía las veces de Arca de la Alianza. Estaba decorada con ángeles, contenía la Eucaristía y era llevada en andas por unas calles cubiertas con velas y hierbas olorosas (romero, principalmente). De forma simultánea, se realizaban bailes y zarabandas, aunque el lado folclórico fue suprimido posteriormente por el Consejo de Castilla para que primara el carácter religioso dentro de un ambiente solemne.
Durante el romanticismo (siglo XIX), el Corpus de Sevilla adoptó muchos de los rasgos distintivos vigentes, como pueden ser los repiques de campanas de la Catedral, la ornamentación de los balcones o la instalación de altares. Previamente, el Cabildo Catedralicio convocó un concurso para tallar el monumento eucarístico y el proyecto ganador fue el de Juan de Arfe, autor de la Custodia Grande (1587). Al principio éste era el único paso que desfilaba, pero progresivamente fue ganando en compañía gracias a la incorporación de otros que representan a la Santa Espina (conocido popularmente como la ‘Custodia Chica’), el Niño Jesús, la Inmaculada Concepción, el rey San Fernando, San Leandro, San Isidoro, las Santas Justa y Rufina y Santa Ángela de la Cruz (el más reciente).