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Esta Virgen con el Niño, es realizada por Murillo para el retablo del Convento de los Capuchinos de Sevilla.Según la leyenda un hermano lego del convento se dió cuenta un día de que faltaba una servilleta y Murillo se la devolvió con la imagen de la Virgen con el Niño pintada, otra versión nos cuenta cómo la pintó en agradecimiento a la Orden que tan bien le había acogido el tiempo que permaneció trabajando en el convento. La leyenda forjada durante el Romanticismo ha dado nombre al cuadro desde el S. XIX, cuando los cuadros de Murillo se encontraban altamente valorados. Pero la obra fue pintada en realidad sobre lienzo.La forma de presentarnos a la Virgen con el Niño, es cercana e intimista. Siguiendo los pasos de la Contrarreforma, los santos, han bajado del Cielo a la Tierra. Sevilla atravesaba durante el S. XVII una crisis económica profunda, la pobreza y miseria se hacían patentes en las calles, donde mendigos y pilluelos buscaban sustento.
En el convento sevillano de Santa Inés, tocaba un famoso organista llamado Maese Pérez al cual iba a escuchar toda Sevilla. El día de la misa del Gallo, a la hora de comenzar la misa,transcurrieron, algunos minutos sin que el celebrante apareciese. La multitud comenzaba a rebullirse demostrando su impaciencia; los caballeros cambiaban entre sí algunas palabras a media voz, y el arzobispo mandó a la sacristía a uno de sus familiares a inquirir por qué no comenzaba la ceremonia. Maese Pérez se ha puesto enfermo. Entonces un organista, enemigo suyo, se encontraba entre el público y se ofreció para tocar diciendo: «Maese Pérez está enfermo.La ceremonia no puede empezar. Si queréis, yo tocaré el órgano en su ausencia, que si maese Pérez es el primer organista del mundo, ni a su muerte dejará de usarse este instrumento por falta de inteligente». Pero apareció Maese Pérez que debido a su estado de enfermedad era llevado en un sillón. Ni los médicos ni su hija pudieron evitar que apereciera, decía: «Esta es la última, lo conozco. Lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi órgano, esta noche sobre todo, la Nochebuena. Vamos, lo quiero, lo mando. Vamos a la iglesia».
Fotografía en la Puerta del acceso al atrio del Monasterio.
Monasterio de la Cartuja: Jardines 2º. Puerta Acceso al convento
Un nuevo convento sevillano al borde de la ruina. El monasterio de Madre de Dios de la Piedad, de las madres dominicas, situado en la calle San José, presenta unas condiciones de conservación muy deficientes. Todo el cenobio, iglesia incluida, fue declarado Monumento Nacional en el año 1971, pero hay una parte de las dependencias que necesitan de una restauración urgente y puede que ni siquiera superen las lluvias del próximo invierno. Fruto de donaciones particulares y de entidades privadas, desde hace aproximadamente 15 años, se han ido reparando algunas zonas bajo la dirección del arquitecto Miguel Ángel López. En todos estos años se han invertido unos 100.000 euros, pero según el plan director redactado por el arquitecto hacen falta alrededor de 650.000 euros para devolver todo el lustre a un convento que surgió en el siglo XV gracias a la reina Isabel la Católica y que encierra en su interior importantísimas obras de arte.Hay dos zonas que se encuentran especialmente mal: el conocido como El Palazuelo y la antigua Casa del Capellán. La primera de las estancias está totalmente apuntalada y corre un grave riesgo de venirse abajo. Este lugar tiene un especial significado histórico, por lo que a lo largo de los siglos ha permanecido casi inalterado, siendo utilizado esporádicamente como noviciado cuando el número de religiosas en el convento era muy grande.
Tomasín era un chico de corta edad, huérfano de madre. Su padre trabajaba en una fábrica de ferrocarriles en el barrio de San Jerónimo y dado que la jornada laboral de este hombre era de casi todo el día, no tenía tiempo para cuidar de su hijo adecuadamente, por eso decidió que Tomasín fuese cuidado por las monjas del convento de Santa Isabel. La ilusión de Tomasín era la de salir de nazareno en la cofradía de Los Gitanos, para ello las monjitas le confeccionaron la túnica, para que su padre lo metiera en las filas de nazarenos el Viernes Santo por la mañana. Tomasín contaba los días para vestirse de nazareno, pero tuvo la mala fortuna de caer enfermo meses antes de Semana Santa.
Es una ocasión única para probar los exquisitos tocinos de cielo de las Hermanas Jerónimas de Santa Paula, los deliciosos alemanes de Santa Clara, los azucarados bizcochos del Monasterio de San Clemente o los pestiños y borrachuelos de las monjas del Monasterio del Santísimo Sacramento de Málaga. Del 26 al 28 de noviembre Tomares acoge, en la Plaza del Ayuntamiento, la I Feria de Dulces de Conventos, un evento en el que se darán cita una docena de conventos, la mayoría de la provincia de Sevilla y uno de Málaga, cuyos típicos pasteles serán vendidos por la organización humanitaria Caritas de Tomares, que destinará la recaudación obtenida a ayudar a las personas que están atravesando dificultades, una labor solidaria, de cara a estas fiestas navideñas, sobre todo en estos momentos tan difíciles que estamos atravesando.
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En ella se alza el neoclásico Templo de San Ildefonso, cuya monumental portada aparece flanqueada por dos esbeltas torres que representan un campanario constituido por tres cuerpos decrecientes adronados con balaustrada y jarrones. A los pies, en la hornacina del ático, presenta una escultura de San Ildefonso. El trazado de esta iglesia se encargó a Julián Barcenilla, académico de San Fernando, ocupándose de su ejecución José de Echamorros, quieon la remató en 1841. La obra artística de mayor trascendencia que se cobija en su interior es la pintura mural de Nuestra Señora del Coral, que data del siglo XIV y que muestra una clara influencia de la corriente sienesa del Trecento. Frente a esta parroquia se encuentra el acceso al Convento de San Leandro.En esta plaza se pueden encontrar muchos comercios dedicados a la venta de antigüedades.
El convento de San Leandro situado en la Plaza de San Ildefonso de Sevilla (España) es un interesante ejemplo de la arquitectura conventual de la capital hispalense. Este convento fundado en 1295 por la Orden de Agustinas, estuvo en su origen emplazado en el lugar conocido como «Degolladero de los Cristianos». Posteriormente, y tras estar ubicado en la calle de Los Melgarejos, fue trasladado en 1369 a unas casas situadas junto a la parroquial de San Ildefonso.El inmueble posee una planta casi cuadrangular, con tres fachadas exteriores. El acceso al convento se realiza a través de un vano que se localiza en el frente correspondiente a la plaza de San Ildefonso, y que da paso a un pequeño compás. Este posee dos galerías con pilarcillos metálicos y una tercera con columnas. En su perímetro se encuentran la puerta reglar y los locutorios, así como el torno.Tras la citada puerta reglar, mediante un acceso en recodo se pasa al claustro. Este, también llamado «Patio grande» o «Patio central», posee una estructura romboidal, con doble galería de arcos peraltados en planta baja y de medio punto en planta alta. Las galerías están soportadas por columnas de mármol, y se enmarcan con alfices. Los muros del claustro, por su parte, están revestidos con azulejos de cuenca, que alternan con otros lisos. En el centro del patio se localiza una interesante fuente poligonal, con tazón central.