La vida en los corrales de vecinos (I)

Antes de que se levantaran las casas adosadas, las urbanizaciones privadas y los bloques de pisos, Sevilla se caracterizaba por sus corrales de vecinos. Como buena parte del patrimonio hispalense, tuvo su origen en la época de dominio árabe, y más concretamente, en los adarves (callejones sin salida) y corralaces (patios) típicos de esta cultura. Hay que decir que no son exclusivos de nuestra ciudad (se extendieron por toda la zona occidental de Andalucía), aunque en Sevilla proliferaron más que en ningún otro sitio debido a su posición estratégica como puerto de entrada y salida para Las Indias. Fue precisamente durante el siglo XVI cuando se convirtieron en la mejor manera de combatir el incesante crecimiento demográfico.

Cabe destacar que los corrales de vecinos no surgieron de la noche a la mañana por la brillante ocurrencia de un arquitecto. No. Aparecieron casi de forma accidental al transformar antiguos conventos y casas señoriales en viviendas comunales. Dado que estos espacios estaban desocupados y muchas personas no tenían ni sitio ni dinero para edificar sus propias casas, propietarios e inquilinos encontraron en esta fórmula la solución ideal para atajar el problema, aunque visto desde otro prisma también podría entenderse como un buen ejemplo de especulación inmobiliaria. El caso es que, debido al éxito que adquirieron, con el paso de las décadas sí que se construyeron corrales de vecinos desde cero potenciando sus virtudes y puliendo algunos de sus inconvenientes, pero su génesis, como hemos mencionado anteriormente, fue más espontánea que otra cosa.

¿Cómo eran exactamente? Pues eran unos patios relativamente amplios con forma rectangular que estaban rodeados por viviendas. El suministro de agua lo garantizaba la fuente o el pozo que se encontraba justo en el centro como símbolo de equidad, aunque los periodos graves de sequía y las averías en las cañerías obligaban a los huéspedes a salir de su hogar en aras de obtener el bien más preciado del mundo. Casi todos los corrales tenían dos plantas que no se diferenciaban prácticamente en nada. Es decir, ambas eran simétricas y estaban atestadas de pequeñas habitaciones o salas en las que vivían familias enteras. No disponían de aseos individuales, por lo que todos debían acudir a hacer sus necesidades a un rincón del patio habilitado para tal efecto. Tampoco había duchas y la gente se bañaba en barreños o palanganas. Asimismo, la zona para lavar la ropa también era colectivo. Teniendo en cuenta todas estas características, es normal que la vida en los corrales de vecinos fuera muy peculiar. De eso, de las personas que habitaban en ellos y de las que se conservan actualmente hablaremos en el siguiente artículo.

A los chinos les gusta Sevilla

No es ningún secreto que el poder de seducción de Sevilla traspasa cualquier frontera y que gracias a él recibe visitantes de todos los rincones del planeta, pero el último estudio demográfico revela un dato realmente llamativo en este sentido que no tienen que ver con el turismo en sí, sino con el traslado definitivo de chinos a nuestra ciudad. En otras palabras, con la llegada de inmigrantes ‘legales’ procedentes del gigante asiático. Concretamente, en la provincia de Sevilla hay censados casi 80.000 extranjeros, de los cuales, 4.000 hablan el mandarín, lo que supone aproximadamente un 5% del total, un porcentaje superior a la media andaluza y española.

Ni siquiera en Madrid o en Barcelona hay tantos chinos como en Sevilla en términos proporcionales, lo cual deja a las claras el auge de esta colonia en la capital hispalense durante los últimos años. Como todo el mundo sabe, o imagina, los chinos tienen una forma de entender la vida muy diferente a la de los inmigrantes originarios de Sudamérica, África o Europa del Este. Uno de sus rasgos distintivos es que suelen ser emprendedores y prefieren montar su propio negocio, por muy pequeño que sea, antes que trabajar para un empresario, y la prueba que lo demuestra es que el 43% de ellos está afiliado al régimen de autónomos.

Habitualmente regentan restaurantes, bazares o tiendas en las que se pueden encontrar, al mismo tiempo o por separado, productos alimenticios, textiles o artesanales, ofreciendo siempre precios competitivos. Asimismo, la población china que habita en Sevilla también se caracteriza por ser joven y la mitad de sus integrantes no supera la barrera de los 30 años. Además, a diferencia de otras etnias, los chinos acostumbran a desplazarse en familia y no individualmente. Teniendo en cuenta que les gusta Sevilla y que existen 1.300 millones de inmigrantes chinos potenciales (tantos como habitantes tiene su inmenso país), es de esperar que el asentamiento de asiáticos en Sevilla siga creciendo en el futuro, ayudando a crear una ciudad cada vez más cosmopolita.