La fotografía en Sevilla (I)

En el año 1839, un inglés se colocó delante del Ayuntamiento de Sevilla, sacó un artilugio realmente extraño, apuntó hacia la fachada y pulsó un interruptor. Sin tiempo para asimilar la escena, las autoridades corrieron a detener al sospechoso porque creían que portaba una escopeta, pero nada más lejos de la realidad, ya que lo que acababa de hacer era tomar la primera fotografía de nuestra ciudad.

 

Aquella pionera, legendaria y borrosa imagen es uno de los grandes tesoros que se conservan en la Fototeca Hispalense de Miguel Ángel Yáñez Polo, un prestigioso médico internista con amplios conocimientos de química al que siempre le fascinó la fotografía. No en vano, custodia en su domicilio particular más de 300.000 instantáneas con un incalculable valor documental, las cuales ilustran el desarrollo de Sevilla desde 1839 hasta 2001. Y si se dice que una imagen vale más que mil palabras, sus archivos deben valer más de 300 millones de palabras, el equivalente a un buen puñado de libros de historia y a una incontable cantidad de horas de dedicación.

 

¿Y cómo consiguió reunir semejante banco de imágenes? Yáñez Polo sació su afán de coleccionismo comprando muchas de sus fotografías en los mercadillos del Jueves y en el de la Plaza del Cabildo, donde los vendedores desconocían el verdadero alcance de sus productos. Una vez que su recopilación adquirió notoriedad, también recibió donaciones y hoy día posee una de las fototecas privadas más importantes del continente europeo. Pero no solo puede presumir de cantidad, sino también de calidad, ya que almacena las fotografías con las condiciones ambientales precisas, es decir, siempre alejadas de la luz, con un sistema de renovación del aire automatizado y una temperatura constante (20º C), entre otros factores. Asimismo, la entrada de personal está restringida para preservar la conservación.

 

Debido a la enfermedad que padece, Yáñez Polo ya no puede hacerse cargo del archivo ni tampoco ampliarlo, por lo que su deseo es cederlo a otro propietario o a las instituciones públicas siempre y cuando permanezca en Sevilla. De momento, nadie ha recogido el guante, pero la lógica hace pensar que más pronto que tarde sucederá. Imágenes del Zeppelín volando sobre la Catedral, de las contadas nevadas, de la Semana Santa de hace un siglo, de monumentos que desaparecieron o fueron reformados y de un largo etcétera bien merecen la pena.

La Expo y la nostalgia

Este año se celebra el vigésimo aniversario de la Exposición Universal de 1992 y poco a poco van dándose a conocer los múltiples actos que se realizarán para conmemorar tal efeméride. El último que ha trascendido a la opinión pública es la digitalización de todos los vídeos de aquella etapa que se conservan, la cual será llevada a cabo por la empresa sevillana La Zanzoña. En concreto, más de 140 cintas de formato Betacam serán digitalizadas para recrear en su esplendor el ambiente que se vivió en la La Cartuja durante aquellos inolvidables meses, incluyendo escenas tan carismáticas como la cabalgata inaugural, el espectáculo del lago, las conciertos musicales, las atracciones, etc.

La idea en concreto consiste en elaborar una serie documental de calidad para comercializarla y de esta manera, inmortalizar los recuerdos que guardamos los sevillanos en nuestras mentes. Será un recorrido cronológico apasionante que abarcará desde los primeros movimientos de tierra para su construcción hasta la mismísima ceremonia de clausura, pasando por los programas especiales que se pusieron en marcha en días puntuales. Sin duda, una vez concluida, será una obra imperdible que hará las delicias de los más melancólicos.

Pero las evocaciones no van a terminar aquí. La asociación Legado Expo Sevilla está trabajando duro para que se realicen muchas más actividades, tales como una carrera popular de seis kilómetros por la zona en la que tuvo lugar la muestra, visitas guiadas a los pabellones más exitosos que sobrevivieron, un cupón de la ONCE dedicado a esta efeméride, un concurso de fotografías, la recuperación temporal del espectáculo audiovisual del lago, un monumento a Curro, etc. Probablemente, todas estas iniciativas no podrán llevarse a cabo, pero el esfuerzo de los que siguen creyendo firmemente que la Expo 92 sigue viva es digno de elogio.