Con el permiso de muchos otros pintores de gran talento, podría decirse que los dos mejores pinceles que ha dado Sevilla son los de Velázquez y Murillo. Del primero ya hablamos en profundidad hace algún tiempo, (pueden repasar los dos artículos que le dedicamos pulsando aquí y aquí), y ahora ahondaremos en la biografía del segundo. Bartolomé Esteban Murillo –así se llamaba- debió de nacer en las postrimerías de 1617, ya que fue bautizado el 1 de enero de 1618 en la Parroquia de la Magdalena. Su familia, como tantas otras de su tiempo, era muy numerosa, hasta el punto de que él era el menor de catorce hermanos. Su padre alternaba dos profesiones que hoy nos parecen diametralmente opuestas, pero que en su día estaban estrechamente relacionadas: las de cirujano y barbero. Lo mismo cortaba el pelo que practicaba una sangría o sacaba una muela. Por su parte, su madre procedía de una familia de plateros.