El 10 de agosto de 1519, una expedición capitaneada por Fernando de Magallanes y formada por cinco barcos partió desde el puerto de Sevilla y, tras cargar provisiones en Sanlúcar de Barrameda, puso rumbo a Las Américas. De esas cinco naves, sólo una de ellas regresó al punto de origen, la llamada Nao Victoria, que está considerada como la primera embarcación que dio la vuelta al mundo.
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Ramsés, rey de reyes
Los amantes de la cultura egipcia están de enhorabuena, ya que una fastuosa exposición sobre esta temática ha llegado a Sevilla. Bautizada con el nombre de ‘Ramsés, rey de reyes’, tiene como principal atractivo la reproducción de la fachada del templo de Nefertari, famoso en todo en todo el mundo por haber sido dedicado a una mujer en unos tiempos en los que toda la pompa recaía en los hombres. La obra, que mide seis metros de alto y catorce de ancho, fue elaborada por el escultor Hany Mostafa durante un año con la ayuda de otros cinco artesanos.
El curioso caso del Pabellón de Brasil
Inicialmente, Brasil no fue invitada a la Exposición Iberoamericana que se celebró en Sevilla en 1929. Portugal tampoco, y quizás muchos de vosotros os estéis preguntando ahora mismo por qué. Una de las razones se encuentra en el pretexto de la muestra, que no era otro que el de ensalzar a España y su hegemónica influencia en el Nuevo Continente. Y claro, los dos países anteriormente citados eran los únicos que podían discutir esta afirmación, pues la conexión entre ambos también había sido muy importante. También tuvo su peso el hecho de que Brasil hubiese votado en contra del ingreso de España en el Consejo de la Sociedad de Naciones años atrás, así como el escaso interés que había mostrado España en una muestra que se había celebrado en Río de Janeiro poco antes.
Las huellas del Señor del Gran Poder
‘Las huellas del Señor’. Así se llama la exposición que ha organizado la Hermandad del Gran Poder con motivo del cincuenta aniversario de la construcción de su templo actual. Elegante, sencilla, imponente… la muestra es un fiel reflejo de la corporación y pretende poner en relieve la relación entre su Titular y los sevillanos a través de un conjunto de fotografías, lienzos y palabras. Todos estos elementos están dispuestos para que los visitantes realicen un recorrido histórico desde la fundación de la hermandad (1477) hasta su traslado definitivo a la Basílica de Jesús del Gran Poder, en el barrio de San Lorenzo.
La exposición, que ha sido acogida por el Real Círculo de Labradores (calle Pedro Caravaca), fue inaugurada el pasado 26 de mayo y podrá visitarse hasta el próximo 14 de junio en horario matutino (de 10:00 a 14:00) y vespertino (de 17:00 a 21:00). Todas y cada una de las piezas que se están exhibiendo tienen su encanto, pero hay dos de ellas que está llamando especialmente la atención por su originalidad. Nos referimos a dos enormes mosaicos de tres metros de altura (uno en blanco y negro, y otro a color) que han sido capaces de representar el rostro del Señor del Gran Poder con las caras de más de 5.000 hermanos de la corporación (procedentes de las fichas de inscripción). El trabajo, obra de Frank Lorca, persigue recrear “un rostro en el que caben todos los rostros y todos los tiempos”.
Los códices que nunca viste
Siempre es un buen momento para visitar el Real Alcázar de Sevilla, pero actualmente hay un motivo adicional. Y es que la Sala Cantarera, que siempre había estado cerrada al público porque hacía las veces de almacén, ha sido habilitada por primera vez como espacio expositivo. Hablamos de un recinto que fue construido por Alfonso X en el siglo XIII y redecorado por Felipe II tres centurias más tarde, cuando pasó a formar parte del Palacio Gótico. Su gran atractivo reside en su vistosa azulejería, que fue encargada a Cristóbal de Augusta, el mejor ceramista de la época, en el año 1577. Fueron las primeras baldosas planas policromadas que llegaron a la capital hispalense.
Érase una vez una palmera
La avenida de La Palmera se edificó a mediados del siglo XIX con un trazado recto similar al actual, aunque bastante más corto. Fue concebida como una continuación del paseo de Las Delicias y su trayecto fue aumentando con el paso de las décadas, llegando hasta las inmediaciones del barrio de Bellavista. Cuando ya tenía casi un siglo de edad, fue bautizada en 1910 con el nombre de ‘La Palmera’, en honor a una bella especie de este tipo que crecía en la glorieta Plus Ultra (la que está situada junto a la grada de Fondo del Benito Villamarín).
Las puertas del paraíso
Aunque a día de hoy sólo tres de ellas permanecen en pie (el Arco de La Macarena, El Postigo del Aceite y la Puerta de Córdoba), Sevilla llegó a tener más de una veintena de puertas. La mayoría de ellas tenían como misión principal regular el acceso a la ciudad, pero también fueron destinadas a otros usos. No en vano, durante la época romana hicieron las veces de cercas defensivas, mientras que en la época musulmana adoptaron el cariz de murallas y sirvieron como protección frente a las frecuentes crecidas del Guadalquivir. Posteriormente, algunas se ‘maquillaron’ como arcos triunfales, otras se transformaron en puntos aduaneros donde se cobraban los aranceles, e incluso una de ellas pasó a ser un patíbulo.
Regreso a la infancia
Cada vez que vemos un click de Playmobil nos teletransportamos a nuestra infancia, o en su defecto, a nuestro lado más infantil. No en vano, los abuelos de hoy los regalaban a los que ahora son padres de unos hijos que comparten su afición por estos peculiares muñecos que miden 7,5 centímetros de alto y sólo son flexibles por sus extremidades y la cabeza. De fabricación alemana, estos juguetes empezaron a ser conocidos a nivel internacional a mediados de los años ochenta y todas las navidades se renuevan con accesorios nuevos para desarrollar la imaginación de los más pequeños y no tan pequeños.
El Porvenir de un cementerio
El cementerio más grande que ha tenido Sevilla a lo largo de su historia estuvo emplazado en lo que hoy conocemos El Porvenir. No fue un proyecto faraónico, ni mucho menos, sino una respuesta improvisada a las incontables epidemias que se produjeron durante la Edad Media. La más mortífera fue la peste bubónica, conocida popularmente como ‘peste negra’, la cual se extendió por toda Europa a mediados del siglo XIV y dejó a la población seriamente diezmada. “No hay suficientes vivos para enterrar a los muertos”, escribieron algunos testimonios. No es de extrañar, por tanto, que aquella necrópolis hispalense creciera sin orden ni control.
Dicho cementerio estuvo operativo hasta el siglo XIX, fecha en la que fue relevado por el de San Fernando. Ya a principios del XX, y tras un largo periodo de inactividad, los terrenos, que por aquel entonces eran propiedad de dos familias acaudaladas, fueron adquiridos por el Ayuntamiento de Sevilla. El motivo: edificar un nuevo barrio que bordeara a la Exposición de Iberoamericana de 1929. Inicialmente acuñó el nombre de San Sebastián, el mismo que habían tenido previamente tanto el campo santo como la ermita que se encontraba en sus proximidades, pero poco después pasó a llamarse El Porvenir, en un claro guiño a la ‘ciudad del futuro’ que se había proyectado.
Así se explica también que una de las calles fuera bautizada como ‘Progreso’, mientras que otras de las primeras vías recibieron nombres relacionados con la muestra que estaba a punto de celebrarse (Río de La Plata, Brasil, Montevideo, Exposición, etcétera). Algunos de los arquitectos más reputados que participaron en la Exposición Iberoamericana (incluido Aníbal González) quisieron dejar su sello en el barrio a modo de villas y edificios de gran valor (como la fábrica de La Catalana de Gas), propiciando el despegue definitivo de El Porvenir. Además, en el epílogo de plena Guerra Civil, fue fundada allí la Hermandad de la Paz, creando un arraigo más profundo si cabe entre sus vecinos.