La reapertura de la Torre de don Fadrique

La Torre de don Fadrique está en pie desde hace muchísimo tiempo, concretamente, desde 1252, pero lleva 14 años cerrada a cal y canto por el precario estado de conservación de su interior. Afortunadamente, sus días de clausura están llegando a su fin, ya que los trabajos de restauración que se están realizando permitirán la reapertura de sus puertas al público en las próximas semanas. Así lo anunció recientemente el Ayuntamiento de Sevilla, a través de un comunicado en el que aclaraba que, además de repararse los daños en la atalaya, se van a adecentar los jardines y acerados externos.

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El palacio que habría embelesado a Pilatos

Cuando uno piensa en un palacio andaluz, se le viene a la mente la Casa de Pilatos. Por orden de los fundadores de la Casa de Alcalá (Pedro Enríquez de Quiñones y Catalina de Ribera), empezó a construirse en 1483 sobre unos solares que habían sido confiscados por la Inquisición, pero es necesario subrayar que fue uno de sus hijos, Fadrique Enríquez, quien más tuvo que ver en su estructura final. No en vano, a principios del siglo XVI realizó un viaje que le hizo atravesar toda Italia para conocer Jerusalén, quedándose prendado del arte renacentista por el camino. Y por esta razón, cuando regresó a Sevilla, quiso combinar el estilo mudéjar con el que le había maravillado en tierras transalpinas.

El resultado fue un conjunto arquitectónico majestuoso que ya desprende galantería desde el mismo portal, fabricado en mármol y traído directamente desde Génova. El patio tiene elementos sevillanos, como es el caso de la fuente que está situada justo en el centro, pero también góticos (la balaustrada), musulmanes (azulejos y arcos ‘desordenados’), renacentistas (dos estatuas que representan a la diosa Minerva y veinticuatro bustos de emperadores que le observan)… sin olvidar los dos refinados jardines. En la planta superior destacan sobremanera las pinturas, de autores de renombre como Francisco Pacheco, Francisco de Goya, Lucas Jordán, Giuseppe Recco, y la capilla, repleta de manuscritos y otras antigüedades de interés.

Si nunca fue el hogar del prefecto de Judea (aunque a buen seguro que le habría gustado), ¿por qué se llama Casa de Pilatos? Durante su peregrinación a Tierra Santa, Fadrique hizo algunas mediciones (en pasos) y comprobó que la distancia entre las ruinas del pretorio de Jerusalén (donde vivía Poncio Pilato) y el monte Gólgota (donde crucificaron a Jesucristo) era exactamente la misma que había entre su casa y el Templete de la Cruz del Campo, de ahí que instaurara un Vía Crucis en este recorrido. Según algunos entendidos en la materia, este pudo ser el germen de la Semana Santa de Sevilla que conocemos actualmente.

Como datos anecdóticos adicionales, cabe reseñar que los Duques de Medinaceli residen en el palacio, pese a que sigue abierto al público y ha servido como escenario para películas de gran éxito, tales como ‘Lawrence de Arabia’, ‘1492: La conquista del paraíso’, ‘El reino de los cielos’ y ‘Knight and Day’.

La clase de San Lorenzo

Hay que saber distinguir entre los barrios de clases (altas) y los barrios con clase. San Lorenzo forma parte de este segundo grupo gracias a la perfecta armonía en la que conviven sus edificios y sus gentes. Tanto unos como otros hacen gala de señorío, personalidad y elegancia,  y se sienten orgullos de residir donde residen. Una vez que se vive allí durante un tiempo prudencial, nadie quiere irse de San Lorenzo. De hecho, la permanencia de sus vecinos, cediendo el testigo de generación en generación, es una de las razones que explican por qué el barrio sigue conservando intacta su esencia pese a los inevitables cambios que va introduciendo la modernidad.

El barrio, que pertenece formalmente al distrito Casco Antiguo y tiene aproximadamente unos 4.000 habitantes, se organiza en torno a la Plaza de San Lorenzo, la cual da cobijo a la Iglesia del mismo nombre y a la Basílica del Gran Poder, aunque de ella ya hablaremos con más detenimiento en otro momento. También tiene otros centros neurálgicos importantes como la Plaza de La Gavidia o la de El Museo, aunque hay que decir que cada callejuela tiene su encanto. Tanto es así que en ellas crecieron personajes tan ilustres y variados como Gustavo Adolfo Bécquer, el Conde de Barajas, el Cardenal Espínola, Ortega Bru, Francisco Buiza, Manuel Font de Anta, Manolo Caracol, etcétera.

En San Lorenzo hay obras de arte a raudales y a cada paso que damos podemos toparnos con una de ellas sin haber tenido tiempo material para saborear la anterior. Desde sus casas señoriales, pasando por sus palacios, hasta sus monumentos, sin olvidar sus iglesias, sus imponentes imágenes de la Semana Santa sevillana, sus conventos, sus monumentos, sus comercios y sus bodegas. Cambiando los nombres comunes por nombres propios, podríamos hablar del Museo de Bellas Artes, del Monasterio de San Clemente, de los Conventos de Santa Clara, Madre de Dios, Santa Ana, y La Asunción, de la Torre de Don Fadrique y deberíamos añadir muchos puntos suspensivos, ya que la lista es interminable y todo es de interés.

La torre de Don Fadrique

Torre de Don FadriqueEl rey San Fernando había estado casado con la reina doña Beatriz de Suabia, de ilustre estirpe europea. Doña Beatriz dió al rey varios hijos, siendo el primero de ellos don Alfonso » el Sabio», quien después de la muerte de Don Fernando ocuparía el trono de Castilla y León con el nombre de D. Alfonso X el Sabio. El menor de los hijos fué el infante don Fadrique.
Cuando doña Beatriz murió, el rey, con casi 50 años de edad,  contrajo nuevo matrimonio con doña Juana de Pointiheu, con la finalidad de entablar relacines de amistad con Francia. la diferencia de edad entre el rey y doña Juana era demasiada pués ella tan solo tenía 17 años.
Pero poco después de contraer matrimonio el rey se puso en marcha para conquistar Córdoba y Sevilla. Las campañas le mantuvieron alejado de su esposa. El rey sólo se acercaba a ella por cumplir como caballero y cristiano y por oblñigación matrimonial, por lo que la joven tuvo varios hijos, más como deber que por placer.
Los reyes se vinieron a Sevilla y se instalaron en el Alcázar, pero el rey  por preocupaciones, por ejercitaciones piadosas y por una enfermedad que contrajo al pasar el Guadalquivir por Lora del Río, de la que nunca se repuso, se alejaba aún más de su esposa.

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