El tren más carismático

trenUna de las grandes sensaciones de la Exposición Iberoamericana de 1929 fue, sin lugar a dudas, el tren Lilliput. Durante mucho tiempo se creyó que fue un regalo del rey Alfonso XIII a la ciudad de Sevilla, aunque recientemente algunos historiadores han encontrado documentación que pone en duda esta afirmación. Sea como fuere, el pequeño ferrocarril causó más furor que todas las atracciones del parque, incluida la montaña rusa, y recorría el recinto de punta a rabo haciendo paradas en sus cinco estaciones: Glorieta Becquer, Paseo de las Delicias, Barrio Moro, Parque de Atracciones y Plaza de América.

Al parecer, fue José Cruz Conde, Comisario Regio de la muestra, quien adquirió personalmente las cinco máquinas (bautizadas como Sevilla, Santa María, Pinta y Niña) durante su visita a la Exposición de Colonia de 1928. De fabricación alemana, cada locomotora medía siete metros de largo, arrastraba diez vagones y podía transportar a unas 150 personas con una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora. Para que el viaje fuera más atractivo si cabe, se construyó el túnel que actualmente atraviesa el Monte Gurugú y cerca de la Plaza de España se habilitó una galería que simulaba a las Grutas de las Maravillas de Aracena.

Más de 500.000 personas de todas las edades se montaron en él, dejando una recaudación de 684.000 pesetas. En otras palabras, el tren Lilliput, que jamás se averió ni sufrió ningún accidente, se convirtió en la tercera fuente de ingresos de la exposición tras las entradas y la explotación comercial de los terrenos. A la conclusión del evento fue almacenado en unas cocheras que se encontraban próximas a la Avenida de la Borbolla y rescatado en dos ocasiones (1930 y 1932) para sendas exhibiciones. Tras la última de ellas, las máquinas fueron abandonadas a su suerte y se deterioraron notablemente, aunque en 1969 una de ellas (la Santa María) fue restaurada y vendida al parque de atracciones de Madrid, donde fue reciclada durante un tiempo como el Tren del Oeste. Por su parte, la Niña fue reparada posteriormente por la Asociación Sevillana de Amigos del Ferrocarril y actualmente se halla en la Estación de Santa Justa. Así las cosas, el tren miniatura sigue vivo pese a las vicisitudes que le han acompañado durante su existencia.  

De las mulas a las catenarias

Aunque a los más bisoños les cueste creerlo, la historia del tranvía en Sevilla no comenzó con la implantación del Metrocentro. De hecho, hace más de un siglo ya existía uno que recorría el centro de la ciudad gracias a la fuerza bruta de las mulas. Si un ciudadano de nuestro mundo pudiera retroceder en el tiempo y montarse en él, a buen seguro que se desesperaría con su escasa velocidad y su limitada capacidad (menos de 20 pasajeros), pero en aquel momento era un medio de transporte que causaba furor, pese a los múltiples accidentes en los que se vio envuelto. Con los años fue perfeccionándose y los avances en mecánica permitieron suprimir a los animales y ampliar la red a muchos barrios de la capital e, incluso, a algunos pueblos de los alrededores.

Pero de aquello ya no queda prácticamente nada. Los únicos vestigios que se conservan son las huellas que dejaron los raíles en calles adoquinadas y unos cuantos vagones que se exponen de vez en cuando en la sede de Tussam. ¿Y qué fue lo que motivó la desaparición del tranvía? La irrupción del autobús, que ofrecía un servicio más cómodo, seguro, veloz y económico, al menos, en cuanto a mantenimiento. Durante algún tiempo convivieron y compitieron, pero la balanza se terminó decantando del vehículo más moderno a principios de los sesenta. No obstante, el recuerdo de aquel viejo y carismático tranvía nunca murió, de ahí que el Ayuntamiento recuperara la idea del ferrocarril urbano en la última década.

Así fue como vio la luz en 2007 el Metrocentro, no exento de polémica. De hecho, recibió muchas críticas por el impacto visual que ocasionaron las catenarias, la cortedad de su recorrido y el descarrilamiento que se produjo a los pocos días de su inauguración. Sin embargo, poco y a poco y sin hacer demasiado ruido, se ha ido consolidándose como la segunda línea que traslada a más viajeros dentro de la enorme flota de Tussam (casi cinco millones al año). Aunque a día de hoy sólo va desde San Bernardo hasta Plaza Nueva, está previsto que en el futuro llegue hasta la Puerta Osario y tenga tres estaciones intermedias: Magdalena, Campana y Encarnación.

Estación de Santa Justa

La Estación de ferrocarril de Santa Justa es la mayor estación ferroviaria de Sevilla, la tercera, por tráfico nacional de pasajeros, después de la de Atocha en Madrid y Sants en Barcelona. Cuenta con paradas de autobús y taxis que facilitan el acceso a los viajeros a cualquier punto de la ciudad.

Está situada en uno de los principales accesos a Sevilla, la avenida de Kansas City (la cual está hermanada con la localidad hispalense), continuación natural hacia el centro de la N-IV y muy cerca del casco histórico.

La idea de facilitar el acceso a Andalucía con un tren de alta velocidad se comenzó a fraguar por el gobierno español en 1986 cuando decidieron construir el Nuevo Acceso Ferroviario a Andalucía en ancho internacional para circular a alta velocidad como ya existía en otros países.

Proyectada por los arquitectos Cruz y Ortiz, fue construida entre los años 1987 y 1991 para dotar a la ciudad de un acceso rápido desde el eje central con motivo de las inminentes visitas y movimientos en masa que se esperaba que ocasionaría el futuro evento que estaba por celebrarse, la Expo’92.

Desde 1992 (fecha de la inauguración y entrada en funcionamiento del Nuevo Acceso Ferroviario a Andalucía) se abrió al público la estación de Santa Justa como hoy se conoce.

La estación posee seis vías con ancho internacional especial para los trenes de alta velocidad y otras seis de ancho ibérico para los servicios de cercanías, Media Distancia y largo recorrido por ancho ibérico.

Entre las vías 8 y 9 existe una exposición con maquetas de trenes en miniaturas realizadas por los socios de la Asociación Sevillana de Amigos del Ferrocarril.

Continuar leyendo «Estación de Santa Justa»