El contador de verdades (II)

chaves nogalesIILa trayectoria profesional de Manuel Chaves Nogales no siempre fue reconocida públicamente. De hecho, fue concluir la guerra civil y su nombre, como el de muchos otros republicanos, se convirtió en tabú en la España franquista. Pero la gran diferencia con respecto a otros exiliados es que su memoria tampoco volvió con la transición democrática, quizás porque ya llevaba demasiado tiempo muerto (1944). Ha sido en la última década cuando, verdaderamente, se ha realzado su figura con publicaciones de todo tipo (artículos, libros, documentales…) y, como suele decirse, más vale tarde que nunca.

Dicen sus biógrafos que tenía el don de la ubicuidad: siempre estaba en el lugar y en el momento preciso. Así, conoció la Francia ocupada por los nazis, la Rusia comunista, el desierto africano bajo influencia española y el Londres bombardeado. Escribía sin ambages y con un lenguaje que encandilaba a los más exigentes y al mismo tiempo era accesible para los menos apegados a la lectura. Era republicano, de izquierdas y de talante moderado, pero no se casaba con nadie. Si tenía que denunciar lo absurdo de una política del gobierno de Azaña o las injusticias que sufría el proletariado, lo hacía, de ahí que llegara a granjearse en las altas esferas el apodo de ‘el crítico insobornable’.

Tampoco le intimidaba el creciente poder de Hitler. Tanto es así que, tras entrevistar a su ministro de propaganda y mano derecha, Joseph Goebbels, no dudó en calificarle como “ridículo e impresentable”, palabras que le valieron para ser incluido en la lista negra de la Gestapo. Además, advirtió a la sociedad de la existencia de los campos de concentración cuando la razón humana aún no había digerido que aquello pudiese ser verdad. Antes, en plena guerra civil, se alineó firmemente del lado rojo, aunque terminó realmente asqueado de la contienda en general. Buena prueba es su libro  ‘A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España’, en el que culpó a “la peste del comunismo y del fascismo” de los males de España, apostillando con una frase memorable: “Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos: para un español quizá sea eso un lujo excesivo».

Cuando los sublevados cercaron Madrid, Chaves Nogales huyó a Francia y poco después a Londres, donde falleció poco antes de que finalizara la II Guerra Mundial. Sus restos aún descansan en la capital inglesa, pero su historia sigue viva en su ciudad natal, Sevilla. No en vano, un documental sobre su persona, elaborado por una productora sevillana y titulado ‘El hombre que estuvo allí’, ha sido nominado recientemente para los Premios Goya. 

El cineasta de moda

Siempre hay alguna razón para que Sevilla esté de moda. Si no es por su patrimonio, por sus tradiciones o por sus eventos, es por su gente, y en este sentido, hay un sevillano que últimamente está en boca de todo el mundillo cinematográfico: Alberto Rodríguez. Probablemente, su nombre aún no nos resulte del todo familiar, pero es sólo cuestión de tiempo, pues sus películas están consiguiendo un éxito rotundo tanto en taquilla como a nivel de crítica. Sin ir más lejos, la última de ellas, ‘Grupo 7’, que fue rodada en la capital hispalense, ha recibido nada más y nada menos que 16 nominaciones para los Premios Goya. Y según las quinielas, terminará llevándose un buen puñado de estatuillas.

Alberto Rodríguez nació el 11 de mayo de 1971 en Sevilla y se crió en la localidad de Camas, y más concretamente, en la barriada de Coca de la Piñera. Desde siempre le apasionó el séptimo arte y cuando tenía 20 años, su padre, técnico de Televisión Española, le regaló una cámara de 16 mm que había adquirido en uno de los mercadillos con más solera de la capital: el de los jueves de la calle Feria. Ya con la filmadora en su poder, entabló amistad con otros jóvenes como él, compartieron inquietudes y emprendieron un proyecto de cortometrajes llamado ‘Cinexin’, que tuvo tan buena acogida a pequeña escala que llegó a la mesa de Canal Plus. Llegados a este punto, a todos los artistas se les presenta un dilema: continuar en su tierra o emigrar a Madrid para crecer ampliar la red de contactos.

Alberto y sus amigos (Gervasio Iglesias, Álex Catalán, Santi Amodeo y Rafael Cobos) eligieron la opción más difícil, la de permanecer en Sevilla y tratar de revitalizar la minúscula industria del cine andaluz. Y vaya si lo están consiguiendo… Primero irrumpieron con la innovadora cinta de ‘El factor Pilgrim’, luego con ‘El Traje’ (en cuyo guión aparece la figura de un baloncestista del Caja San Fernando), posteriormente con la aclamada ‘7 Vírgenes’, hasta llegar a las más recientes ‘After’ y ‘Grupo 7’.  Todas ellas tienen un sello propio que se aleja de los tópicos que persiguen al cine español, pero que al mismo tiempo también bebe de sus incuestionables virtudes. Y como muestra de su arraigo a Sevilla, Alberto Rodríguez casi siempre filma en nuestra ciudad. Sin duda, eso es algo que merece más que un premio y un aplauso.