El cineasta de moda

Siempre hay alguna razón para que Sevilla esté de moda. Si no es por su patrimonio, por sus tradiciones o por sus eventos, es por su gente, y en este sentido, hay un sevillano que últimamente está en boca de todo el mundillo cinematográfico: Alberto Rodríguez. Probablemente, su nombre aún no nos resulte del todo familiar, pero es sólo cuestión de tiempo, pues sus películas están consiguiendo un éxito rotundo tanto en taquilla como a nivel de crítica. Sin ir más lejos, la última de ellas, ‘Grupo 7’, que fue rodada en la capital hispalense, ha recibido nada más y nada menos que 16 nominaciones para los Premios Goya. Y según las quinielas, terminará llevándose un buen puñado de estatuillas.

Alberto Rodríguez nació el 11 de mayo de 1971 en Sevilla y se crió en la localidad de Camas, y más concretamente, en la barriada de Coca de la Piñera. Desde siempre le apasionó el séptimo arte y cuando tenía 20 años, su padre, técnico de Televisión Española, le regaló una cámara de 16 mm que había adquirido en uno de los mercadillos con más solera de la capital: el de los jueves de la calle Feria. Ya con la filmadora en su poder, entabló amistad con otros jóvenes como él, compartieron inquietudes y emprendieron un proyecto de cortometrajes llamado ‘Cinexin’, que tuvo tan buena acogida a pequeña escala que llegó a la mesa de Canal Plus. Llegados a este punto, a todos los artistas se les presenta un dilema: continuar en su tierra o emigrar a Madrid para crecer ampliar la red de contactos.

Alberto y sus amigos (Gervasio Iglesias, Álex Catalán, Santi Amodeo y Rafael Cobos) eligieron la opción más difícil, la de permanecer en Sevilla y tratar de revitalizar la minúscula industria del cine andaluz. Y vaya si lo están consiguiendo… Primero irrumpieron con la innovadora cinta de ‘El factor Pilgrim’, luego con ‘El Traje’ (en cuyo guión aparece la figura de un baloncestista del Caja San Fernando), posteriormente con la aclamada ‘7 Vírgenes’, hasta llegar a las más recientes ‘After’ y ‘Grupo 7’.  Todas ellas tienen un sello propio que se aleja de los tópicos que persiguen al cine español, pero que al mismo tiempo también bebe de sus incuestionables virtudes. Y como muestra de su arraigo a Sevilla, Alberto Rodríguez casi siempre filma en nuestra ciudad. Sin duda, eso es algo que merece más que un premio y un aplauso.

Sevilla le abre las puertas al séptimo arte

Sevilla ha sido desde siempre una mina de oro para los cineastas. Buena prueba de ello es que los hermanos Lumiére, los máximos responsables de la invención de la técnica para captar imágenes en movimiento, enviaron a un emisario a la capital hispalense en 1898 con el objetivo de filmar la Semana Santa y algunas corridas de toros. Por aquel entonces el cine era meramente documental, pero bastaron unas décadas para que se convirtiera en una de las grandes industrias del entretenimiento. Y llegados a ese punto, los estadounidenses tomaron la delantera sin perder de vista a la capital de Andalucía. Así, la primera película de Hollywood que se rodó en Sevilla fue ‘El diablo es una mujer’ (1935), dirigida por Josef von Sternberg y protagonizada por Marlene Dietrich.

Desde entonces a esta parte, los preciosistas lugares y monumentos de Sevilla han servido como escenarios para más de 600 películas nacionales y foráneas de todo tipo: adaptaciones de obras literarias (‘Fortunata y Jacinta’, ‘Don Juan Tenorio’, ‘Alatriste’), de ciencia ficción (‘El ataque de los clones’, ‘El viento y el león’), polémicas (‘Nadie conoce a nadie’), superproducciones (‘El reino de los cielos’, ‘Noche y día’, ‘La conquista del paraíso), dramáticas (‘Siete Vírgenes’, ‘Grupo 7’), y un largo etcétera. Pero si hubo una cinta rodada en las calles de nuestra ciudad que tuvo un rotundo éxito a nivel internacional, esa fue ‘Lawrence de Arabia’ (1962), de David Lean, con emplazamientos tan significativos como la Plaza de España, la Casa de Pilatos o el Casino de la Exposición.

Como dato anecdótico, cabe destacar que algunos directores no consiguieron el permiso oficial para ambientar sus obras en Sevilla y se las arreglaron para recrear la ciudad en platós, como fueron los casos de ‘El gato montés’ (1936) y ‘Sangre y arena’ (1922).  Situaciones como esas ya no se darán, ya que el Ayuntamiento de Sevilla se ha propuesto dar facilidades a los productores para generar ingresos, potenciar el séptimo arte y poner a Sevilla más si cabe en el escaparate mundial. De esta manera, tiene previsto aprobar una nueva ordenanza que eximirá de la tasa fiscal a los rodajes que creen empleo para los sevillanos. Una vez que entre en vigor, la tentación de filmar en la ciudad más bella del mundo estará presente en todos los cineastas.