Valme: la romería

valme romeriaPese a que desde un principio la hermandad fijó como fecha de salida el tercer domingo del mes de octubre, la primera Romería de Valme se celebró, debido a las fuertes lluvias que cayeron la semana anterior, el 28 de octubre de 1894. Fue (y sigue siendo) un traslado de la imagen desde iglesia parroquial de Santa María Magdalena (Dos Hermanas) a la antigua ermita del Cortijo del Cuarto (hoy Bellavista), donde Fernando III imploró ayuda divina. Para sufragar los cuantiosos gastos que ocasionaba el festejo, la corporación rifaba cabras, botellas de vino, rosarios y todo tipo de objetos que suscitaran interés. Sin embargo, estos sorteos dejaron de tener éxito a comienzos del siglo XX por una cuestión estrictamente económica, ya que los temporales de aquellos inviernos acabaron con las cosechas y restaron poder adquisitivo a los campesinos.

Así las cosas, desde 1901 hasta 1916 la romería no se celebró. Fue una etapa de decadencia que culminó gracias a la intervención de Juan Antonio Carazo Gómez, a la sazón alcalde de la localidad, quien puso dinero de su bolsillo para recuperar la tradición. De esta manera, la romería de Valme volvió con más fuerza que nunca, recibiendo peregrinos, caballistas, carretas y predicadores de toda la provincia. Lamentablemente, los años 20, calificados como “dorados’ por la propia hermandad, dieron paso a otro periodo oscuro en su existencia: el de la II República y la posterior Guerra Civil.

A partir 1931 el Ayuntamiento puso trabas a las actividades religiosas y la Virgen de Valmen se vio obligada a permanecer en su templo de nuevo. Los devotos tuvieron que esperar hasta 1950 para ver recobrada la normalidad, aunque el relanzamiento definitivo no se produjo hasta una década más tarde. En esta época, se empezaron a celebrar pregones en honor a la imagen, la carreta adoptó el modelo de exorno actual y se inició una campaña de difusión de la romería, alcanzando cifras de participación superiores a las 100.000 personas. Este decisivo impulso quedó inmortalizado con la coronación canónica que tuvo lugar en 1973 y allanó el camino para los años venideros. Precisamente del presente de la romería hablaremos en el siguiente y último artículo dedicado a esta temática.  

El Stadium de la Exposición (II)

fachadaComo casi todos los recintos deportivos, el Stadium quedó articulado en torno a cuatro gradas. La más importante era la de Preferencia, que a su vez se dividía en tres partes: alta (la de mayor capacidad), intermedia (donde estaba ubicado el palco de autoridades) y baja (para la sociedad más elitista). Justo enfrente se situó el uniforme graderío de Fondo, que daba a lo que hoy es la Avenida de la Palmera, y a los lados, dos pequeños Goles con sólo ocho filas de plazas. Oficialmente, el Stadium poseía una capacidad para 20.000 espectadores, aunque la prensa de la época sostenía que era algo inferior (unos 16.000, de los cuales 13.000 podían sentarse y otros 3.000 debían estar de pie).

Fue inaugurado el 17 de marzo de 1929 con un partido amistoso de fútbol entre España y Portugal, cuyo resultado final fue de 5-0 para los locales.  Un día más tarde se disputó otro encuentro entre una selección hispalense (formada por jugadores del Betis y del Sevilla) y otra lisboeta, y en fechas sucesivas también recibió la visita de otros equipos europeos y sudamericanos. Una vez finalizada la muestra internacional, el Stadium cambió el balompié por carreras automovilísticas, concursos de hípica y fiestas benéficas, es decir, por espectáculos menores que le dieron excesiva vitalidad.

Tanto es así que llegó un momento en el que quedó abandonado a su suerte, aunque el Ayuntamiento tuvo una última idea para resucitarle: convertirlo en sede del Real Betis Balompié. Por aquel entonces el conjunto verdiblanco jugaba en el Campo del Real Patronato Obrero, de propiedad municipal, y se le propuso un traslado, algo que acogió de buen grado. Así las cosas, el 16 de julio de 1936 se firmó un contrato de cesión por diez años y el Betis se comprometió a correr con los gastos de mantenimiento y reformas. Pero poco pudo hacer, ya que sólo unos días más tarde estalló la guerra civil y el Stadium se convirtió en una especie de campamento para las tropas marroquíes. Una vez que las balas dejaron de silbar, el Betis recuperó el control y el estadio pasó a llamarse Heliópolis, germen del actual Benito Villamarín.  

Ochenta años recibiendo pasajeros

zepellin sevillaRecientemente se han cumplido ochenta años desde que la primera aeronave aterrizara en el aeropuerto de Sevilla. Fue el 11 de julio de 1933 cuando el célebre Graff Zepellin estrenó el pavimento de San Pablo con 18 pasajeros a bordo, la mayoría de ellos alemanes, que fueron recibidos por un comité de bienvenida entre los sones musicales de una orquestina. Hasta ese momento, los aviones habían operado en Tablada, en una parcela de 240.000 metros cuadrados que había sido cedida por el Ayuntamiento al ejército y que inicialmente fue utilizada para exhibiciones aéreas. Sin embargo, con el paso del tiempo fue también un centro de formación de pilotos y observadores, y un vértice de líneas comerciales que unían a la capital hispalense con Madrid, Larache (Marruecos), Lisboa, Barcelona, Berlín y Canarias.

Durante la Guerra Civil, Sevilla se convirtió en un punto estratégico para el desembarco de las tropas africanas y una vez finalizada la contienda, el turismo pasó a ser la razón de ser del aeropuerto.  Así, entre los años cuarenta y cincuenta se amplió el número de pistas y se construyó una terminal y una torre de control para dar cabida a la creciente demanda, en unos tiempos en los que un billete peninsular costaba alrededor de 300 pesetas, mientras que uno insular alcanzaba las mil pesetas. En cualquier caso, la gran renovación de las instalaciones se produjo con motivo de la Exposición Universal de 1992, ya que las obras cambiaron su aspecto y su funcionamiento por completo.

Desde entonces a esta parte, el aeropuerto apenas ha sido modernizado, pero ha mantenido una actividad notable. Buena prueba de ello es que actualmente da servicio a una media de 4,3 millones de usuarios al año, supervisa casi 50.000 vuelos y trabaja con quince compañías que ofrecen 40 destinos nacionales e internacionales. En términos absolutos, San Pablo ha visto aterrizar a 86 millones de pasajeros durante sus 80 años de existencia y da trabajo a 2.400 personas, cifras que dejan a las claras su relevancia para la economía sevillana.  

El golpe de Queipo de Llano

El 17 de julio de 1936 comenzó un alzamiento militar en España para poner fin a la II República. Entre los golpistas se encontraba Francisco Franco, aunque en aquel momento quien llevaba la voz cantante era el general Mola. Su objetivo era apoderarse de las grandes ciudades con celeridad y a partir de ahí extenderse hacia el resto del país, pero se encontraron con más problemas de los esperados. De hecho, en un primer momento fracasaron en Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga y Murcia… pero triunfaron en Sevilla. De no haber caído la capital hispalense tan rápidamente, quizás y sólo quizás el curso de los acontecimientos habría sido diferente, ya que nuestra tierra hizo las veces de centro de operaciones para el sur de España gracias a su posición estratégica.

Fue el general Queipo de Llano quien, con la ayuda de un reducido número de hombres, se hizo con el control de la Capitanía General de Sevilla, que por aquel entonces estaba en la Plaza de Gavidia. Curiosamente, en el mismo edificio que hoy es sede de la Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. En Sevilla no hubo una batalla como tal ni enfrentamientos directos entre ambos bandos a gran escala, pero sí revanchismo y violencia en la retaguardia. Buena prueba de ello es que en el primer año de la contienda más de 3.000 personas murieron ejecutadas.

El derramamiento de sangre no fue el único método empleado por los sublevados para controlar Sevilla. También se puso en marcha la maquinaria propagandística, tanto a nivel escrito (casi todos los periódicos se plegaron a las directrices del poder) como radiofónico. No en vano, se convirtió en una costumbre que Queipo de Llano se sentara delante de los micrófonos de Unión Radio Sevilla para pronunciar discursos políticos en los que apelaba al buen comportamiento de la ciudadanía, poniendo en práctica así la denominada ‘guerra psicológica’. Desde el punto de vista estrictamente militar, su labor fue exitosa, ya que dominó Sevilla sin sobresaltos y gozó de una independencia casi total a la hora de gobernar, de ahí que le apodaran el ‘Virrey de Andalucía’.

La patrona de la ciudad (II)

El pasado sábado 11 de mayo de 2013 tuvo lugar una salida extraordinaria de la Virgen de los Reyes con motivo de la celebración del Año de la Fe. El recorrido fue el mismo que el de cada 15 de agosto, pero no fue una procesión al uso, ya que imperaba el ritual del rosario de la aurora. De esta manera, el cortejo estuvo formado nada más y nada menos que por 400 personas y los costaleros hicieron un esfuerzo para acompasarse a la estructura de los rezos.  No hubo banda de música, ni cera, ni autoridades en la presidencia, pero sí megafonía y solemnidad religiosa durante dos horas que se hicieron cortas para sus devotos.

No era la primera vez que la patrona de la ciudad desfilaba por las calles por un acontecimiento especial. De hecho, en el siglo XX lo hizo en los años 1904, 1905, 1924, 1929, 1936, 1939, 1940, 1946, 1948, 1950, 1958, 1965, 1981, 1982, 1988, 1993, 1996 y 2004, por motivos tan dispares como su coronación, la sequía que azotaba a Sevilla, la inauguración del monumento a San Fernando, la celebración del Congreso Mariano Hispanoamericano, el fin de la Guerra Civil, etcétera. Cabe destacar que la de 1982 estuvo relacionada con la visita del papa Juan Pablo II y la beatificación de Sor Ángela de la Cruz.

Al margen de estos episodios históricos que están perfectamente contrastados, también podríamos hablar de las leyendas que tienen a la Virgen de los Reyes como protagonista. Ya mencionamos en el anterior artículo algunas que versan sobre su aparición, pero hay otras posteriores en el tiempo. La más difundida asegura que una noche el deán de la catedral vio pasear por el templo a una mujer con ropajes largos y que, sin hacer ruido, siguió sus pasos hasta la capilla, donde sólo encontró a la imagen. Eso sí, un poco desplazada y con los bajos del manto manchados de polvo. Desde entonces, más de una de sus camareras ha apreciado este detalle en ocasiones esporádicas, de ahí que haya gente que crea que la Virgen se levanta de su trono en mitad de la noche.

La integridad de José Laguillo

Seguimos desvelando quiénes se ‘esconden’ detrás de las calles y avenidas más concurridas de Sevilla y en esta ocasión nuestro protagonista es José Laguillo, uno de los periodistas más influyentes de la ciudad a principios del siglo XX. Nació en 1870 en el seno de una familia acomodada y desde muy temprana edad mostró interés por las letras: literatura, historia, filosofía, etcétera. Pese a que se dedicó en cuerpo y alma al mundo de la comunicación, estudió para ser maestro, profesión que nunca llevó a desempeñar. Y es que lo que verdaderamente le gustaba era narrar la actualidad y por eso pululó por distintos periódicos pequeños hasta que en 1902 ingresó el El Liberal.

Esta rotativa fue fundada en Madrid en 1879 por Miguel Moya y tenía una línea editorial popular, demócrata y republicana, sin caer en extremismos. Muy pronto se extendió a otras ciudades como Barcelona, Bilbao, Murcia o la propia Sevilla, donde José Laguillo se labró un nombre haciendo gala de sagacidad e independencia, pues, como se diría coloquialmente, no se casaba con nadie. En 1909 fue nombrado director del periódico y extrapoló sus señas de identidad a toda la redacción. Nunca tuvo una filiación política, aunque  sí mostró simpatías por los ideales andalucistas. De hecho, llegó a entablar una estrecha amistad con Blas Infante.

Estuvo al frente del periódico nada más y nada menos que 27 años, que fue el tiempo que pudo mantener su integridad. No en vano, en 1936 el Frente Popular ganó las elecciones y presionó al comité de empresa para ganarse el favor del periódico, pero José Laguillo no se plegó a las nuevas directrices y dimitió. Una vez terminada la Guerra Civil, retomó su actividad periodística colaborando con distintos medios, unas veces con seudónimo y otras sin él, pero ya en la segunda línea de fuego. Cuando cumplió los 70 años escribió ‘Memorias de antetumba, mi vida y mi tiempo’, un testimonio valioso para comprender el periodo que le tocó vivir. Incuestionablemente, uno de los más convulsos de la historia de España.

La divinidad de la Macarena

Originalmente, la Hermandad de la Macarena procesionaba con un crucificado y una virgen del escultor Pedro Nieto. Por motivos no Hermandad de la Macarenademasiado claros, en torno a 1680 la corporación decidió hacer un nuevo encargo, quizás al taller de Pedro Roldán, aunque no hay pruebas fehacientes. El caso es que llegó a la capilla de entonces una bellísima imagen mariana de las denominadas de candelero, es decir, de las que sólo están talladas hasta la cintura y pueden ser vestidas de diversas maneras. Realizada en madera de pino y ciprés y con 175 centímetros de estatura, la Macarena asombró a todos los hermanos por la expresividad de su rostro.

Y es que su cara combina al mismo tiempo rasgos de la inocencia de una adolescente y del sufrimiento de una mujer curtida en la adversidad. Tiene la cabeza erguida, pero la mirada levemente inclinada hacia el suelo, muestra de su tristeza. Asimismo, sus cejas arqueadas transmiten dolor y sus párpados hinchados revelan que ha llorado desconsoladamente por su hijo. Buena prueba de ello son las cinco lágrimas de cristal que recorren sus mejillas, las cuales representan las cinco angustias que padeció la Virgen María. Y qué decir de sus manos, que me tienen las palmas abiertas porque se resisten a separarse del Señor.

Dicho esto, cualquier descripción que se haga de Ella es insuficiente. Las fotografías sirven para recordarla con nitidez, pero no para conocerla. Nadie olvida cuándo fue la primera vez a La Esperanza Macarena de Sevilla, ya sea en su Basílica o recorriendo las calles de nuestra ciudad bajo palio, y nadie quiere que haya una última vez. Por eso es una de las imágenes con más devoción, no solo en nuestra ciudad, sino en todo el mundo. Gracias a su divinidad sobrevivió a un atentado durante la Guerra Civil y pudo ser coronada canónicamente en 1962, pero desde mucho antes de esa fecha ya alumbraba a toda Sevilla desde el barrio de San Gil.

Los pétalos de las ’17 rosas’ de Guillena

La Guerra Civil Española abrió profundas heridas que aún no han cicatrizado y nos dejó un sinfín de trágicas historias que ni mucho menos se han olvidado. Sería un ejercicio de falta de rigor y de subjetividad absoluta tildar a un bando como “el bueno” y a otro como “el malo”, ya que en ambos se cometieron atrocidades injustificables, pero en estos días es noticia lo que sucedió concretamente en la localidad sevillana de Guillena hace 74 años.

Corría el año 1937. Los sublevados habían tomado la ciudad de Sevilla con más facilidad de la esperada y se extendían por la provincia llevando a cabo su particular revanchismo, señalando, humillando e incluso ejecutando a los simpatizantes de la República. Y Guillena no fue una excepción, sino más bien todo lo contrario. Tras el alzamiento el militar, muchos hombres huyeron para evitar las represalias y alistarse al ejército republicano, pero pocos lo consiguieron. En cambio, las mujeres se quedaron y sintieron primero la zozobra y luego el castigo, lo que se conocía oficialmente como la “condena ejemplarizante» simple y llanamente por su relación conyugal o sentimental con sindicalistas de izquierdas. Con ese pobre argumento, 19 de ellas fueron detenidas en septiembre de ese mismo año.

Dos consiguieron el indulto por motivos un tanto difusos, mientras que las otras 17, con edades comprendidas entre los 24 y los 70 años, fueron vejadas y fusiladas a sangre fría. Con el tiempo, su tragedia se hizo muy popular a nivel regional y empezó a conocérselas como las ‘17 rosas’ de Guillena. No obstante, sus familiares y seres queridos, lo que deseaban fervientemente no era su reconocimiento como mártires, sino encontrar sus pétalos, es decir, sus restos. Ahora son motivo de actualidad porque, tras un intenso periodo de indagaciones para localizar la fosa común en la que fueron enterradas, se ha procedido por fin a la exhumación. Como suele decirse, más vale tarde que nunca.