La rareza de ser moderno y antiguo a la vez

Si el Alfonso XIII fuese un hotel al uso, hoy no estaríamos hablando de él. Lo que le diferencia de los demás no son sus estrellas, sus lujosas estancias, el precio por pasar una noche o sus comodidades, sino su historia. Basta con decir que su propiedad es municipal (la explotación corre a cargo de una cadena) y que ofrece visitas guiadas a los colegios para darnos cuenta de que no estamos ante un hotel como otro cualquiera. Al igual que otros monumentos emblemáticos de Sevilla, tuvo su origen en la Exposición Universal de 1927 y fue obra del arquitecto José Espiau. Su construcción costó cuatro millones de pesetas y aunque hoy esa cantidad parezca nimia, en aquel momento supuso el diez por ciento del presupuesto total de la muestra internacional.

Reducir su estética a una sola corriente artística sería un error. A grandes rasgos bebe del estilo árabe, concretamente del neomudéjar, pero también tiene elementos característicos del regionalismo andaluz. Los entendidos dicen que el gran mérito de su belleza exterior es que es capaz de impresionar con materiales relativamente modestos, tales como la cerámica, el barro o el ladrillo. El interior es otro cantar, ya que la pomposidad está garantizada con techos de madera, suelos de mármol, imponentes arcos y columnas, suntuosas lámparas, refinadas alfombras, vistosos azulejos y un patio paradisiaco. Sus puertas reabrieron la semana pasada después de diez meses de intensas obras que han permitido modernizar los sistemas de agua, electricidad y aire acondicionado, y perfeccionar más aún la decoración. Aunque, eso sí, la esencia permanece impoluta.

Es digno de reseñar que el hotel fue inaugurado el 28 de abril de 1929 con un banquete presidido por el rey Alfonso XIII que sirvió para celebrar el casamiento de su sobrina preferida, la Infanta Isabel Alfonsa, con el Conde Juan Zamoyski. Curiosamente, el trono en el que sentó el monarca aquel día aún se conserva. Y es que, originalmente, el hotel fue ideado para acoger exclusivamente a la realeza y a la aristocracia europea. Tras el paréntesis que marcaron la II República, en el que pasó a llamarse ‘Hotel Andalucía Palace’, y la Guerra Civil, recobró su protagonismo y con el paso de las décadas fue ampliando su clientela a políticos de renombre, deportistas de élite, estrellas de cine, empresarios de éxito, cantantes… y ciudadanos de a pie. En la actualidad, gracias a sus estrictas políticas de privacidad e intimidad, tiene la posibilidad de seguir cobijando a personalidades públicas sin que sus otros huéspedes se enteren.

El galeón de La Pepa echa anclas en Sevilla

La Constitución firmada en Cádiz en 1812, conocida popularmente como ‘La Pepa’ por haber sido aprobada el día de San José, supone uno de los hitos más importantes de este país. Conceptos que hoy nos parecen tan básicos como el sufragio universal (masculino), la libertad de imprenta, la división de poderes, la igualdad de los ciudadanos ante la ley o la soberanía nacional, fueron aglutinados por primera vez en esta fecha, obteniendo como resultado uno de los textos más liberales del momento. Para conocer a fondo el trasfondo político de aquella época y las repercusiones que tuvo a posteriori, sería necesario leer durante horas, pero en Sevilla existe ahora mismo una alternativa mucho más amena y gráfica.

Y es que desde hace unos días -y hasta el 29 de enero- está atracado en el Muelle de las Delicias el galeón ‘La Pepa 2012’, que hace las veces de centro de interpretación itinerante. En otras palabras, el barco se ha convertido en una especie de museo didáctico que permite enseñar a personas de todas las edades la historia de la Carta Magna, su influencia en las relaciones marítimas de Cádiz y el papel que tuvo Andalucía como cuna del liberalismo en Europa. Lo hace a a través de paneles explicativos, amplios mapas y efectos audiovisuales, y dado que la entrada es gratuita, no hay excusas para no hacerle una visita antes de que leve anclas. El buque permanecerá abierto para el público en general los dos próximos fines de semana; los viernes de 15:00 a 18:00 horas y los sábados y los domingos de 10:00 a 18:00 horas de forma ininterrumpida, ya que los días entre semana están reservados para visitas escolares.

Esta réplica de los galeones que partían desde la Tacita de Plata rumbo a América para comerciar con las Indias ha realizado un recorrido por buena parte de la geografía española en los últimos meses. En concreto, ha hecho paradas en los puertos de Cádiz, Bilbao, Santander, La Coruña y Huelva desde el mes de junio y con casi toda seguridad, la capital hispalense será su última escala antes de retornar a su punto de origen. Sin duda, se trata de una atractiva iniciativa que pretende recordar por todo el territorio nacional cómo se sembró la semilla la democracia que hoy conocemos, hace nada más y nada menos que 200 años. Casi nada.

El estirón de Los Remedios

Este barrio sevillano tomó su nombre del Convento Carmelita de los Remedios, que estaba ubicado junto a la ribera del Guadalquivir. Su huerta era muy extensa y ocupaba los terrenos del Real de la Feria y los de Tablada. Como se suele decir coloquialmente, “aquello todo era campo” hasta 1920, momento en el que se acordó urbanizar la zona. Como no había ningún PGOU que lo regulase, la ciudad creció de forma desordenada hacia ese lado y en 1937 empezaron a entregarse las primeras viviendas, principalmente, a militares y funcionarios. Unos años más tarde, empezaron a tomar forma las dos grandes arterias del barrio,  la Avenida de la República Argentina y la calle Asunción, y el barrio fue bautizado como ‘Obra Nacional’.

Fue poblándose tan rápidamente y adquiriendo tal relevancia, que nadie cayó en la cuenta de que las zonas verdes brillaban por su ausencia. Por suerte, hubo tiempo de enmendarlo y en 1973 se construyó el Parque de los Príncipes, en honor a Don Juan Carlos y Doña Sofía, que por aquel entonces aún no reinaban en España. Casi al mismo tiempo, también fueron levantados los grandes edificios que darían al barrio su fisonomía actual, entre ellos, la Torre de los Remedios, uno de los más altos de la ciudad y de los de mayor volumen de negocios.  Y como no podía ser República ArgentinaXXde otra forma, a mayor número de habitantes, más necesidades y más poder de atracción.

Así se explica que se cimentara un nuevo puente (el del Generalísimo, hoy Puente de Los Remedios) para descongestionar el que ya existía (el de San Telmo), que la Plaza de Cuba tomara la forma que hoy conocemos, que se construyera una parroquia con una cripta para más de 700 personas, que se trasladaran hasta allí la Real Fábrica de Tabacos y la Feria de Abril, etc. Hoy día, el barrio de Los Remedios es un pulmón comercial, tiene unos 25.000 habitantes y es uno de los más importantes de Sevilla pese a que sólo tiene unos noventa años de existencia. Haciendo un símil, su historia es como la de un niño que no parecía que fuese a crecer mucho pero que terminó dando un estirón que dejó a todos boquiabiertos. Y lo que es más importante, supo adaptarse a su nueva condición de persona esbelta.

La fauna dominical de la Alfalfa

Es muy difícil, por no decir imposible, resumir la historia de la Plaza de la Alfalfa en un texto conciso sin obviar detalles importantes, pero partiendo de esta premisa inicial, podemos establecer como fecha clave el año 1820, que es cuando fue derribado el edificio de las Carnicerías de Sevilla, lugar en el que se realizaban las matanzas y se almacenaba la carne. Su desaparición provocó que una pequeña plaza que estaba en sus cercanías se extendiera hacia su terreno y el Ayuntamiento decidió aprovechar ese espacio para instalar allí el mercado de compra-venta de animales vivos. Anteriormente estaba ubicado en el barrio de Triana, pero las autoridades consideraron que era demasiado peligroso que tanta gente cruzara el puente de barcas para acudir a él.

 

De esta forma, desde 1852 hasta hace tan solo unos años, la Plaza de la Alfalfa se convirtió en el mejor sitio de Sevilla para adquirir mascotas. Originalmente predominaban los pájaros (palomas, canarios, jilgueros…) y las aves de corral, pero ya en las últimas décadas la oferta se fue ampliando hasta los perros, gatos, peces, tortugas, etc. Las transacciones se realizaban siempre siguiendo un mismo patrón: el vendedor fijaba un precio, el comprador intentaba regatearle ofreciendo una cantidad menor y finalmente llegaban a un acuerdo tras ceder ambas partes en sus pretensiones. Su popularidad fue claramente en aumento y conseguía reunir a personas de todas las clases sociales, desde los más adinerados hasta los más humildes pasando por los burgueses.

 

Hay que reseñar que el mercado siempre fue ambulante y nunca permanente, es decir, aparecía con las primeras luces del domingo y el lunes ya no había ni rastro de él. De no haber aparecido brotes de gripe aviar, es muy posible que siguiera operando en el mismo sitio, pero en el año 2005 la Unión Europea prohibió la concentración de aves en espacios públicos con la idea de evitar una pandemia. En un principio iba a ser un cierre temporal, pero hay quien piensa que el Ayuntamiento encontró la excusa perfecta para extinguirlo definitivamente tras las quejas de los vecinos por el ruido que ocasionaba. Hubo un intento infructuoso de trasladarlo a La Cartuja, pero lo que los melancólicos desean es que aquella inconfundible fauna dominical regrese a su sitio, a la Plaza de la Alfalfa.

 

La eternidad de la Puerta de la Carne

A lo largo de la longeva historia de Sevilla pocos lugares pueden presumir de haber tenido más vitalidad que la Puerta de la Carne. Junto a la Puerta de Carmona, fue la única entrada a la ciudad construida por los romanos que sobrevivió a la ampliación del sistema de amurallamiento que llevaron a cabo posteriormente los almorávides para defenderse de los cristianos. Eso sí, los musulmanes la remodelaron por completo, le impusieron su preciosista sello arquitectónico y la llamaron Vib-Ahogar en honor al maestro alarife que la diseñó, aunque también hubo un periodo en el que se la conoció como Puerta de las Perlas.

Ya en el siglo XIII, las ofensivas de Fernando III el Santo terminaron dando sus frutos y la ciudad pasó a manos cristianas. Sin embargo, con la reordenación del territorio y de sus gentes, la Puerta de la carne SevillaPuerta de la Carne quedó encuadrada en el barrio de los judíos, a los que inicialmente se les permitió permanecer en la ciudad. Ellos la conocían como Minjoar, un nombre que hace referencia a un respetado hebreo de la época, y era el único acceso que tenían para comunicarse con el exterior. Por ello, era muy transitada y servía como punto de encuentro para todos los que profesaban esta religión. Muy cerca de allí se encontraba la sinagoga, justo donde hoy se halla la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves.

Pero para los judíos todo cambió en 1391, cuando empezaron a ser perseguidos, asesinados y expulsados de Sevilla. Lejos de marginar la zona en la que vivieron sus enemigos, los cristianos la aprovecharon como centro comercial. ¿Cómo? Edificando a sus afueras un gran matadero, cuya carne tendría que entrar inexorablemente en la ciudad por esa puerta hasta llegar a la Plaza de la Alfalfa, que es donde estaban situadas las Carnicerías Reales. Cuentan los libros que era la única puerta de la ciudad que se mantenía abierta las 24 horas del día para favorecer todo el flujo de mercancías, un dato que sin duda pone de manifiesto su relevancia económica y por ende, su popularidad. Además, ya por aquel entonces se valoraba su valor histórico. De hecho, en su fachada principal se podían leer los siguientes versos: ‘Hércules me construyó, Julio Cesar la reparó y el héroe Fernando III la conquisto para Cristo’.

Con el paso de los años y como consecuencia de los episodios bélicos que se vivieron a sus pies, tales como la invasión napoleónica o la revolución cantonal, la estructura de la Puerta de la Carne fue deteriorándose y tuvo que ser restaurada varias veces. Por desgracia, hubo un momento en el que las autoridades de la ciudad creyeron que ya no merecía la pena mantenerla en pie y decretaron su derribo. Así pues, en marzo de 1864 la Puerta de la Carne dejó de existir físicamente para siempre.

En cualquier caso, el hecho de que fuese un lugar importante para romanos, musulmanes, judíos y cristianos le hará pasar a la eternidad. La prueba que lo demuestra es que el cruce de las calles Santa María la Blanca y Cano Cueto se sigue conociendo como la Puerta de la Carne pese a no conservarse ni un solo vestigio de lo que fue.

San Andrés-San Martín La reserva arqueológica de Sevilla

ExcavacionesEl 63% del subsuelo de esta zona está «inalterado» y en él se encuentran las claves para comprender algunos de los enigmas de la historia de la ciudad.Una auténtica reserva arqueológica por explorar y en la que se pueden encontrar muchas claves del pasado de la ciudad. Se trata del subsuelo de las collaciones y cercanías de San Andrés y San Martín, cuyo plan especial de protección ya ha sido entregado por el Ayuntamiento a la Comisión Provincial de Patrimonio como fase previa para su aprobación por la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta. La riqueza en restos y yacimientos de este subsector del Plan Especial del Conjunto Histórico de Sevilla es tal que el plan municipal establece el «grado máximo de protección». «El estudio histórico-arqueológico del sector revela sustratos con un elevado potencial informativo» sobre cuestiones tan variopintas como el trazado de las murallas de la ciudad romana y la localización de las puertas de Hispalis o la urbanización almorávide-almohade. En general, en las entrañas de las collaciones de San Martín y San Andrés se encuentran claves que pueden aclarar desde cuestiones antropológicas sobre las poblaciones romanas, islámicas y cristianas hasta la determinación de límites y caracterización de industrias, almacenes conventos y cuarteles ya desaparecidos para siempre.

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Historia y tradición de la Feria de Abril

feria de abrilCorría el año 1254 cuando el Rey Alfonso X, también llamado el Sabio, hijo de Fernando III el Santo otorgaba el permiso para la celebración en Sevilla de dos ferias anuales, una de primavera en abril y otra de otoño en San Miguel. De ambas se tenía lejanos recuerdos cuando en 1846 dos sevillanos de adopción, concejales del Ayuntamiento hispalense, el vasco José María Ybarra y el catalán Narciso Bonaplata, se les ocurría la hermosa idea de su restauración.Tras su propuesta formal, y previo estudio por parte de la comisión designada a tal efecto, el Ayuntamiento aprobó el 18 de septiembre de 1846 la celebración de una única feria anual en los días 18, 19 y 20 de abril, dejando la de San Miguel para un «después» y evitando la coincidencia en fecha con la de Carmona. El 5 de marzo de 1847 Doña Isabel II estampaba su firma en una Real Orden confirmatoria.

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Un libro «alejado de lo legendario» resume los últimos 500 años de historia de Semana Santa unida a la ciudad

semana santa  La celebración actual se conforma en el siglo XVI con el Concilio de Trento y es «la verdadera fiesta de Sevilla al ser más abierta que la Feria»El libro ´Historia de la Semana Santa Sevillana´, editado por Jirones de Azul y escrito por Paco Robles, Álvaro Pastor y Manuel Jesús Roldán, es una obra en la que el lector encontrará «el rigor científico, alejado de lo legendario», así como la relación de la Semana Santa con las mentalidades por las que ha pasado la ciudad de Sevilla en los últimos 500 años de su historia.Así lo manifiesta Robles en una entrevista concedida a Europa Press, donde destaca que el libro «no es una mera sucesión de datos, sino que se interpretan los hechos en relación al tiempo en que sucedieron». No obstante, aclara que en una obra así «se puede resumir toda la historia de la Semana Santa en Sevilla, pero no se puede contar», puesto que dicha historia «es tan amplia como la historia misma de la ciudad».Aún con todo, el lector podrá conocer la historia de Sevilla a través de su Semana Santa, pues, declara Robles, «la ciudad es inseparable de su Semana Santa en los últimos 500 años y no se entiende a la una sin la otra». Y es que en esta celebración «se reflejan los grandes movimientos de la civilización occidental, como el Renacimiento, la Ilustración o el Romanticismo».

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La niña de los Peines

niña los peinesPastora María Pavón Cruz, «la Niña de los Peines», nació en Sevilla el 10 de Febrero de 1890, fruto de un matrimonio gitano de tradición cantaora. Fue considerada como una de las voces más importantes de la historia del arte flamenco. Su padre era Francisco Pavón Cruz, conocido como «El Paiti», del Viso del Alcor, y su madre fue Pastora Cruz, natural de Arahal, localidad con la que siempre estuvo muy vinculada. Tuvo dos hermanos, Tomás y Arturo Pavón, que también fueron cantaores.A los ocho años realizó su primera actuación, en una caseta de la Feria de Sevilla, para sustituir a su hermano mayor.En 1901 debutó en Madrid, en el Café del Brillante, donde conoció a Ignacio Zuloaga que la convenció para actuar en Bilbao en el Café de las Columnas.

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