Piropos desde Austria

Dicen que la tierra tira, pero a los sevillanos nos tira de una manera muy especial. Nos sentimos extremadamente orgullosos del lugar en el que hemos nacido, vemos la perfección a nuestro alrededor y sólo activamos el espíritu crítico cuando cruzamos la frontera. “A los sevillanos nos acusan de ombliguismo, pero es que Sevilla tiene un ombligo digno de ver”, escribió una vez Antonio Burgos. Pero esa especie de egocentrismo no es casual, sino que tiene una base sólida, tal y como han corroborado numerosas personas que han visitado la capital hispalense en distintos momentos. “Lo malo no es que los sevillanos piensen que tiene la ciudad más bonita del mundo…lo peor es que puede que tengan hasta razón”, afirmó en su día el ciudadrealeño Antonio Gala.

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Una venta con alma taurina

Quién le iba a decir a Carlos Antequera, el que fuera mozo de espadas del torero Antonio Fuentes, que la venta que abrió en 1916 iba a llegar a nuestros tiempos. El caso es que sus contados ahorros le permitieron comprar unos terrenos cercanos al río Guadaira y al estadio del Betis, justo donde daba la vuelta el tranvía, y allí levantó un establecimiento para que los viajeros pudieran recargar las pilas antes de adentrarse en la ciudad. Casi sin pretenderlo, su negocio fue acercándose a su antigua profesión, hasta el punto de convertirse en fonda para toreros y ganaderos, así como en establo para los animales.

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La Catedral de Triana

Sevilla y Triana, Triana y Sevilla. Tan diferentes y tan unidas  al mismo tiempo. Como dos hermanas siamesas que se afanan en resaltar las particularidades de cada una, aunque delante del espejo parezcan dos gotas de agua. Antiguamente, casi todo lo que podías encontrar a un lado del río Guadalquivir lo podías encontrar también en el otro, y el ejemplo más ilustrativo es que Triana contaba con su propia’ catedral’. Y no nos estamos refiriendo a un templo que quedó derruido y olvidado con el paso del tiempo, sino a la Iglesia de Santa Ana, hacia donde se dirigían las hermandades del barrio durante la Semana Santa para realizar estación de Penitencia.

Hablamos de la primera iglesia de planta exclusivamente cristiana que se levantó en Sevilla (no tomó prestado ningún elemento de las mezquitas de la época). Según reza una de las inscripciones de sus muros, Alfonso X ordenó su construcción tras haberse recuperado de una dolencia en los ojos, curación que atribuyó a un milagro de Santa Ana, de ahí que acuñara este nombre. En su edificación participaron todos los jornaleros que vivían en los alrededores del Castillo de San Jorge… y también buena parte de las tropas castellanas, habida cuenta de que se encontraba extramuros. Por esta misma razón, la iglesia estuvo fortificada durante un tiempo para preservar su seguridad.

Las obras comenzaron en 1276, de ahí ya se estén preparando diferentes actos para conmemorar el año que viene su 750 aniversario. Entre ellos, una doble salida procesional de su Titular, una exposición de su rico patrimonio, la edición de un libro, la celebración de conferencias y cultos extraordinarios, etcétera. Según la comisión organizadora, el proyecto puede resumirse en una cita – Santa Ana, radix ubérrima – que alude a la fidelidad que han mostrado sus devotos a lo largo de los siglos. Dicha frase se ha convertido, además, en el eslogan del aniversario.  

Las llaves de la Casa de las Dueñas

Muchos han oído hablar de él y muy pocos han podido visitarlo. Hablamos del palacio de Las Dueñas, propiedad de la Casa de Alba y uno de los inmuebles más valiosos de Sevilla. Se construyó entre los siglos XV y XVI por orden de la familia Pineda, la cual se vio obligada a venderlo antes de lo deseado. Y es que uno de sus miembros fue secuestrado por los musulmanes y, para pagar el rescate, no les quedó más remedio que deshacerse de su residencia más preciada. Así pasó a manos de Catalina de Ribera en 1484, condesa de Los Molares, estirpe que regentaría el lugar hasta que fue traspasado a la Casa de Alba a mediados del siglo XVII.

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Los primeros pasos del Antiquarium

No se puede decir que el Antiquarium haya empezado con buen pie. Tras haber sido inaugurado el 27 de marzo de 2011, el desplome de una puerta de cristal en enero de 2015, es decir, sólo cuatro años después, provocó su cierre inmediato. El accidente pudo acabar en tragedia, ya que la puerta, de más de 200 kilos de peso, cayó sobre tres ancianas que quedaron atrapadas durante unos minutos que se hicieron eternos. Afortunadamente, las heridas no revistieron gravedad y lograron recuperarse con el paso de los días.

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La necrópolis de Carmona

Cuando se iniciaron unas obras en un camino de Carmona allá por el año 1868, nada hacía presagiar que los trabajadores se toparían con una necrópolis romana. Es más, durante un tiempo, el hallazgo pasó desapercibido para las instituciones, de ahí que anticuarios y coleccionistas saquearan el lugar sin ningún control. Afortunadamente, en 1881 se puso freno al expolio gracias a la intervención del historiador Juan Fernández López y al arqueólogo inglés George Edward Bonsor, conocido en nuestro país como Jorge Bonsor. Ambos certificaron el hallazgo de una necrópolis de la época del emperador Claudio y, con el respaldo económico de Luis Reyes, compraron los terrenos e iniciaron unas excavaciones científicas. Así se gestó la Sociedad Arqueológica de Carmona, que en 1887 ya abrió el primer museo de sitio de España.

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Los estertores de la Inquisición

La Inquisición Española fue una institución creada por los Reyes Católicos en 1481 para perseguir, juzgar y castigar a los herejes. Estuvo operativa hasta 1834, es decir, durante tres siglos y medio, y en Sevilla hay una cruz que conmemora el último acto de fe que se realizó en el Monasterio de San Francisco. Se encuentra en la plaza que lleva su nombre, concretamente, en el rincón que une el Arquillo del Ayuntamiento con la puerta de entrada a la Sala Capitular. Allí, al aire libre, en una posición esquinada pero igualmente visible, pasa desapercibida para casi todos los viandantes.

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Un teatro con sabor añejo

En la provincia de Sevilla hay un teatro con 2.000 años de historia. Y no, no hemos puesto un cero de más por error. Nos referimos al Teatro de Itálica, la obra civil más antigua de esta provincia romana. Fue construido en la época de Augusto sobre el Cerro de San Antonio, en el término municipal de Santiponce, y originalmente contaba con una capacidad para 3.000 espectadores. En él se representaban esporádicamente obras trágicas y cómicas, casi todas ellas encaminadas a resaltar la figura del emperador y ridiculizar a sus enemigos, aunque también había momentos para espectáculos musicales y de mimos.

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El Saeta cumple 60 años

Si la invención del avión fue un paso de gigante para la humanidad, la invención del avión a reacción no le fue a la zaga. No en vano, la versión mejorada permitía volar más alto, más rápido y con mayor autonomía, de ahí que abriera la puerta a las rutas intercontinentales sin necesidad de escalas. Y si nos adentramos en el terreno militar, las ventajas eran ilimitadas. No es de extrañar, por tanto, que fuesen los alemanes los primeros en utilizarlo durante la II Guerra Mundial, un periodo marcado principalmente por las masacres, pero también por los importantes avances tecnológicos que se desarrollaron.

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